Los licores han llegado a nuestras mesas como dulces sorbos, que nos pacifican y nos colman de beneplácito el espíritu. Una selección de ellos puede ser ideal para un momento de amor especial
Sus orígenes ancestrales, sus formulas siempre llenas de misterio y sabiduría, han convertido a los licores en bebidas que sutilmente nos transportan a un estado de éxtasis, pues se nos presentan, nos dan la mano y quedan atados a nuestros gustos más selectos para siempre.
Ideales para el amor, por su sabor delicado y dulzón, y sus tonos casi siempre dulces, los licores pueden llegar con tonos de avellana salvaje, recuerdos a hierbas y frutos del bosque, disfrazados en el más mítico Frangelico; o con esa crema de leche fresca, combinada con miel y el más meloso espirituoso irlandés que nos brinda el Carolans.
Igualmente, si de enamorados se trata, nada mejor que darse la mano con uno de los licores más famoso del mundo, el Amaretto Disaronno, gracias a esa calidad excepcional y el sabor incomparable que nos hace recordar las puras almendras.
Si es de los que prefiere uno más delicado y sutil, debe escoger algo especiado a base de cognac con su celofán en esencia de naranjas amargas: el Grand Marnier; o un perfecto maridaje de crema de leche irlandesa, licor de whisky y tonos a chocolate que impresionan, como el Baileys.
Incluso, para una noche de amor, no debe descartarse un licor elaborado a base del más selecto café, untuoso y ahumado como el Kahlua; o el espíritu natural de naranjas dulces y amargas que nos da el Cointreau y también una bebida al estilo de la Sambuca Romana, con su anís penetrante, que se sirve con tres granos de café para la buena suerte y se convierte en el complemento ideal del mejor café espresso o cappuccino.
Entre todos, nos enamoran de la vida, nos convencen sin palabras y tocan las fibras de nuestros corazones, desentrañado nuestros más indecibles temores y haciendo aflorar los deseos más ocultos.
Los licores, tan ancestrales como el amor, constituyen por momentos fuente de inspiración, elixires mágicos que nos trasforman en seres más comprensivos, sinceros y humanos.
Parafraseando algo que dijo proféticamente el poeta Homero, trescientos años antes de nuestra era, los licores han seducido al más sensato, han relajado al más prudente y al más serio lo han hecho sonreír.
«Los licores son bebidas milenarias que sutilmente nos transportan a un estado de éxtasis amoroso»