Vermut: El renacer de la tradición

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Eugenia Miras
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En el umbral entre el hambre y la sed antes de las dos de la tarde hay un limbo para la conversación, para el reencuentro social y para celebrar una primera vez, sí, para maridar instantes irrepetibles con este gran licor en su sacra hora: La hora del vermut o vermú, un momento para empatizar y enamorarse de este espirituoso así como de quien lo comparta con uno, incluso en su manera más novata de beberlo.

Origen del vermut

En la Antigua Grecia, Hipócrates, el gran médico de su tiempo mezcló vino con ajenjo, una hierba, para crear un remedio más que santo. No obstante el vino hipocrático fue rescatado por los alemanes durante el siglo XVI, quienes lo bautizaron wermut, el cual traducido de este idioma germánico significa ajenjo.

Antonio Carpano, un destilador italiano, fue el que le dio su gran esquema de composición, al menos ese al que actualmente se parece con un aproximado de 30 hierbas aromáticas. Éstas son las responsables de ese sabor tan distintivo entre los grandes de la coctelería.

Su color varía en escalas radicales que van desde el rojo al blanco roto y al amarillo, por no decir su sabor el cual puede ser más dulce, amargo o picante. Sean cuales sean las particularidades de cada denominación, éste es uno y único, sin importarle a la vista o al paladar el fin es el mismo, pues celebra el momento más esperado del día: La hora del vermut.

El renacer de la tradición

Algunos lifestyle dirán que está de moda, pero no, pues ésta es efímera a diferencia de la tradición, la cual como la identidad se mantienen a lo largo del tiempo. No obstante la tradición de su consumo como muchas otros referentes socio-culturales se han visto obligados a reinventarse en nuevos ámbitos, a veces por accidente y otros por nostalgia.

El licor al que se le ha asociado durante una larga temporada con el ocio del jubilado, durante sus partidas de naipes sobre un tapete verde en los bares más castizos, hoy sale del grifo a borbotones en un consumo que se ha multiplicado milagrosamente.

Este fenómeno el cual recoge el periodista belga especializado en licores en El gran libro del vermut, deja claro como éste regresa condecorado a destronar a otros en el acto social de beber, por lo tanto las grandes empresas destileras como las pequeñas o recién alumbradas buscan su hueco en las mesas donde se habla de la vida y lo bello que es vivir.

El vermú desde mediados del S. XIX ha sido un sello de tradición española durante el aperitivo. Hoy regresa con más fuerza que nunca tras unas décadas de olvido en charlas dominicales entre hombres de bien pero de otra época. Este caldo renace de las buenas costumbres para ser parte de un fenómeno social de estas nuevas generaciones que buscan experiencias únicas con o sin filtros fotográficos pero con muchas etiquetas con las que identificarse y presentarse.

Hay un redoble de tambores por el renacimiento del vermú, a causa de este resurgir se está produciendo una revolución en la coctelería, en las barras y en especial en el disfrute del ocio tanto de jóvenes adultos como de adultos siempre jóvenes.

Artesanos vermuteros y viceversa

Con sentido de la justicia del paladar, críticos y consumidores abren paso a los pequeños fabricantes. De esta manera nacen, en España y otras localizaciones nuevos vermuteros que presentan un producto casero, de calidad óptima y de corte artesanal.

Esto no es una moda, sino la reivindicación del poder legítimo del soberano espirituoso en el sacro instante antes de comer: La hora del vermut. Degustarlo es un honor que refuerza la presencia de uno sin ser necesarias las etiquetas en redes sociales, porque estás, estás de verdad como en un acto de fe social, especialmente para todos aquellos que aún creemos en las tertulias que despiertan el apetito y esa inquietud hacia el mundo, que solamente se da en la interacción real entre las personas.

Su presencia en el cine

Dentro de los grandes parlamentos en la historia del guión del cine su aparición es imborrable convirtiéndolo en un clásico, y ya sabemos que pasa con los clásicos, adquieren valor por tradición aunque a veces sea nostalgia.

Durante el rodaje de la película Cagliostro, el actor hizo una mezcla de la que se hizo devoto: El Negroni, un combinado que reúne los sabores del vermú, campari y la ginebra. Marylin Monroe dándole vida a Sugar, En faldas y a lo loco, durante una fiesta improvisada en un tren y con ánimo de tomarse un cóctel con sus amigas mezcla bourbon y vermut en una bolsa de agua caliente.

De esta manera aparentemente absurda, nace la genialidad y originalidad que da vida a uno de los combinados más famosos, el Manhattan, saliendo de la gran pantalla para quedarse para siempre en la carta de los bares.

James Bond, el espía de Hollywood más adorado, bebía Martinis, una mezcla sin agitar, de ginebra, vermú seco y vodka. Otro que lo llevó del cine a su corazón fue el actor Humphrey Bogart.

Esta bebida, sagrada para los grandes conversadores, celebra la maravillosa incertidumbre del principio y el fin de esa magia que se da en el reencuentro o en la primera cita.

Quien sabe si dos copas de vermut harán a dos almas enamorarse en una de esas puestas de sol únicas en Madrid, como en la película Atrapado en el tiempo donde el gusto dulce con hielo y decorado con la piel de un limón hacen de esta bebida a un cupido sensato, que seduce y encanta a través del tiempo.

La hora del vermut debería ser sagrada como el Sabbath. Alabar el descanso y los domingos al sol en donde quiera que nos cuide la sombra de un árbol durante el verano, mientras sorbemos a traguitos el corte artesano y tradicional de estos caldos que definen a nuestra cultura social cercana, entre familia, amigos y vecinos.

Pero, siempre amigos míos recordar que el amor como el vermut a sorbos y con moderación, pero eso sí, con el corazón abierto y la libertad del tiempo para disfrutarlo.

Fuente: ABC España

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Eugenia Miras