Adeptos y detractores tiene la tendencia in crescendo del vino sin alcohol. Pero, ¿quién alguna vez no deseó beber una copa en momentos que bien por cuestiones médicas o contextuales era inviable? pues ahora no resulta nada descabellado. El consumo analcohólico tiene más ventajas que desventajas. Te contamos un poco por si te animas a darle la bienvenida en tu mesa.
Los vinos sin alcohol no pueden asumirse como vinos tradicionales, a pesar de que en su mayoría preservan sus aromas y sabores característicos, su elaboración incluye un paso extra: la desalcoholización. Aun cuando se suelen elegir uvas que naturalmente producen menos grado alcohólico, siempre es necesario desarrollar técnicas físicas como los conos rotatorios, donde se extraen primero los aromas volátiles y luego el alcohol a baja temperatura. Justo esta es la clave para conservar sus cualidades organolépticas y la calidad del vino.
Las virtudes del vino sin alcohol
Claro que si el vino no tiene alcohol queda resuelta una de las grandes preocupaciones de las fiestas los domingos en la noche. Esta versión está libre de sus efectos secundarios. Todo ello lo hace una opción ideal en situaciones sociales o laborales donde mantener la lucidez es esencial.
Otra ventaja es que al presentar un tercio menos de calorías que sus contraparte, ayudan a controlar el peso y a una vida más saludable. Asimismo, suponen una variante inclusiva para embarazadas, o personas bajo tratamiento médico. No en vano, están cada vez más presentes en mercados de países como Estados Unidos, Reino Unido, Alemania y Japón
Aunque la variante ha crecido en disponibilidad, su oferta todavía es limitada en comparación con los vinos tradicionales e incluso de mayor valor económico. En España, por ejemplo, que es uno de los países donde avanza la tendencia, marcas como Win, de Matarromera, Freixenet, Codorníu, Grandes Vinos, Familia Torres han aplicado sus propias técnicas para ganarse sobre todo al público joven, el que más le abre las puertas a los brindis sobrios.