Es posible que alguna vez haya escuchado de un amigo o en una reunión de expertos en alcoholemia, la expresión: ¡El Sloppy Joe's Bar es uno de los mejores bares del mundo! Pero, cuando eso ocurre, ¿a cuál se refieren?, ¿al de La Habana o al de Key West? Y es que existen dos "Sloppys" famosos desde los años 30 del pasado siglo, situados en esas ciudades bañadas por el mar Caribe. No pertenecieron nunca al mismo dueño, no forman parte de ninguna franquicia, pero sus orígenes y fama están asociados a personajes relevantes y pintorescos que nos permiten acercarnos a una curiosa historia.
Entre estos míticos lugares podemos encontrar casuales coincidencias dignas de señalar: Ostentan el mismo nombre, están situados en una isla, fueron fundados en los primeros años de la década de los 30, sus propietarios originales se llamaron uno José y, el otro, Joe; están ubicados en sendas esquinas céntricas de sus ciudades y el "espíritu etílico" de Ernest Hemingway ha rondado en sus historias.
Todo comenzó en los primeros años de la década de los 30.
En EEUU se comenzaba a sentir, con saña, los rigores de la gran depresión después de la "embriagues" de riquezas que disfrutó en los años 20, durante su expansión económica posterior a la Gran Guerra y sometida todavía a la Ley "Voltead", conocida como ley seca, la que impedía a los ciudadanos norteamericanos la "borrachera" alcohólica que tanto desearan.
Toda esta "prohibición" facilitó el contrabando de bebidas alcohólicas entre los países cercanos a EEUU, lo cual fue capitalizado por las mafias norteamericanas. Entre esos territorios se encontraban las cercanas costas cubanas, poseedoras de plantas de refinación del alcohol derivadas de su inigualable caña de azúcar y la tolerancia de las autoridades cubanas. Era mucha la tentación.
La Habana, de esos tiempos, exhibía una imagen de urbe cosmopolita sin igual en América Latina debido a las bonanzas económicas obtenidas por los precios del azúcar de caña (su principal producto exportable), durante los años de la Primera Guerra Mundial y los de la post guerra. Escenario sin igual para los excesos de la carne y el espíritu, la capital de Cuba poseía un esplendor lúdico que seducía a los visitantes de todos los rincones del mundo. Cruce de caminos entre EEUU y Europa hacia América Latina y el Caribe y la cercanía geográfica con tierra norteamericana (90 millas náuticas de Key West), propiciaban a la ciudad una vida intensa. Colmada de academias de bailes, más de 7.000 bares, casinos de juego, esplendorosas mansiones, grandes hoteles y una población bullanguera y musical que cautivaba a los turistas (principalmente venidos del vecino país del norte), más si así podían saciar su sed alcohólica con entera libertad.
Es en el año 1930 en que se funda, en La Habana, el Sloppy Joe.
Su propietario fue José García, el cual tenía una rica experiencia del negocio. Este emigrante español había llegado a Cuba en el año 1904; trabajando en varios bares de La Habana, por espacio de tres años, trasladándose a New Orleans donde permanece por seis años como "Barman". Viaja desde allí a Miami y labora en distintos bares por seis años más, regresando a Cuba en 1919 convertido en un experto del oficio laborando en un elegante bar llamado "Crazy Spoon Café". Años más tarde se decide a abrir un negocio con los ahorros logrados y lo hace con una tienda de víveres de mal aspecto en las céntricas esquinas de las calles Zulueta y Amistad, en pleno corazón de la esplendorosa Habana. En esos tiempos, a esos comercios, se les denominaban "bodegas" y en ellos había un mostrador para el despacho de mercancías y en un lateral uno habilitado como bar. Se cuenta que los clientes del lugar llamaban la atención de García sobre el estado de suciedad del establecimiento pero, el peninsular, hacía oídos sordos a las críticas que incitaban desembolsos económicos.
Pasado el tiempo y, con el aumento de clientes norteamericanos, que visitaban el céntrico lugar a calmar su apetencias espirituosas, García se decidió por reformar el lugar y, como ya muchos lo conocían como el bar "sucio o descuidado" (sloppy), de García, este lo llamó, definitivamente, "Sloppy Joe".
Contaba el Sloppy Joe con una impresionante barra enteriza de madera caoba de 20 metros de largo con altas banquetas, lujosas vitrinas por doquier repletas de botellas de bebidas de todas marcas y procedencias del mundo y abundantes mesas que daban facilidades al gran número de clientes que acudían a todas horas a disfrutar de sus bebidas o de inigualables bocadillos para picar, pues al decir verdad, el español se las gastó todas en su nuevo negocio.
A partir de su reapertura, el "Sloppy", fue atracadero de cuanto visitante famoso visitaba La Habana y de políticos y gente influyente en la economía de la Isla; entre ellos se encontraba Ernest Hemingway durante sus incursiones pesqueras a las costas cubanas. Este se hacía acompañar de su amigo de Key West, Joe Russel, los cuales, además de frecuentar "El Floridita", se dejaban caer por el lujoso y bullicioso "Sloppy".
Es en los años 40 y 50 que el "Sloppy" alcanza su máximo esplendor. Personalidades del mundo hollywoodense tales como Clark Gable, John Wayne, Spencer Tracy, los boxeadores Joe Lois, “Sugar” Ray Robinson y artistas de la música y de la bohemia, se hacen sus habituales.
En 1959, el “Sloppy” sirvió de escenario para la filmación de “Nuestro hombre en La Habana”, basada en la novela homónima de Graham Greene y protagonizada por Alec Guinness; en esa ocasión Hemingway visitó el “Sloppy” para saludar a su director Carol Reed y al propio Guinness.
A partir de la década de los 60 empezó la decadencia del Sloppy Joe habanero motivado, principalmente, por la abrupta interrupción del turismo norteamericano y, finalmente en 1968, la nacionalización del lugar por el gobierno cubano, lo que facilitó su progresivo deterioro total y clausura.
En la actualidad, además de sus anunciadas reformas económicas, se encuentra en una efervescente etapa de restauración de edificios históricos y lugares emblemáticos del pasado colonial y republicano, principalmente en la llamada "Habana colonial" (edificaciones que se encontraban en estado ruinoso debido a un deficiente mantenimiento, cambio de uso y descuido patrimonial). Ello es parte de un proyecto de recuperación de sus bellezas arquitectónicas y reanimación ambiental que además favorece al aumento de los atractivos para el turismo que incentiva la Isla. Ese propósito, liderado por la Oficina del Historiador de La Habana, ha hecho posible que, después de 43 años, se rescatara el Sloppy Joe habanero. Fue necesarios invertir tiempo y dinero, para la restauración de cada detalle del mítico bar, principalmente de su famosa barra, la que fue reproducida en sus dimensiones y detalles, gracias a la mitad que quedó de ella "salvada" de su desaparición por manos previsoras y conocedoras de su historia y que hoy se encuentra a buen recaudo y conservación en el Museo del Ron de La Habana.
Ahora el "Sloppy" está climatizado y tiene una imagen que intenta recrear su aspecto original de una forma un poco escenográfica; una amplia gama de bebidas y exquisitos bocadillos más sofisticados, pero menos deliciosos que el "pan con ropa vieja" de sus años mozos.
Todavía el nuevo-viejo Sloppy tiene trecho por andar en cuanto a volver a poseer el protagonismo que dentro de las opciones de bares habaneros poseía el original, así como el encanto que le insuflaban su cosmopolitismo y sobre todo sus "padres fundadores", fantasmas que deben volver a rondar por sus céntricas esquinas urbanas. El futuro dirá la última palabra.