¡Brindemos con champán por el champán!

Creado: Dom, 03/10/2010 - 11:54
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Por: Sommelier Julio César García / Foto: Alvite
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El champán, vino especial original de Francia, es considerado como la bebida de los grandes momentos.

Con su elegante silueta y espumante desenfado nos ha acompañado para brindar en celebraciones, pactos, festividades, ascensos, reconciliaciones y triunfos. Como símbolo de felicidad y buen gusto, nos ha contagiado con su alegría, ha hecho vibrar nuestros corazones y se ha convertido en la apreciable muestra de sentirnos amados, felices y realizados.

En la actualidad brindar con champán constituye un símbolo de buen augurio en el que los invitados levantan y entrechocan las copas para manifestar buenos deseos. Pero esto no siempre fue así, se piensa que el acto de brindar se originó en el siglo IV A.C., cuando se realizaba por una razón bien distinta a la actual.

En la antigua Roma, cuando existía la intención premeditada de asesinar a un enemigo o persona que interfiriese en los designios, deseos y ambiciones de los poderosos, era usual que se envenenaran las copas de vino. Por eso los anfitriones, como símbolo de confianza, chocaban fuertemente las copas con sus invitados, lo que producía que el líquido de una copa pasara a la otra. De este modo quedaba claro que no había habido ninguna intensión de envenenamiento, pues los dos que hacían el brindis, bebían el mismo vino.

Hoy, el champán no solo nos acompaña cuando celebramos algún acontecimiento auténtico en nuestras vidas; también es la bebida por excelencia en recepciones de carácter social y se presenta como copa de bienvenida en restaurantes de gran clase, nos deleita durante toda una cena, e incluso es capaz de acompañar postres, chocolates y habanos.

Parece que el hombre ha intimado tanto con esta majestuosa bebida que ha llegado a conocerle bien. Sin embargo, no es así.

Es común ver cómo se sirve en copas inadecuadas, a temperaturas grotescas, o simplemente se sugiere al azar, sin distinguir los diferentes estilos que determinan su elaboración y la composición de las cepas que le dan vida. El champán es un vino colmado de matices diferenciables e indicios gustativos que decretan su relación de maridaje.

En esta época del año que se acercan las festividades, quisiéramos definir algunas de estas particularidades a tener en cuenta para su más placentero disfrute sensorial y poder brindar con champán por el champán, apreciando el tintineo musical de las copas y percibiendo en el paladar ese andar fugaz de las estrellas de las que habló Dom Perignon, cuando por primera vez probó la bebida de la felicidad.

Los champanes se pueden agrupar en cuatro grupos: Los champanes ligeros: Se caracterizan por su vivacidad, su delicadez y su ligereza. Esta categoría incluye a todos los brut jóvenes, los blanc de blancs y a los que poseen mayor porcentaje de chardonnay en su composición. Estos champanes vivos, brillantes, inteligentes, se presentan con un color amarillo verdoso, muestran un rosario de burbujas ligero y muy activo, poseen un espíritu tónico y un aspecto delicado. En ellos predominan los aromas de cítricos y frutas exóticas y además nos recuerdan la menta y las almendras frescas.

Son aperitivos por excelencia y compañeros ideales de los entrantes marinados, los platos de mariscos y pescados gratinados y enriquecidos con hierbas aromáticas y vegetales al vapor. Al final de la cena se recomiendan con soufflés, tortas cremosas, sorbetes y helados.

Los champanes sutiles: Son generosos, cálidos y concentrados. Se reconoce en esta categoría a los brut maduros, suaves, untuosos, sabrosos y equilibrados y a los champanes rosados, cuyos aromas dominantes evocan pétalos de rosas, miel, melocotones y peras. También llevan a nuestra mente recuerdos de especias como la pimienta y la canela, sobre fondo de atisbos vegetales. En el paladar son champanes redondos, equilibrados y muy concentrados.

Se recomiendan para mariscos con salsas especiadas donde esté presente el curry y el azafrán; también para elaboraciones con frutas como la manzana, la ciruela y las uvas pasas. Acompañan bien al salmón ahumado, los platos agridulces y en los postres los mouses y las tartas confitadas. Los champanes intensos: Son persistentes y muy chispeantes, de color amarillo dorado.

Esta categoría incluye a los blanc de noir y también a aquellos que en su composición generalmente predominen las cepas tintas, es decir las dos pinots, que le confieren aroma, persistencia, vinosidad y vigor. En nariz se caracterizan por poseer aromas de violetas, especiados o trufados, que nos recuerdan la mantequilla fresca, el tabaco rubio y las moras. En el paladar predominan los tonos a bizcochos, crema pastelera y caramelizados.

Se recomiendan para platos de caza menor, con salsas de foie, a las finas hierbas o con pimientos; también para carnes rojas con champiñones y elaboraciones de pescados de sabor intenso como el salmón y el atún. A la hora del postre acompañan bien las tortas de vegetales y los frutos secos.

Los champanes adorables: Estos experimentan la madurez, la complejidad y la riqueza. Aquí se incluyen los grandes champanes, dígase las cuvee especiales o de prestigio, los millesimes poco comunes. Su color es ambarino con tonos pajizos, sus burbujas muy finas, sus aromas complejos y su bouquet algo especiado. Son atractivos, delicados, de gusto profundo, abarcadores y complejos. Se recomiendan ante todo con caviar y trufas, ya sean cocinadas o naturales; también con platos de mariscos napados y con salsas blancas cremosas. Son ideales para estofados y asados de caza menor, platos trufados y salsas de hongos salvajes.

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Por: Sommelier Julio César García / Foto: Alvite