Si hay alguien en el mundo que haya investigado y conozca bien todo lo que hay detrás de la cultura del habano es sin duda Zoe Nocedo, Directora del Museo del Tabaco de Cuba y presidenta del Comité Organizador de los Encuentros Internacionales Habana-Habanos que se celebran hace más de un lustro.
Con un Partagás Serie E Nº 2 entre los dedos y disfrutando de la septembrina tarde de Madrid, Zoe se explaya en sus conocimientos e investigaciones, pero ello no le impide “bajar a la tierra” para explicarme que el habano “es un producto claramente elitista”, ya que al igual que hay quienes desean el último modelo de coche, de ordenador, el recién aparecido perfume o una buena reserva de un gran vino, los aficionados a los cigarros cubanos disfrutan con ellos de manera similar.
Y por ello, según Nocedo, Cuba tiene la oportunidad de poseer el mejor producto Premium del mundo de los cigarros, por lo que estudiar, investigar y desarrollar la cultura del habano es un deber y una obligación.
El Museo del Tabaco se crea en febrero de 1993 dependiente de la dirección de Patrimonio de la Oficina del Historiador de La Habana y se encuadra dentro de lo que representa la museología moderna, con varias salas en las que se explican y exponen diferentes elementos sobre la Historia del Tabaco en Cuba.
Pero en la cabeza de Zoe Nocedo comparten sitio no solo los elementos del sector, sino también los efectos que redundan en el conocimiento de ese mundo en el que destacan aspectos tan característicos como las litografías o los lectores de tabaquería.
Zoe cita continuamente a la investigadora de Ciencias Sociales Zoila Lapique para referirse a aspectos como la instauración de las anillas de los puros, que contrariamente a la leyenda popular de que se establecieron para no manchar los guantes blancos de los fumadores de mediados del siglo XIX, asegura que fue una forma más con la que los industriales tabaqueros se aseguraban de identificar y diferenciar sus cigarros.
El tabaco y su principal exponente cubano ha supuesto un modelo diferenciador en cuanto a expresiones artísticas (litografías) o arquitectónicas (fabricas).
Como las litografías que se incorporan en 1831 al mundo de los habanos como dibujos sobre papel para envasar cajas de cigarros cubanos y a mediados del siglo XIX más de 250 marcas competían en el mercado con dibujos cada vez más complejos, y todo ello porque los fabricantes, muchos de ellos de origen español, trataron de evitar las falsificaciones.
Y es aquí cuando Zoe Nocedo recuerda los versos del poeta español García Lorca cuando dice aquello de “Con la rubia cabeza de Fonseca / Iré a Santiago / Y con el rosa de Romeo y Julieta / Iré a Santiago”, para recordarnos la relevancia de esa expresión artística.
También se refiere a la figura del lector de tabaquería, que según Nocedo fue instaurada el 21 de diciembre de 1865 en la fábrica El Figaro, donde en el centro de La Habana trabajaban 300 tabaqueros, aunque luego se extendió por todas las galeras de torcedores, ya que apenas un mes después se estableció en Partagás, y medio año después ya existían más de mil lectores en toda la isla.
El Simposio del tabaco ha reunido en los últimos años a renombrados investigadores y expertos en el mundo de los habanos y Zoe Nocedo recuerda con agradecimiento y cariño al profesor sevillano Rodríguez Gordillo y sus aportaciones.
Otro de los aspectos más destacados es el Curso de Habanos Cultura y Maridajes, en los que se imparten distintas conferencias y coloquios en los que intervienen expertos, sumilleres y aficionados.