Llueve en España y que no falten migas

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Gabriela Sánchez
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migas

¿Bendita o maldita lluvia? Tras más de dos semanas con el cielo encapotado y los paraguas al alza en España, muchos ya no saben qué tanto agradecer este diluvio interminable. Siempre habrá en el sur, quien lo celebre como se merece: con harina, aceite, ajos, “tajás” y una buena sartén al fuego. Y es que si hay una tradición que se activa con la lluvia en lugares como Almería, Murcia o parte de Granada donde el clima suele ser árido, esa es la de preparar migas. Tanto en casa como en restaurantes, las migas se incluyen como un imprescindible lo mismo de comidas que de cenas o incluso desayunos. 

Pero, ¿de dónde viene esta tradición? 

Hay varias teorías. Una apunta al mundo pastoril, según ella los pastores, atrapados por la lluvia en sus travesías, cocinaban migas en cuevas o corrales con lo poco que llevaban encima: harina, aceite, ajos y alguna vianda de la matanza. 

Otra versión propone que nació del hábito de sacar el pan duro a la calle cuando llovía, para que se ablandaran y así poder cocinarlo. No obstante, en cualquier caso, el fenómeno es el mismo: la lluvia convoca el sabor, y las migas aparecen como ritual. 

No se trata solo de comer, sino de crear toda una atmósfera que adquiere un matiz ceremonial con amigos y familia. 

Cada ciudad tiene su propia versión de la receta. Así conviven las denominaciones de migas manchegas, extremeñas, aragonesas, de Murcia, de Zamora, e incluso de Portugal. En el caso de las del sur de España la particularidad es que se elaboran con harina de sémola de trigo. Mientras, las portuguesas aunque guardan mucha similitud con las extremeñas, el pan no es ingrediente principal, sino una suerte de guarnición para la carne de cerdo, la cual se macera un día antes con sal, comino, pimentón, orégano, ajo, vino blanco, aceite, vinagre y laurel.

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Gabriela Sánchez