Cena pantagruélica al estilo Carlos V en Rovinj

Creado: Dom, 20/12/2015 - 13:37
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Por: Enric Ribera Gabandé
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Cena pantagruélica al estilo Carlos V en Rovinj

A veces lo que empieza mal termina bien. Dice el refrán, “no hay mal que por bien no valga”. Efectivamente, hago míos estos proverbios, por lo menos en esta ocasión. Empezó mal para mí un día 5 de mayo, aunque la finalización fue espectacular. Todo tiene su comienzo cuando llego con tiempo suficiente a la T1 del Aeropuerto de Barcelona para volar con la compañía Spanair a Venecia, con destino final la costa de Istria (Croacia), debiendo atravesar por carretera el país de Eslovenia. La sorpresa surge cuando en el mostrador de facturación nadie sabía nada del vuelo JK 0081. Estaba cancelado por motivos técnicos ¿Alternativas? Volar con Airlines Zurich hasta Zurich y desde esta capital a Venecia, con llegada dos horas más tarde del horario previsto al Aeropuerto de Marco Polo de la ciudad italiana ¡Adelante!, dije.

Una vez enla ciudad de los canales, el chófer, que ya estaba informado sobre el nuevo horario de llegada, me condujo al estilo Fitipaldi de Formula 1, con una seguridad de conducción espantosa -dicho sea en honor a la verdad-, hasta la pintoresca y turística ciudad de Rovinj. Después de 14 horas desde mi partida de Alcoletge (casa) y de los periplos viajeros del día, el Hotel Monte Mulini, un establecimiento hotelero de alta significación, y situado sobre una terraza del mar Adriático, me acoge en una tarde lluviosa. Maletas en la habitación y visita de dos horas por el puerto y zona turística de Rovinj, uno de los últimos pueblos de pescadores del Adriático, una maravilla de la cuál se han dado cuenta pintores de media Europa. La plástica es única, la belleza, irrepetible.

El Descanso del Guerrero, poema de Roque Dalton García, se me recitó al final de la jornada en el encuentro gastronómico que tuve con Daniel Dekic y su esposa, en su Restaurante Monte, de Rovinj. Celebré la llegada a Croacia con una cena pantagruélica al estilo emperador Carlos V, pero con manifiesto refinamiento y modernidad del siglo XXI. Estuvo compuesto por una gamba y jamón; un vasito de yogur, tomate seco y berenjena; pulpo con crustillante de patata y caviar rojo (plato de dioses); una sopa se espárragos envueltos con pescado y gambas; vieira al vapor con espárragos, atún, ventresca y setas; mollejas con salsa de vino, remolacha roja y croqueta de sémola de maíz; y cordero al horno con chips y aire de cebolla, seta y croqueta de cordero con puré de zanahoria. Para cerrar tan opípara cena, un merengue con helado y pera con canela espolvoreados con galleta de chocolate. Todo regado, como no podía ser de otra manera, con vinos  Malvasía de Istria.

Al final del ágape me convencí de lo verídico del popular refrán que dice que todo (o casi todo) lo que empieza mal termina bien. En este caso, muy bien.

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Por: Enric Ribera Gabandé