Inocente, inocente… este plato no es lo que parece

Inocente, inocente… este plato no es lo que parece
En el Día de los Inocentes, la cocina también engaña. Trampantojos históricos y actuales demuestran que no todo es lo que parece… y que dejarse sorprender también es placer.
trampantojo receta santos inocentes 28 de diciembre
Día de los Santos Inocentes
Domingo, Diciembre 28, 2025 - 12:00

El Día de los Inocentes no solo vive de titulares y bromas: también tiene una versión deliciosa. El trampantojo —la cocina que engaña al ojo— convierte la mesa en un juego serio, donde la técnica, la memoria y la emoción se dan la mano.

En un buen trampantojo, la vista se equivoca… y el paladar sonríe.

Hay días en los que la cocina se permite jugar. No por frivolidad, sino por inteligencia. El 28 de diciembre, cuando el país se suelta el nudo de la solemnidad, la gastronomía encuentra un aliado perfecto: el trampantojo, ese plato que parece una cosa y es otra, y que nos obliga a desconfiar de la primera impresión.

Comer —cuando se come de verdad— no es solo alimentarse. Es interpretar, recordar, emocionarse. Y, a veces, dejarse engañar con gusto: una trampa consentida, elegante, que nos recuerda que no todo es lo que parece.

El arte de engañar al ojo: cuando la alta cocina decide jugar

El trampantojo no nace como moda ni como simple alarde técnico. Tiene raíces en el trompe-l’œil pictórico, esa tradición que convertía el engaño visual en prueba de dominio. La cocina contemporánea recoge ese testigo cuando entiende que el acto de comer empieza antes del primer bocado, justo en lo que creemos que vamos a probar.

Uno de los grandes puntos de inflexión llega con Ferran Adrià y su universo de "elBulli", donde la relación entre forma y sabor dejó de ser estable. La aceituna líquida —idéntica a una aceituna tradicional, pero capaz de estallar en la boca liberando su esencia— no era solo sorpresa: era un mensaje. El comensal aprendía una regla nueva en la mesa: no dar nada por sentado.

trampantojo de aceituna de Adriá
aceituna líquida

En otra clave, Massimo Bottura llevó el trampantojo al terreno del relato. Su famoso Oops! I dropped the lemon tart no engaña tanto por el sabor como por la escena: parece un accidente, un plato “mal servido”. En realidad es una composición precisa que convierte el error en emoción. Aquí el trampantojo es memoria, ironía fina y narrativa.

Y cuando el juego se vuelve psicología, aparece Heston Blumenthal. Su icónico Meat Fruit —una mandarina perfecta que, al abrirse, revela un parfait de foie gras— confronta al cerebro con un conflicto delicioso: lo que se ve y lo que se prueba no encaja… hasta que encaja. No es un truco: es una experiencia diseñada.

En España, el trampantojo ha encontrado una lectura propia, más ligada al producto y al refinamiento que al golpe de efecto. Martín Berasategui lo ha usado con sutileza, integrando la sorpresa sin que eclipse el sabor. Quique Dacosta, por su parte, lo ha llevado a un territorio más artístico, donde el plato puede parecer paisaje, material o idea antes que receta.

TRAMPANTOJO DE PIMIENTOS QUE SON CHOCOLATE DEL RESTAURANTE DISFRUTAR
Postre Restaurante Disfrutar

Y cuando se habla de precisión contemporánea, el nombre del Restaurante Disfrutar aparece casi inevitable. Su cocina ha convertido el trampantojo en disciplina: elaboraciones que descolocan, sí, pero con una intención clara: elevar el placer, afinar la técnica y convertir la sorpresa en una forma de disfrute consciente como este postre que parecen pimientos y en realidad es chocolate.

Por qué el trampantojo encaja con el Día de los Inocentes

El trampantojo funciona porque apela a algo profundamente humano: el placer de la sorpresa. En un mundo saturado de imágenes y estímulos, estos platos obligan a frenar, a mirar dos veces, a aceptar que la primera impresión puede ser un espejismo.

Por eso el Día de los Santos Inocentes le sienta tan bien. No se trata de reírse del otro, sino de compartir una complicidad. El comensal cae en la trampa sabiendo que quiere caer. Y cuando cae, sonríe.

Hoy el trampantojo ha saltado de los templos gastronómicos a pastelerías, cocinas domésticas y redes sociales. Pero su esencia sigue intacta: contar algo a través del engaño, provocar emoción sin perder respeto por el producto ni por quien se sienta a la mesa.

Este 28 de diciembre, quizá el mejor homenaje no sea una broma pesada, sino un plato que nos recuerde una idea sencilla y muy verdadera: mirar no siempre es entender. A veces, la experiencia empieza justo cuando el ojo se equivoca y el paladar toma el control.

Porque sí: inocente, inocente… pero solo hasta el primer bocado.