En el marco de la Semana de la Cocina Italiana en España, que se celebra del 14 al 20 de noviembre, el Instituto Italiano de la Cultura de Madrid acogía un Congreso sobre la Dieta Mediterránea, en el que varios expertos en alimentación y nutrición valoraban el arraigo de esta cultura gastronómica en los pueblos mediterráneos y sus incontestables beneficios tanto para la salud como para el medio ambiente. Con el lema “Convivialidad, sostenibilidad e innovación: los ingredientes de la cocina italiana para la salud de las personas y la protección del planeta”, la Semana de la Cocina Italiana en el Mundo acoge actividades en las que promueve la cultura gastronómica del país.
La ponencia, que estaba moderada por el periodista Alberto Luchini, estuvo protagonizada por las intervenciones de los académicos invitados, procedentes tanto de España como de Italia: Gabriele Volpato, de la Universidad de Ciencias Gastronómicas de Pollenzo, Jesús Román Martínez Álvarez, de la Universidad Complutense de Madrid y Presidente de la Fundación Alimentación Saludable, Raffaele Carraro, de la Universidad Autónoma de Madrid (Facultad de Medicina), endocrinólogo y nutricionista del Hospital Universitario de La Princesa y Luca Piretta, de la Universidad Campus Bio-medico de Roma.
El encuentro fue inaugurado por el ministro de Agricultura y Soberanía Alimentaria de Italia, Francesco Lollobrigida, quien de forma telemática destacaba “el papel de la Semana de la Cocina Italiana en España al servicio de la cultura y de la producción agro-alimentaria de nuestro país”. En relación a este Congreso de la Dieta Mediterránea, Lollobrigida señalaba que “debemos tener el valor de proyectar un futuro sostenible y solidario para nuestro valioso sector productivo agroalimentario básico”. “La Mediterránea es una Dieta basada en comida biológica, con una calidad tutelada, un nivel de procesamiento reducido y procesos productivos heredados desde hace generaciones”, agregaba.
También participaban en este discurso inaugural el Embajador de Italia en España, Riccardo Guariglia, quien señalaba que “en España no solo no podía faltar una iniciativa sobre la Dieta Mediterránea, sino que esta tenía que convertirse en uno de los ejes de la programación de esta Semana de la Cocina Italiana en España”, y la directora del Instituto Italiano de la Cultura en Madrid, Maria Luisa Pappalardo, quien destacaba “el estrecho enlace entre la gastronomía y la cultura, que no puede ser más verdadero en dos países como Italia o España”.
La conversación versaba acerca de varios aspectos alrededor de la dieta mediterránea, como sus implicaciones medioambientales y para la salud del planeta, su relevancia para la salud de las personas, o su relación con los formatos de etiquetado frontal que se están valorando en la Unión Europea. El futuro de esta tradición alimentaria, Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO desde 2010, era valorado por estos expertos en la materia, en un contexto de efervescencia de los productos ultraprocesados y del consumo de comida rápida, que chocan con los principios de la Dieta Mediterránea.
El primero en intervenir fue Gabriele Volpato, profesor de la Universidad de Ciencias Gastronómicas de Pollenzo, quien centró su discurso en valorar la amenaza que supone el cambio climático para la vigencia de la dieta, ya que afecta a la salud medioambiental de los territorios y, por ende, a las producciones de alimentos. “Una de mis preocupaciones en relación a la Dieta Mediterránea es la separación entre esta dieta de forma codificada y lo que ocurre en el territorio, donde está Dieta Mediterránea se produce”, comenzaba diciendo en relación a las dificultades que están teniendo que soportar ciertas producciones debido a las inclemencias climáticas.
“El Antropoceno y el cambio climático están impactando fuertemente en el mar Mediterráneo, que se está calentando más rápido que otros mares. Esta temperatura en aumento y la mayor presencia de sal están modificando las condiciones de vida de las diferentes plantas y animales que han constituido la Dieta Mediterránea a lo largo de miles de años”, argumentaba Volpato sobre los cambios que están sufriendo los ecosistemas mediterráneos. “Nos podemos encontrar, a lo largo del Mediterráneo, con problemas en los próximos años en relación a productos como el vino, el trigo o el pescado, y esto va a ser un problema grave para la alimentación de las 500 millones de personas, aproximadamente, que viven alrededor de la región”. “La biodiversidad se mantiene con la producción a pequeña escala, no con la producción intensiva”, sentenciaba.
Por su parte, Jesús Román Martínez Álvarez, profesor de la Universidad Complutense de Madrid y Presidente de la Fundación Alimentación Saludable, comenzaba afirmando que “hablamos de la Dieta Mediterránea como algo divino, algo que debemos adorar, pero luego no hacemos nada para promoverla”. Este rotundo enunciado servía para dar paso a la lección histórica, en la que explicaba la transición en los últimos años de una dieta tradicional basada en alimentos vegetales hacia las dietas ricas en azúcares añadidos y grasas animales.
Echó mano de los datos publicados por la Encuesta Nacional de Salud en España, elaborada por el Ministerio de Sanidad, Consumo y Bienestar Social en 2017, que demostraba que en los últimos 30 años el porcentaje de obesidad y sobrepeso en adultos ha ido en aumento. Sobre esto, Martínez señala que uno de los grandes problemas ha sido el desconocimiento. “El colesterol de la comida no influye en el colesterol de la sangre de las personas, sino la grasa saturada. Pero eso no le entró en la cabeza la gente, que pensaba que las sardinas eran malas, las gambas también, los huevos perjudiciales… Y hoy todavía hay personas que piensan eso. Romper ideas preconcebidas es otra de las tareas pendientes de la Dieta Mediterránea”.
Otra de las tareas pendientes es, según el profesor, garantizar un acceso a la dieta mediterránea para todo el mundo por igual. Según un estudio del IRCCS Neuromed, cuyos resultados han sido publicados en el International Journal of Epidemiology, la dieta mediterránea solo reduciría el riesgo de enfermedad cardiovascular a personas de clase alta. “Las disparidades socioeconómicas en salud también están creciendo en el acceso a dietas saludables”, argumentaba.
En esta misma línea, el profesor de la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Madrid, y endocrinólogo y nutricionista del Hospital Universitario de La Princesa, Raffaele Carraro, centraba su intervención en reivindicar los efectos positivos de la dieta mediterránea en la prevención de diferentes patologías, como la obesidad, la osteoporosis, el deterioro cognitivo o el cáncer de estómago. “Esta dieta no tiene solo un poder preventivo, sino también curativo”. “La producción científica sobre la relación entre bienestar y dieta mediterránea se ha acrecentado en las últimas décadas, dando lugar a la publicación de estudios de gran impacto”, expresaba.
El último ponente del encuentro, Luca Piretta, profesor de la Universidad Campus Bio-médico de Roma abordó una de las cuestiones más polémicas en el mundo de la nutrición: el etiquetado frontal. El papel del controvertido Nutri-Score ha estado desde su creación sometido a críticas, principalmente en relación a la poca claridad en la información que proporciona. Se trata de un sistema de etiquetado nutricional frontal, que clasifica los alimentos en categorías de la A a la E, representadas con un semáforo de cinco colores.
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Las principales argumentos en contra de este sistema están relacionados con la arbitrariedad con la que valora los alimentos, ya que por ejemplo no distingue las grasas buenas de las malas, no analiza el grado de procesamiento de los alimentos, no tiene en cuenta las porciones habituales que se consumen del alimento, ya que mide sus nutrientes en base a una porción de 100 gramos, ni observa el valor nutricional del alimento de manera global. En definitiva, se trata de una manera de informar al consumidor simplista y poco clarificadora, y que en muchas ocasiones otorga a productos muy procesados una buena consideración nutricional.
Como alternativa a este sistema, los Ministerios de Salud, Desarrollo Económico, Agricultura y Asuntos Exteriores italianos desarrollaron en 2019, en colaboración con otros actores del sector como asociaciones de consumidores, representantes de productores de alimentos y científicos de la nutrición, el ‘Nutrinform Battery’, un concepto diferente de etiquetado frontal que, más que considerar los alimentos como saludables o no saludables, aporta información clarificadora sobre los nutrientes de cada uno y el porcentaje que representan dentro de las raciones diarias recomendadas, de manera que se orienta al consumidor en vez de condicionarle.
En ese sentido, habrá que ver cómo avanza el proyecto de reglamento comunitario sobre el etiquetado frontal de los alimentos, fijado para principios de 2023, y para el que se valoran otras opciones como introducir códigos QR con una información mucho más detallada sobre el componente nutricional de los alimentos u otros aspectos relacionados con su procedencia y modo de producción.