Inconfundible por su aroma botánica, el gin tonic es probablemente una de las bebidas más fáciles de reconocer. Su sensación única en boca pasa de la fresca efervescencia a un sabor seco y aromático de la ginebra, dominado por el enebro. El resultado: un perfecto equilibrio entre amargor, dulce y frescura. Este 19 de octubre, el calendario se encarga de recordar a Mary Edith Keyburn, la mujer de 95 años que falleció junto a su inseparable copa de gin tonic, haciendo desde entonces de la fecha el Día internacional del trago.
El gin tonic no es tan reciente como pudiera parecer. Sus orígenes datan de la época colonial británica, cuando los oficiales de la Compañía Británica de las Indias Orientales utilizaban la quinina de la tónica para combatir la malaria. A ella le añadieron ginebra, azúcar y lima, creando una mezcla que pronto fue adoptada por la alta sociedad inglesa. De ahí que además de sus efectos placenteros al paladar, suponga una bebida con gran potencial medicinal.
Desde su fórmula original, el cóctel ha evolucionado gracias a las numerosas variedades de ginebra disponibles y la incorporación de ingredientes adicionales. Entre las novedades más populares está la inclusión de cardamomo, romero o cítricos. Y es que la fórmula tradicional permite tal versatilidad, aunque para muchos nada se compare con aquella. Por eso, aquí te va:
Ingredientes:
- 50 ml de ginebra (preferiblemente con buen equilibrio botánico, predominando el enebro)
- 150 ml de agua tónica (fría, de burbuja fina)
- Hielo abundante
- Una rodaja de limón o lima (opcional, según preferencia)
Elaboración:
1. Llena un vaso alto (o copa de balón) con abundante hielo
2. Añade los 50 ml de ginebra sobre el hielo.
3. Vierte lentamente el agua tónica fría, evitando que se rompan las burbujas.
4. Decora con una rodaja de limón para darle el toque cítrico.
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