El otoño es la época de las ferias, barracas o "cacharritos", depende de desde donde leas esto. Niños y mayores se divierten en las atracciones que se montan de forma estacional en recintos exclusivos para ello. Supone toda una experiencia ver a los infantes corretear, jugar y admirar cada uno de los puestos que componen el lugar.
La magia ocurre cuando, exhaustos de subirse en todas las atracciones, comienza a entrarles "el gusanillo", es decir, ese antojo de algún alimento en concreto. Llega la parte favorita de los mayores: descansar de recorrer todos los pasillos que conforman el laberinto para comer los famosos dulces de feria.
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Nubes de azúcar endulzan a las tardes de feria
"The fairy floss" es el nombre que recibió el primer algodón de azúcar, inventado por John Wharton y William Morrison en Nashville, Tennessee, Estados Unidos, en 1904. Patentó la máquina de algodón de azúcar Thomas Parton, por lo que el origen de este dulce está reñido. A pesar de ello, este "hilo de hadas", su traducción al español, ganó reconocimiento enseguida debido a su forma de nube y su típico color rosa, que ahora ya acapara toda la gama cromática. Aun así, los dibujos animados de Barbapapá en los años 70 fueron los culpables de la popularización del dulce.
El proceso de preparación del algodón de azúcar no es complicado para quien sabe prepararlo, ya que el truco se encuentra en el dominio de la máquina específica. Adquiere su forma esponjosa gracias a la fécula de maíz y se deshace al contacto con la saliva. El proceso de formación del algodón es curioso: el azúcar se derrite y se vuelve a solidificar.
Este chute de azúcar es muy atractivo para los niños, por lo que a los padres les vale el escepticismo sobre el producto. Aunque es difícil resistirse a la cara de ilusión de un niño frente al puesto de nubes de azúcar, deben ser conscientes los tutores de que el valor energético del producto es elevado tan solo por el azúcar, lo que puede devenir males mayores desde que sea imposible que se duerma esa noche hasta una diabetes mucho más grave.
Otros dulces que no pueden faltar en el ferial
Si el algodón de azúcar es el rey, la corte la forman la manzana caramelizada, los frutos secos, garrapiñados, los buñuelos o las enormes golosinas. Todo tipo de chucherías se permiten en un ambiente festivo y, sobre todo, sensorial.
En algunas ciudades, lo que no faltan son los puestos de churros, espolvoreados con azúcar o los lazos de chocolate que se venden por docenas. Tampoco los barquillos dulces o los puestos de castañas asadas. Mientras, los "merenguitos", aunque no se ven tanto, son igual de buenos, se trata de pequeñas piezas de merengue horneado que adquiere ese dulzor extremo y una textura dura, pero divertida. Además, puede ser de mil colores.
Las palomitas o rositas de maíz son otros imperdonables de las ferias. Para el cine, las saladas o de mantequilla, para la feria, las dulces y con mucho colorante.
Mientras no falten colores, luces, risas infantiles por todas partes y mucho algodón de azúcar con sus otros amigos dulces, una tarde de feria siempre será uno de los mejores planes para el otoño.