Una copa a la salud de Cristo

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Jorge Méndez Rodríguez-Arencibia
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"Florentino Ariza vagó como un sonámbulo hasta el amanecer, viendo la fiesta a través de las lágrimas, aturdido por la alucinación de que era él y no Dios el que había nacido aquella noche". La aguda letra del Nobel colombiano Gabriel García Márquez, en El Amor en los Tiempos del Cólera, cuyo ejemplo encabeza el presente artículo, describe, a la vez que hiperbolizada pasión de este personaje protagónico, la universal grandeza de la Navidad: en plena Misa de Gallo (medianoche del 24 de diciembre) recibe la primera mirada de amor que le prodigara Fermina Daza, a quien estoicamente idolatró durante cincuenta y un años, nueve meses y cuatro días, hasta lograr la comunión carnal, con sus ya desgastados cuerpos.

En realidad, ¿qué celebramos? Curiosamente, siendo la Navidad –del latín nativitas, que significa nacimiento– la fiesta más popularizada para los católicos, durante siglos ha sido muy polemizada la fecha en que se enmarca su celebración.

Entre sus divergencias más antiguas se destaca la posición de unas y otras religiones de origen cristiano, en cuanto a las cronologías fijadas por los calendarios llamados juliano (establecido en honor al emperador Julio César) y gregoriano (reformado por el papa Gregorio XIII).

Asimismo, en diferentes épocas de la antigüedad, latitudes y credos, se encuentran celebraciones vinculadas al solsticio de invierno (21 de diciembre) con igual connotación de nacimiento de deidades, como las festividades de Saturno y Apolo, en Roma; de Helios, en Grecia; de Huitzilopochtli, en el antiguo imperio azteca; y de Inti o dios Sol, en la fiesta de Cápac Raymi, por los incas. Por su parte, el papa Liberio decreta en el año 354 dC, la fecha del 25 de diciembre como nacimiento de Jesús de Nazaret.

La llamada Nochebuena, en tanto, corresponde al 24 de diciembre, asumiéndose que el nacimiento de Jesús ocurrió a la medianoche de este día. Y la Pascua de Resurrección –otra efeméride de importancia para los cristianos– corresponde al final de la Semana Santa, con fecha de conmemoración movible, según dispone la Iglesia Católica.

Sin embargo, es usual la expresión en español de "Felices Pascuas y próspero Año Nuevo", empleada en el período navideño y que por lo general se extiende hasta pasada la Epifanía (6 de enero) o día de la adoración al niño Jesús por los Tres Reyes Magos. En países de habla inglesa, se emplea la palabra Christmas, de Christ, Cristo y mass, misa; o sea, la "misa de Cristo". En alemán, esta fiesta se conoce como Weihnachten, traducida como "noche de bendición".

Pero, a todas estas, las antes mencionadas diferencias cronológicas, además de haber quedado asimiladas con relativa homogeneidad, apelaron a una antiquísima práctica romana, conocida como el festival de Saturnalia, en honor al dios Saturno y que abarcaba el solsticio de invierno.

Consistía en postergar temporalmente transacciones comerciales y actitudes beligerantes, liberación durante algunos días de los esclavos y pródigos intercambios de presentes.

Con similar sentido, devinieron las Navidades y el Día de Reyes fechas socialmente comprometedoras; aunque con el secular transcurso del tiempo, se fue subordinando la motivación religiosa a los afanes consumistas, estimulados por una fuerte inducción del mercadeo.

De hecho, el día posterior al Thanksgiving Day o Día de Acción de Gracias, celebrado principalmente en Norteamérica el cuarto jueves de noviembre, es conocido en Estados Unidos como Viernes Negro, pues comienzan las ya tradicionales grandes jornadas de compras navideñas, momento en que almacenes y tiendas aplican provocadores descuentos a sus mercancías.

Algo así, como que Melchor, Gaspar y Baltasar, de personajes inscriptos en la Historia Sagrada, al igual que el tan popular como de diversa procedencia geográfica Santa Claus o Papá Noel, hayan sido convertidos por la modernidad en determinantes íconos para las economías familiares, lo mismo que influyentes decantadores de sonrisas o pesares infantiles…

¿Y cómo celebramos?

Afirmó Confucio, en una de sus antológicas sentencias, que "Comer, beber y hacer el amor son los tres mayores instintos del ser humano". Por lo mismo, hasta el más elemental de los regocijos puede constituir un buen pretexto para festejar, con acción preferencial del sistema digestivo.

Los primeros banquetes de celebración de Navidad datan del año 379, en Constantinopla, y en 380, en Antioquía. Universalmente, la cocina y las bebidas distintivas para tal ocasión son derivadas del patrimonio gastronómico y tradiciones de cada país, región, localidad o grupo humano, lo cual ha dado lugar a una bien identificada gastronomía navideña.

Vale aclarar, como factor geográfico determinante para la selección de los manjares y bebidas, si la celebración ocurre en países del hemisferio norte, donde es invierno; o del hemisferio sur, que se encuentra en pleno verano.

Predominan las elaboraciones de carnes asadas, como el cerdo, el pavo y el cordero; e inclusive, el bacalao en diversas formas, todas ellas complementadas con infinidad de postres, bebidas y golosinas propias de estas fechas. Otros alimentos típicos, muy difundidos en diversas latitudes, son los frutos secos y el mazapán.

En España suelen celebrarse tres fechas: las cenas de Nochebuena y Nochevieja, y la merienda de Reyes. Así, están presentes el cochinillo asado, el cordero, el capón, los mariscos y el besugo. En Galicia, al igual que en Portugal, también suele comerse bacalao.

Como dulces representativos de las culturas hispánicas, extendido a las antiguas colonias, están los turrones blandos (de Jijona y de yema) y los duros (de Alicante). Igual de extendida es la costumbre de comer las doce uvas a la medianoche del 31 de diciembre y los churros con chocolate el primero de enero. Y para el 6 de enero, se reserva el Roscón de Reyes.

En Angola se come pavo asado (peru) en Navidad (Natal) y bacalao (bacalhau) en fin de año.

En México se celebra con guajolote, como es llamado el pavo común, alternando en los diferentes días con bacalao y pierna de cerdo. Se acompañan estos manjares principales con romeritos (guiso elaborado con camarones secos, papa, nopales y mole), la Ensalada de Nochebuena (con manzanas, nuez y apio con crema o mayonesa) y tamales. Como bebida típica, servida caliente, el ponche, a base de frutas de la estación (tamarindo, guayaba, ciruelas pasas, manzana y naranja), caña de azúcar, hervidas en agua con canela y endulzada con piloncillo.

En el Reino Unido, venido de una tradición anglosajona, se consume el pavo asado (turkey), al igual que los internacionalmente conocidos Tronco de Navidad (Yule Log), el pudín de ciruelas (Christmas pudding) y los muffins.

En Italia se encuentran muy difundidas por el mundo sus variantes de elaboración, el Panettone (pan dulce con frutas confitadas y pasas).

Convergen en Argentina las influencias hispánicas e italianas, con una lógica preferencia por las elaboraciones frías, al encontrarse en verano. Además del infaltable asado, presente en toda la cuenca del Río de la Plata, el pavo o el pollo, la carne de vacuno con salsa de atún, la ensalada rusa (con papa, zanahoria, arvejas y mayonesa), postres surtidos con frutas y helados, el itálico Panettone y los ibéricos turrones. Como bebidas: vinos tintos y cavas.

En Venezuela, con estilos de elaboración que varían según las regiones, se celebra con la hallaca o ayaca (especie de tamal elaborado con harina de maíz, carne de res, cerdo o gallina, manteca, verduras y especias, envuelto en hojas de plátano previamente cocinadas), pan navideño (con jamón y aceitunas), la ensalada de gallina, el sancocho (sopa espesa a base de carne de res o gallina, hortalizas, maíz, yuca y papa), el dulce de lechosa (fruta bomba o papaya cortada en trozos y cocinada en almíbar) y el Panettone. Y para beber, el ponche crema, vinos y whiskys.

Los colombianos gustan de elaborar lechona (cerdo relleno y asado al horno), al igual que el pavo relleno. Los postres suelen ser de manufactura casera, como el pan de Navidad (muy similar al Panettone) galletas, buñuelos, arroz con leche y natillas. Y para beber, la ancestral chicha (obtenida del maíz fermentado, con cierto grado alcohólico).

En Perú, al igual que en otras tantas naciones hispanoamericanas y no obstante su bien preservada cocina tradicional, están presentes en la mesa navideña el pavo y el lechón. Como postre, el Panettone con chocolate caliente, bocados también propios de las chocolatadas o festividades infantiles previas a la Nochebuena, donde se ofertan a todos los invitados.

Brasil dispone de una interesante variedad de elaboraciones, como la Carrillada y la Bondiola de cerdo, el pavo relleno, el conejo, Navidad a tres cremas (de guisantes, papas y zanahoria), los polvorones (también presentes en varias gastronomías de origen hispánico) y el Bolo de Cenoura (pastel dulce de zanahorias). Suelen los brasileños beber mucha cerveza, ya que se encuentran en verano.

En la patria boricua, los puertorriqueños se jactan de tener las navidades más largas del mundo. Celebran, esencialmente, con pasteles (masa de plátanos verdes, rellena de carne de cerdo guisada con papas, abundante pimientos morrones y envueltos, para ser hervidos, en hojas de plátano); el lechón asado (en la misma forma que los antiguos bucaneros del Caribe, los jíbaros o campesinos del país y los cubanos, mediante dos horquetas en que se apoya una vara que sostiene el cerdo entero para asarlo con leña ardiendo, durante varias horas, previo sazonamiento desde el día anterior con sal, pimienta, ajo y orégano).

Súmase a la celebración los cuajitos y otros dulces típicos, así como el coquito (bebida infaltable con leche de coco, yema de huevo, azúcar, vainilla, canela y ron blanco o ron cañita).

En Cuba prevalece el cerdo asado como omnipresente manjar de toda  celebración de la Isla Grande. Por influencia americana, también puede estar presente el pavo asado. Se acompaña con Moros y Cristianos (arroz y frijoles negros, cocinados juntos con chicharrones y especias), yuca con mojo (criollísimo aderezo a base de ajo, cebolla, zumo de naranjas agrias, sal y pimienta, sofritos en manteca de cerdo o aceite), ensalada de tomates, lechuga y pepinos.

De postre, buñuelos de yuca y malanga, confeccionados con la forma de número 8, en almíbar de anís. Se incluye, idealmente, manzanas, nueces, avellanas y turrones españoles. Y como bebidas vinos tintos, cervezas y sidra española; esta última, junto con las 12 uvas, más bien para el 31 de diciembre.

Entonces, ¿no son las festividades navideñas oportunidad imposible de desperdiciar para meditar ante tantas formas emparentadas de comer, beber y sentir?

Aparejados a los excesos de una justificada gula ocasional, bien pudiera equilibrarse esa cultura del tener –en el estómago y en los bolsillos– con un urgido derroche de entendimiento, concordia y bondad.

Retome así su espacio y sentido el mensaje de los ángeles para anunciar a los pastores de Belén el nacimiento de Jesús (Lucas 2, 14), convertido en himno litúrgico, como para no dejar de recordar la verdadera razón de estos seculares festejos: Gloria in excélsis Deo, et in terra pax homínibus bonae voluntatis (Gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad).

Credito
Jorge Méndez Rodríguez-Arencibia