Bélgica pretende conquistar no solo con sus cervezas, sino también con vinos. Desde 2019, la producción de espumosos belgas ha disparado su popularidad en el mercado europeo, cuando el Crémant de Wallonie del viñedo Chant d'Éole mereció la medalla de oro en un concurso internacional, superando a reconocidos champagnes franceses.
Desde entonces, la industria ha experimentado un crecimiento notable. Se trata de un fenómeno, impulsado por el cambio climático y el ingenio de los viticultores locales. De hecho, en 2023 se alcanzó un récord histórico de producción.
El impacto del cambio climático en la viticultura belga
El clima de Bélgica suele ser poco favorable para la viticultura. Sin embargo, el aumento reciente de las temperaturas ha propiciado el cultivo de variedades de uva que antes requerían climas más cálidos. Similar ha ocurrido en países como Alemania y Reino Unido.
No obstante, persisten otros fenómenos meteorológicos extremos, como lluvias torrenciales y heladas tardías, que generan condiciones menos fértiles. Ante ello, los productores han adoptado estrategias como el uso de variedades de uva más resistentes y la implementación de técnicas avanzadas de manejo del viñedo.
El vino belga
Entre las peculiaridades del vino belga está su propensión a los espumosos y vinos blancos ( que ocupan más de 50% del total de la industria) debido a la composición del suelo. La producción se centra en el sur del país, donde predomina la piedra caliza, típica de la región francesa de Champagne. De ahí su coincidencia en la variante.
Estos vinos, conocidos por su acidez y frescura, se han convertido en el maridaje perfecto para platos tradicionales belgas, como las patatas fritas. En menor medida han desarrollado vinos tintos y rosados.
Aunque el sector vitivinícola belga aún está en desarrollo, su auge demuestra cómo la innovación y la adaptación al cambio climático son capaces de potenciar una tradición vinícola de escala mundial.