La alimentación, un derecho de todos

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Rafael Ansón
Categoría
alimentación

Prácticamente todas las constituciones de los países occidentales, de las democracias liberales de Occidente, incluyen como derechos fundamentales el de la vivienda, la salud y la educación. Por supuesto creo que los tres son muy importantes, pero no entiendo que en ninguna de esas constituciones se haya incorporado también el derecho a la alimentación.

Derechos fundamentales

Todo el mundo tiene derecho a una vivienda digna, pienso que, con más razón, tiene que tener derecho a una alimentación digna. Naturalmente que es necesario garantizar la igualdad de oportunidades para la educación y quizás, con más motivo, habría que garantizar el derecho a una igualdad de oportunidades para la alimentación.

Por supuesto es fundamental que exista una sanidad pública que cubra las necesidades de todo el mundo por igual pero, como en los casos anteriores, y en este con más razón, una alimentación saludable es igual de exigible en cualquier estado o comunidad moderna. Todas las personas tienen la necesidad esencial de alimentarse, de nutrirse adecuadamente, de comer de una manera saludable.

Y quiero mencionar como inciso que, si realmente la gente se alimentara de una manera adecuada, los gastos en Sanidad -una parte considerable de los presupuestos de cualquier país, comunidad autónoma o ayuntamiento- podrían reducirse casi al 50%. Muchas, muchísimas enfermedades que requieren atención sanitaria derivan de una alimentación inadecuada, por exceso o por defecto.

El derecho a la alimentación en la Constitución

La incorporación del derecho a la alimentación en las constituciones tendría que plantearse estableciendo en qué consiste ese derecho a la alimentación.

La incorporación debería ir acompañada de una Ley General de la Alimentación, que defina y establezca lo que debe ser la gastronomía y la alimentación en el siglo XXI. Una actividad que, por un lado, tiene que ser saludable pero, también solidaria y sostenible. Y, es fundamental que sea satisfactoria.

Alimentación saludable, solidaria, sostenible y satisfactoria

La alimentación saludable se debe plantear, fundamentalmente, para acabar con el hambre y con la malnutrición, en especial en el caso de los niños. Pero debe centrarse también en evitar la mala alimentación por exceso, algo que es muy habitual en las democracias occidentales y en los países más desarrollados.

En ese sentido ya se adelantó el Parlamento Europeo con su Resolución de marzo de 2014 sobre el patrimonio gastronómico europeo: aspectos culturales y educativos. Considerando que "el estado de salud y el bienestar de la población están condicionados por la alimentación y el medio ambiente", insta a los estados miembros a incorporar en sus planes educativos, desde la primera infancia, "conocimientos y experiencias sensoriales sobre alimentación, salud nutricional y hábitos alimenticios, incluidos aspectos históricos, territoriales y culturales, pero también basados en la experiencia".

El apoyo al derecho a la alimentación tiene que fomentar, también, la defensa de una alimentación solidaria y, sin duda, sostenible. Y debe englobarse todo en el marco de la Transición Ecológica y Digital que caracteriza este siglo XXI.

Naturalmente, la alimentación no puede dejar de ser satisfactoria, producir placer a las personas y no solo por razones sensoriales, sino también, por razones psicológicas y de equilibrio personal.

Los eslabones de la cadena alimentaria

Por otro lado, la única forma de conseguir que todo el mundo tenga  acceso a esa alimentación saludable, solidaria, sostenible y satisfactoria es que los estados promuevan la evolución y el desarrollo de todos los profesionales, de todos los "eslabones" de la cadena alimentaria.

La hostelería es, sin duda, una parte muy importante de la cadena alimentaria, los restaurantes, casas de comidas, bares, cafeterías y coctelerías; pero igual de importante, o más, son los otros eslabones, es decir, la producción, la industria, la distribución y el comercio.

Es fundamental que los profesionales del sector primario (agricultores, ganaderos y pescadores) reciban las retribuciones económicas adecuadas y que tengan el reconocimiento laboral y social que merecen.

De la misma manera los profesionales de la industria, los que transforman los alimentos convirtiéndolos en productos no perecederos y consiguiendo resultados tan espectaculares como el vino y otras bebidas, o los aceites, especialmente el de oliva.

Sin olvidar las cadenas de distribución, sin las cuales los mercados quedarían desabastecidos. Y, por supuesto, los mercados y tiendas de alimentación, los supermercados, así como los pequeños comercios.

Finalmente, el último eslabón, el que facilita el consumo a las personas, tanto el consumo público en restaurantes, bares, tabernas o casas de comidas, como el consumo doméstico.

Fuente: Gastrocultura

Credito
Rafael Ansón