A menudo se identifica lo caro con un precio alto y lo barato con un precio bajo. Pero esto es un error. Lo fundamental es valorar la relación calidad-precio. Hay productos, por ejemplo, que tienen un precio alto, pero es acorde a su calidad; y otros que resultan ser caros, con un precio demasiado elevado que no está justificado.
En el mundo de la gastronomía, es importante aprender a valorar los aspectos que influyen en el precio de los productos y servicios, para saber distinguir entre lo que es caro, lo que tiene un precio razonable y lo que puede considerarse barato. De esta manera, evitaremos pagar de más y, al mismo tiempo, estaremos fomentado la calidad y la transparencia en la gastronomía.
Productos de alta gama
En general, el precio de un producto va a depender de la dificultad para encontrarlo, así como del trabajo y el coste que requiere su producción. Aunque, por supuesto, también influyen otros factores relacionados con la oferta y la demanda o determinados aspectos psicológicos.
La trufa blanca, normalmente, tiene un precio alto por su rareza y su excepcionalidad. Pero no siempre está justificado. Incluso, hay restaurantes que abusan de ella, utilizándola en platos donde no armoniza con el resto de ingredientes, solo para poder subir su precio.
Lo mismo ocurre con las angulas o el caviar, un producto que, según sus cualidades y su procedencia, puede llegar a ser muy escaso y valioso. Sin embargo, en ocasiones se añade a platos que, lejos de enriquecerlos, los estropea.
El coste de producción
El jamón ibérico puro de bellota es un producto que, aunque puede llegar a tener un precio muy elevado, resulta bastante barato, teniendo en cuenta el trabajo que requiere su elaboración.
Para obtener un buen jamón, es necesario criar al cerdo ibérico en la dehesa, con espacio suficiente para que pueda moverse y alimentarse de bellotas. Luego, se aplica un cuidadoso proceso de preparación y maduración del producto, y un envejecimiento que puede durar 3 años o más.
Algo similar sucede con otros productos elaborados como el vino (que, en España, suele ser bastante barato), los quesos o las conservas de pescado y marisco y las vegetales.
Restaurantes caros y baratos
En un restaurante, naturalmente, influye mucho el tipo y la calidad de la materia prima que se utilice. Si se ofrece trufa, caviar, percebes o angulas en temporada, es evidente que el precio será más alto.
Pero la materia prima no es el único factor a tener en cuenta, ya que el precio incluye otros aspectoscomo la complejidad de las recetas, los costes del personal que trabaja en la cocina y en la sala, la calidad del servicio y la atención al cliente, el interiorismo, el alquiler y el mantenimiento del local, los impuestos, entre otras cosas.
Todos estos factores pueden suponer que los precios en un restaurante sean más elevados, sin ser caro. En cambio, hay restaurantes con precios relativamente asequibles que podrían considerarse caros, teniendo en cuenta lo que uno recibe a cambio.
Aspectos subjetivos
Lo que es cierto es que, al final, “caro” o “barato” es una impresión subjetiva y depende, en gran medida, del valor que uno le da a las cosas.
Hay personas que valoran mucho la atención, la escenografía, la localización, el estar al aire libre o tener unas vistas maravillosas y, aunque la comida no sea de gran calidad, quizá no les parezca caro. También hay personas que se fijan más en lo que les sirven en el plato, y van a valorar los precios en función de lo que disfruten con la comida.
La buena noticia es que, hoy en día, tenemos a nuestro alcance una amplia y variada oferta, con productos que, hace años, eran prácticamente inaccesibles, y con opciones para todos los gustos.