Litografía. El Papel que viste al Habano

Creado: Lun, 16/07/2018 - 06:00
Autor:
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Zoila Lapique
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Los anillos, anillas o sortijas casi siempre tienen impresa en el papel el nombre de la marca de los Habanos o bien, hacia el centro, en un círculo, el rostro de los personajes utilizados en las etiquetas o alegorías. Calculamos que las anillas comenzaron su uso a plenitud, alrededor de los años setenta y ochenta del siglo XIX con las llamadas habilitaciones o conjunto de diversas etiquetas usadas para vestir los envases de los Habanos, y a cada Habano en particular, que es el caso de las anillas.

Rostros de personalidades mundiales dedicadas a diferentes actividades se han asociado a la creación de una marca de Habanos según el mercado que querían penetrar, en Europa, Estados Unidos de América o el resto de América. Ejemplos de estas tenemos la serie dedicada a Monarcas como la reina Victoria y su hijo Eduardo VII de Inglaterra, los reyes de España Alfonso XIII quien aparece en diferentes etapas de su vida. Del ámbito americano tenemos la imagen del Libertador Simón Bolívar, hasta llegar a Roosevelt y al primer ministro inglés durante la Segunda Guerra Mundial, Wiston Churchill, inveterado fumador de nuestros Habanos.

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También en las anillas era usual presentar nombres de lugares, como asociaciones, clubes elegantes, eventos diversos (juegos de baseball, carreras de caballos, puestas en escena, teatros, etc).

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Anillas de Habanos.

 

No es erróneo entonces asociar el arte de la litografía con los puros. Todo comenzó en 1822, cuando el francés Santiago Lessieur y Durand abrió un taller con el objetivo de reproducir obras musicales en el Periódico Musical en unión del músico español Enrique González.

Desde un siglo antes, desde 1717, el tabaco solo podía venderse en España a través de tres puertos por los que se abastecía la antigua fábrica de Sevilla. Debido a ese embargo en Cuba, se incrementó el comercio de contrabando, buscado con afán por nuestras costas por barcos extranjeros y cubanos, pues creció el uso del tabaco en Europa en diferentes formas: en polvo, rapé, en las llamadas carrotas por su forma similar a una zanahoria, en picadura y como tabaco elaborado o torcido en las llamadas vitolas, que es el nombre específico que tiene el tabaco según sus diferentes tamaños y forma. Cada Habano se distinguía tanto por su largo como por su grosor y forma específica.

Los Habanos recibieron este nombre, por el puerto donde salían al exterior, el puerto de La Habana. Se envasaban según su tipo de vitola, en los cajones y cajoncitos de madera de cedro y en la cara superior del envase se le pegaba una etiqueta donde aparecían los siguientes datos: título de la marca, un dibujo con la imagen que representaba o no casi siempre el título, nombre del taller y del dueño, dirección del taller o fábrica donde se elaboraba y, sobre todo, la palabra clave Habana, que indicaba el origen del mejor tabaco cultivado y elaborado en el mundo.

Con el tiempo aparecieron más etiquetas para así intentar detener el fraude y la imitación en el mundo de las más importantes producciones de las fábricas cubanas. Destacaron entonces, el Hierro, la Vista, el Bofetón, la Papeleta, el Tapaclavo, los Filetes, y la Anilla.

Esto nos hace recordar los versos del poeta matancero Gabriel de la Concepción Valdés (Placido) fusilado en 1844, utilizados en una Letrilla titulada «La Flor de la caña» donde narra a unos enamorados en un baile campestre y como se comunican entre ellos sus amores:

Un tabaco puro
De Manicaragua
Con un bello anillo
Que ajusta la capa,
Y en lugar de tripa
Le encontré la carta
Para mi más bella
Que la flor de la caña

Precisamente han sido las anillas, una de las etiquetas más conocidas, valoradas y coleccionadas a lo largo de la historia, debido no solo a su función, sino a su propia ubicación en el mismo tabaco, desde hace muchos años elemento indisoluble del cuerpo del producto.

La creación de una anilla con la imagen de la patrona de Cuba, la Virgen de la Caridad del Cobre, es otro ejemplo ilustrativo de la mezcla de todas esas historias y realidades que vienen a complementar la grandilocuencia y carácter autóctono del tabaco cubano. Sin lugar a dudas arte y tradición, identidad de una nación de la que no se puede hablar sin aludir a uno de los elementos más representativos de la identidad nacional: el Habano.

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