Torcedor, simple palabra, que hace pensar en hojas de tabaco, chaveta, goma vegetal, molde, guillotina. Todos ellos en un movimiento constante, suave, artístico y esmerado, en el que los hombres y mujeres dedicados a este oficio, logran esculpir tripa, capote y capa, enviando a diversas regiones el puro de más calidad en el mundo.
Durante más de doscientos años ha recaído en los torcedores gran parte de la responsabilidad de la fama del puro procedente de Cuba, pues si bien es más que agotadora y minuciosa la faena de los vegueros, en las manos, tacto y vista de los tabaqueros está la esencia para la confección final del producto.
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Cuando el nombre de Cuba apenas se conocía en el mundo, el tabaco ya era llevado triunfante en diversas formas: rapé, rama, picadura para pipa y otras. Pero era el puro torcido a mano, el Habano, el deleite de los fumadores. La historia del torcedor entonces se torna larga y compleja, si se atiende a que "tabaco y azúcar constituyen la armazón entre la que se estructura nuestra nacionalidad", al decir del sabio cubano Fernando Ortíz. Ellos constituyen uno de los grupos más relevantes da la nacionalidad cubana.
La libertad en el cultivo del tabaco, autorizo oficial de 1614, facilitó una extensión de las zonas para obtener las preciadas hojas, y el desestanco de su monopolio, que mantuvo asfixiada a esta industria por cien años, dictado por Real Decreto de Fernando VII, posibilitó a partir de 1817 la libertad de cultivarlo, elaborarlo y comerciarlo.
La demanda del tabaco cubano exigía la consolidación de una moderna y poderosa industria y la especialización del trabajo para responder a las necesidades del mercado. Si bien los primeros torcedores fueron los propios cosecheros, que elaboraban sus tabacos para la fuma y venta, la Villa de San Cristóbal de la Habana y la isla se llenarían de Chinchales, esencialmente negocio familiar y fuente de trabajo para los torcedores.
A principios del siglo XIX, se torcieron tabacos en la Factoría, cárceles o presidios y en los cuarteles. También en la Casa de Beneficencia (a partir de 1799), en la cual las recluidas, blancas o negras, debían dedicarse "a la enseñanza de librar cigarros". Se torcía además en las casas particulares y en las tabaquerías que abrían sus puertas. El primer taller fue el de Francisco Cabañas, que agrupó a 16 operarios.
En la década del veinte se multiplicaron el número de talleres y torcedores. La Metrópoli Española dicta varias órdenes, bandos y artículos, como el del 25 de enero de 827 en el que por Orden Real "no se cobraría en adelante el derecho de elaboración y podrán ejercer libremente su industria los tabaqueros y cigarreros, sin estar sujetos a la pensión que antes les estaba impuesto".
Los tabaqueros, con su actuar, han escrito páginas brillantes en la cultura de la nación y su influencia ha sido preponderante en la sociedad cubana. Fundan la Sociedad de Socorros Mutuos de Artesanos de La Habana, "La Fraternal" de Santiago de las Vegas y la "Sociedad de Artesanos" de San Antonio de los Baños, integradas fundamentalmente por los operarios de las tabaquerías. El Gremio del Ramo de Tabaquería fue gestor de las primeras huelgas obreras a fines del siglo XIX y principios del XX.
En la emigración en los Estados Unidos, José Martí los identificó como "la turba obrera, el arca de nuestra alianza, el tahalí bordado de manos de mujer donde se guarda la espada de Cuba" (J. Martí, OC, Tomo IV, p 278). Hombres como Miguel Fernández Roig, asesinado en la República, y Lázaro Peña, líder de la clase obrera, proceden de los tabaqueros.
Los torcedores continúan una ardua labor para lograr la calidad en las galeras, Casas del Habano y otros sitios. Jóvenes en su mayoría, mantienen una obra creadora de nuevas vitolas para que el Habano continúe en la preferencia que ha mantenido por siglos.
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Son más de medio centenar de fábricas de exportación conmás de tres mil torcedores, muchos jóvenes y que en su mayoría se dedican a catar las vitolas. Los tabaqueros han continuado por la senda que sus antecesores le trazaron, confeccionando con sus manos verdaderas joyas que mantienen la misión de ser embajadoras por excelencia de Cuba.
Fuente: Revista Excelencias Turíaticas Edición No. 138