Presencia francesa en Santiago de Cuba I

Creado: Dom, 19/10/2014 - 15:51
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Por: Chef Internacional Jorge Méndez Rodríguez-Arencibia
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Presencia francesa en Santiago de Cuba I
La impronta francesa en Cuba tuvo como entrada principal su zona sur-oriental, dada la cercanía geográfica de la otrora ínsula de La Española, con posterioridad llamada Saint Domingue y finalmente devenida Haití, al igual que por la facilidad del acceso marítimo a través del Paso de los Vientos. La revolución liderada durante 1791 a 1804 por los próceres afro-descendientes François Dominique Toussaint-Louverture y Jean-Jacques Dessalines,  provocó un significativo éxodo de colonos franceses, quienes trajeron consigo y promovieron extensivamente el cultivo y la industria cafetalera en la Isla Grande, donde comenzó a consolidarse en los comienzos del siglo XIX.
 
Especial protagonismo tuvo para la vida santiaguera el matrimonio de Auguste Girard con la joven viuda y también emigrada Barbe Rey. Asentados inicialmente en la parroquia de El Caney, renombrada localidad cercana a la ciudad de Santiago de Cuba, fomentaron un pequeño cafetal que llamaron Frescaty. Fue necesario que los Girard-Rey lo abandonaran temporalmente, por tener que exiliarse en Nueva Orleans hasta 1820, año en que regresan a la capital oriental y en las inmediaciones de la Sierra Maestra, cerca de la Gran Piedra, asientan el nuevo cafetal Monti Bello. De las tres hijas nacidas de esta unión, fue Louise Girard a quien corresponderá la perpetuación de estos emprendimientos.
 
Por su parte, en la propia ciudad se establecen los hijos de Manuel de Heredia y Francisca de Mieses, de origen dominicano. Uno de ellos, Domingo, contrajo segundas nupcias con Louise Girard, trayendo al mundo a José María de Heredia Girard, familiarmente llamado “Pepillo”, quien fuera un notable poeta parnasiano franco-cubano. Y otro de los hermanos, José Francisco, fue el padre de José María de Heredia y Heredia, poeta revolucionario y romántico de las letras cubanas.
 
Indudablemente, los Heredia-Girard, además de un importante literato, dieron lugar a trascendentales progresos de la economía cafetalera en el Oriente cubano. Al Frescaty y el Monti Bello, le siguieron otros cafetales como La Fortuna,  La Simpatía y La Fraternidad. Y casi de inmediato, dirigió su atención hacia la región de Guantánamo, “área de expansión de la élite cafetalera franco-haitiana y criollo cubana de Santiago de Cuba”. Fomenta, entonces, en esta nueva región –previa tala de bosques tropicales- los nuevos cafetales San Luis de Potosí, Santo Domingo y La Náyade. Vale aclarar que la geofagia característica de aquellos terratenientes del decimonónico cubano era esencialmente motivada por la conveniencia de disponer siempre de nuevos terrenos vírgenes, ricos en nutrientes naturales, para remplazar los lugares de cultivo ya “cansados”, lo que garantizaba una lógica continuidad productiva de las plantaciones de cafetos.
 
Entre la minuciosa compilación de interesantes informaciones en que el presente trabajo se sustenta como fuente, aparece que “(…) la nueva compañía (propiedad de Domingo de Heredia, Mr. Ribeaux y José Magariño) compra trece caballerías y tres carreaux de tierras en la zona denominada Azomante (…) Cabe explicar que dicho término francés significa cuadrado, como figura geométrica o paño, lo que fue asimilado en Cuba como extensión de terreno o medida agraria, utilizada mayormente en Oriente, con su correspondiente acomodamiento fonético –caró- equivalente a 134,2 hectáreas o 13, 420 metros cuadrados.   
 
A pesar de la inesperada –y llena de adeudos- viudez de Louise Girard, al morir su esposo Domingo Heredia, la Providencia optó por auxiliarla con la oportuna aparición de su coterráneo francés Jules Raoulux, quien asumiera las funciones de administrador de los bienes de la familia y después se convirtiera en su yerno. En su diario, doña Louise anotaría con sentida convicción: Cuba, mi bello y dulce país, donde se necesitarían pocas cosas para tener un paraíso terrestre.  Años antes, ya había expresado lo que para ella y los suyos representaba la patria insular que amaba: Nuestra vida criolla es más grande, más independiente; de hecho, somos más grandes damas que las grandes damas de Francia. 
 
“Y tenía sus razones doña Louise. Cuba, y en específico el este de la Isla, le habían dado todo. Las montañas orientales se habían convertido en verdaderos focos de una cultura franco-criolla, de la cual la familia Heredia-Girard era exponente destacada. Lecturas, música, enseñanza y educación, medicina y tantos otros elementos de la vida culta patentizaba, día a día, de esta afirmación”.
 
A propósito de tanto acontecer histórico y familiar, de la pluma del bardo franco-cubano José María de Heredia y Girard salió el poema Les conquérants (Los conquistadores), “toda una rememoración de la epopeya europea y familiar en tierras americanas y cubanas”. 
 
 
Fuente: Cafetales y vida criolla: La familia Heredia-Girard en el Oriente cubano. Hernán Venegas Delgado. Revista cubana de antropología Catauro (Año 10/ No. 18/2008).

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