A solas con Bayamanaco, cata a ciegas de Habanos

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Por: Prof. Fernando Fernández Milian
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A solas con Bayamanaco, cata a ciegas de Habanos

El tabaco, empleado por nuestros indoamericanos en sus creencias mítico-mágicas, desde 1492 comenzó a extenderse por el mundo tras su “descubrimiento” por el Almirante Colón, y todavía continúa siendo, a más de 570 años de haberse descubierto, un producto cautivador.

En el panteón de la mitología taína encontramos a Bayamanaco como el dios del humo, quien “trajo la semilla para la agricultura”, y por ende era considerado el dios supremo.

Los Behikes para comunicarse con él utilizaban la cohoba, especie de palo hueco en el que se colocaban las hojas de tabaco y se encendían para generar el gratificante humo, facilitador de la comunicación con el dios mayor cuando el hechicero entraba “en trance”.

De esa sabiduría de los indocubanos deviene la cata del Habano, un arte donde lo subjetivo impone sus reglas, pero requiere de pasión, entrenamiento y dedicación, para lograr caracterizar la intensidad de la fumada, determinar el territorio de sabores y de ahí la marca que se fuma.

Desde la agricultura, pasando por la fábrica, el Habano sigue un riguroso camino hasta su consumo, por lo cual se requiere oficio y práctica en su degustación.

Sin embargo, cuando esta se realiza a ciegas, Bayamanaco da muestras de satisfacción, porque identificar las volutas de humo es un arte donde convergen experiencias y conocimientos en todas sus aristas.

La cata a ciegas de Habanos se realiza en dos tiempos. En el primero, con los ojos tapados, se trata de identificar la vitola sometida a examen táctil, desentrañando su longitud y grosor.

En su segundo tiempo, quitadas las ataduras que le impiden ver,  el catador emprende el encendido del Habano, concentrado en evaluar los perfiles olfativos y gustativos, y así concebir qué territorios de sabores tiene el Habano a evaluar, para según la experiencia desentrañar de qué tabaco se trata.

Encender el Habano y evaluarlo para llegar a un juicio toma su tiempo, pues es la etapa más importante para el concursante.

La cata a ciegas requiere de habilidades dada la amplia paleta aromática y gustativa que el Habano se enorgullece de poseer.

En los Festivales del Habano, desde hace unos años, se dignifica la labor  de los paneles de cata mediante los concursos de cata a ciegas. Este  evento es uno de los platos fuertes en el evento.

Retar los sentidos, intentar mediante su análisis reconocer la vitola y su territorio de sabor, en el más riguroso uso del entrenamiento de las percepciones, poniendo a prueba nuestras capacidades, buscando en lo subjetivo para intentar llegar al “trance” de los Behikes, es estar a solas con Bayamanaco en su mágico mundo.

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Por: Prof. Fernando Fernández Milian

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