Sándwich: tradición y salud en cada mordisco

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Gabriela Sánchez
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Sandwich

¿Hambre y poco tiempo? Casi siempre la respuesta lleva a un sándwich. Lo mismo considerada merienda, desayuno, almuerzo o comida, esta sencilla receta no conoce fronteras geográficas ni temporales para hacerse hueco entre los favoritos de los menús de todo el orbe. Pero este buen aliado de la prisa, además, aunque a menudo se le infravalore, un plato nutritivo, fresco y versátil. 

Si bien, y como todos los excesos, tampoco se podría vivir solo a base de sándwiches, ponerlos de vez en cuando en la dieta diaria o semanal deviene una elección sabia y sobre todo… ¡muy rica! 

IV conde de Sandwich, el origen del emparedado

John Montagu, IV conde de Sandwich fue un aristócrata inglés, amante de las partidas de naipes pero también el creador de la idea del bocadillo. En medio de un juego, Montagu pidió que le sirvieran carne entre dos rebanadas de pan para no interrumpirlo ni tampoco ensuciarse las manos. Así, desde el XVIII el ingenio del conde se convirtió en una solución recurrente en la sociedad británica y luego en el resto del mundo. Por supuesto, tras semejante “descubrimiento”, la receta no podía llevar otro nombre que el de su inventor.

En la Inglaterra victoriana, el sándwich se convirtió en una parte esencial del té de la tarde, con versiones delicadas que incluían pepino y mantequilla, y en Estados Unidos, donde los inmigrantes europeos llevaron la idea, se desarrollaron variaciones como el famoso sándwich de jamón y queso, o el clásico BLT (bacon, lechuga y tomate).

Adaptaciones alrededor del mundo

El sándwich, en su esencia, es una fórmula sencilla: un relleno entre dos rebanadas de pan. Justo esa simplicidad lo que lo ha hecho tan adaptable. Aunque el clásico de clásicos es el mixto, compuesto por jamón y queso, con el tiempo, cada país y cultura ha derivado combinaciones nuevas a partir de ingredientes, tradiciones y sabores de sus regiones.

Entre las variedades más populares se hallan el Reuben, originario de Nueva York, el cual combina carne en conserva (corned beef), chucrut, queso suizo y aderezo ruso, todo ello entre pan de centeno; el Philly Cheesesteak, de Filadelfia, que mezcla tiras de carne de res, queso derretido, cebolla y pimientos; el sándwich cubano, donde se fusionan jamón, cerdo asado, queso suizo, pepinillos y mostaza, prensados entre pan redondo suave, tradicionalmente.

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Asimismo, desde Francia llegan el Croque Monsieur y el Croque Madame distinguidos por su huevo frito encima, jamón, queso y bechamel. Mientras, en Italia, está el Panino hecho con panini (pequeños panes) y relleno de prosciutto, mozzarella, tomates y albahaca.

No obstante, las fórmulas parecen ser tan disímiles como tantos ingredientes hay en el mundo e incluso tipos de pan desde el blanco tradicional hasta el brioche, el multicereal o incluso versiones sin gluten, permitiendo personalizar cada sándwich. De ahí que cualquier combinación sea válida. 

Virtudes del sándwich

Al combinar las proteínas del relleno con una variedad de verduras frescas y los carbohidratos del pan, los sándwiches proporcionan macronutrientes esenciales que el cuerpo necesita.

Otro factor que ha consolidado al sándwich como un alimento imprescindible en la dieta moderna es su capacidad para ahorrar tiempo y su portabilidad a casi cualquier contexto. Empaquetados correctamente, vienen como anillo al dedo para saciar el apetito en largas jornadas de estudio, trabajo e incluso viajes.

Desde los días del Conde de Sándwich hasta el abanico de versiones contemporáneas, los bocadillos son una receta que celebra la diversidad del mundo a través de una mezcla sencilla para todos los gustos.

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Gabriela Sánchez