La imagen de un fumador de puros la asociamos, por lo general, con hombres poderosos, artistas exitosos o políticos importantes. Sin embargo, el aroma de un humeante tabaco nos transporta a un elegante mundo de sensaciones al cual muchas mujeres del siglo XXI están accediendo con remozados bríos.
Una nueva generación de féminas, insaciables exploradoras de nuevas experiencias, ha encontrado en el Habano el renovado disfrute de un placer centenario. Katy Perry, Beyonce o Madonna, entre otras, son las continuadoras de una cadena de famosas mujeres fumadoras: una afición que parecía haber quedado en desuso.
Mujeres fumadoras de tabaco: La génesis del placer
Los primeros indicios del consumo del tabaco por parte de las féminas corresponden a las mujeres de la Gran Manufacturera de Sevilla, donde trabajaban cientos, elaborando tabacos con la materia prima que arribaba del nuevo mundo de Colón. Ellas, en contacto diario con las aromáticas hojas, terminaron consumiéndolo asiduamente (tal fue el caso de Carmen, la del libro y la ópera).
Por esa hendija le entró el humo del tabaco a la culta Europa, sumándose a su causa una gran cantidad de damas de la alta sociedad. Estas lo unieron al arsenal de la coquetería femenina, junto al abanico, el pañuelo, los guantes y la sombrilla, para servir como lenguaje de signos y expresar sus más íntimos e inconfesables pensamientos.
La “top model” Duquesa de Alba posó para Goya en dos de sus más atrevidas pinturas: La maja desnuda y, después, La maja vestida (con las cuales el famoso pintor contradijo la regla de que primero es vestida y después desnuda). La misma era una apasionada consumidora de tabaco y muchos le atribuyen el invento de la boquilla para no tocar el cigarro y así no manchar los dedos o el guante.
A la popularidad del consumo del tabaco por mujeres contribuyeron publicaciones y revistas de todo tipo, haciendo su irrupción al cine de la mano y la boca de Greta Garbor, la divina del Diablo y la Carne, que repartía besos nicotínicos con el amante de turno.
Fueron los tiempos de excesos, la “belle epoque”, donde la incomparable Marlene Dietrich simultaneaba la imagen de diosa de la venustidad y de mancebo andrógino: ella expelía glamour por los poros y voluptuosidad sin ahorro y la más singular forma de fumar puros de la historia del cine.
Más cercanas en el tiempo, Ava Gardner, recibió de regalo de su amigo Hemingway los restos del tabaco que fumaron ambos el día en que se conocieron: ella en reciprocidad le envió un blúmer usado.
Asimismo Marilyn Monroe fumaba puros en la intimidad, quizá obsequiados por su amigo presidente.
Las literatas no quedan exentas de la moda y consumo de la nicotanum-tabacum. Entre ellas Virginia Woolf, George Sand (amante de Chopin) o Bonny Parker (poetisa y asaltadora de bancos junto a su amante Clide), la cual fumaba y escribía poemas con la misma intensidad con que disparaba la ametralladora Thompson. Todas tuvieron como acompañante y confidente al placentero tabaco.
Con el tiempo, muchos estudios científicos han demostrado que el Habano no posee las sustancias dañinas del cigarrillo, el alcohol e incluso la cafeína en altas proporciones, lo cual ha exacerbado su preferencia entre las mujeres.
En la intimidad, el aroma de un Habano enciende los sentidos del placer. Cúpula y tabaco mantienen una relación imposible de separar. Así… mientras ellas disfrutan el Habano en sus bocas, ellos conocen los sabores de sus labios y callan sus secretos.