La cocina de Elisabet Farrero y el románico de la Vall de Boí

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Enric Ribera Gabandé
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Plato de El Ventador, Barruera.

Foto: Plato de El Ventador, Barruera.

Pasión es lo que siente Elisabet Farrero delante de los fogones de su restaurante El Ventador de Barruera al elaborar platos de cocina autóctona fusionados con ingredientes asiáticos. Del mágico toque de algunos ingredientes de Medio Oriente y de las carnes de ternera producida en la Alta Ribagorza, por la propia familia de Elisabet, y las de cordero, surgen sorprendentes sabores 'umami', sabores únicos y singulares, que solamente se pueden degustar en El Ventador, bello lugar rodeado de un maravilloso paisaje y una arquitectura histórica, donde descubrir, experimentar y degustar el arte de la buena mesa de montaña, es un todo un placer para los sentidos.

Con el tacto elaborador de Elisabet, una de las más brillantes chefs que tiene en estos momentos Catalunya, crea platos que son joyas gastronómicas del arte restaurador. Por poner algunos ejemplos, los dados de ternera ecológica del Pirineo de Lleida con cama de cebolla caramelizada y reducción de soja, enamoran a los comensales. Como también lo hace, el singular plato de cuello de cordero de la Alta Ribagorza cocinada a baja temperatura con dátiles. Las manitas de cerdo desosadas con gambas y salsa de ostras; y el mar y montaña, compuesto de raviolis de costilla de cerdo del Pirineo y anguila del Delta del Ebro, son un beso al paladar.

El Ventador es un pequeño templo del arte restaurador catalán. La propuesta gastronómica sorprende. Trabaja muy acertadamente la cocina creativa de montaña, con los productos locales que siempre están presentes, logrando platos de diseño. El menú se pasea por los sabores, colores y texturas de forma sublime. Cada semana el menú varía. El precio de éste es muy acertado. Se sitúa sobre los cincuenta euros.

Fruto de su impecable labor frente a los fogones, Elisabeth Farrero, fue merecedora del Premio revelación 2022 otorgado por la 'Acadèmia Catalana de Gatronomia i Nutrició', un galardón que muy pocos lo disfrutan.

Foto- Elisaqbet Farrero.
Foto- Elisabeth Farrero.

 

Turismo de la Vall de Boí

Hacer senderismo en los Pirineos, es otra alternativa a la gastronómica; es cosa de verano, mientras que ir a esquiar es una actividad de invierno, pero visitar las iglesias románicas es un plan perfecto para cualquier época del año. Aigüestortes ofrece unas cumbres que superan los tres mil metros de altura; ríos, barrancos, cascadas y ciénagas que  hacen sentir, verdaderamente, el país del agua. Más de 200 estanques de formas y colores diversos, y una gran diversidad de especies animales y vegetales que luchan para sobrevivir en un medio físico riguroso, dan vida a este espacio natural protegido único del sur de Europa. Todo ello unido al románico que presenta el Valle de Boí, que es excepcional por la concentración en un espacio reducido de un número tan elevado de iglesias de un mismo estilo arquitectónico. Estas iglesias se han conservado a lo largo del tiempo con pocas modificaciones gracias al aislamiento del Valle hasta bien entrado el siglo pasado, y que son Patrimonio Mundial de la UNESCO.

Plato de El Ventador, Barruera.
Plato de El Ventador, Barruera.
Plato de El Ventador, Barruera.
Plato de El Ventador, Barruera.
Plato de El Ventador, Barruera.
Plato de El Ventador, Barruera.

 

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Enric Ribera Gabandé