Don José Navarro: El ron cubano es leyenda y poesía

Creado: Mar, 23/03/2010 - 06:33
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Por: Ernesto Montero Fotos: Alvite y Ferval
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Don José Navarro: El ron cubano es leyenda y poesía

Mucho de ciencia pero también de mística, de modernidad y a su vez de leyenda tiene el ron cubano, ese que tiene en Don José Navarro a un humilde enamorado que trabaja hoy con la mirada puesta en el mañana

Hay personas que se expresan con palabras, otras a través de un lienzo o con notas musicales, pero muy pocos, en realidad, logran sintetizar lo que sienten a través del aroma y el gusto como Don José Navarro, el más conocido Maestro Ronero de Cuba.

Tan es así, que cada año, casi al llegar a su fin, nos confesó que prepara su propio ron blanco y su propio añejo, más o menos fuerte y aromático según le haya ido el año, para compartir y resumir, con familiares y amigos, las tristezas y alegrías que le ha deparado la vida.

Y muchas de ambas cosas debe tener este hombre de mirada profunda, pocas pero precisas palabras, y un amor por su familia y su esposa tan eterno como el que tiene por el ron cubano, a cuya industria entró un día casi por casualidad.

Fue el Che Guevara, recuerda, quien cambió su destino de profesor universitario e ingeniero químico que soñaba con desgarrar el cobre de las minas de Moa -una de las mayores de su tipo a cielo abierto que hay en el mundo-, cuando le dio la misión de rescatar y modernizar la producción de ron genuino cubano, casi al principio de la Revolución en la década del `60 del siglo pasado.

Entró algo escéptico a la fábrica y las naves donde se almacenaban los rones, queriendo modernizar un proceso antiquísimo, que para él tenía más de mística que de verdadera ciencia. Hoy reconoce que si bien el ron precisa de conocimientos científicos, lograr uno de calidad superior lleva también una buena dosis de poesía y leyenda.

“El ron cubano es hijo genuino de una herencia de siglos, transmitida de generación en generación por los maestros roneros, quienes han ideado una fórmula secreta que dominan muy pocas personas”, nos confiesa mientras paladeamos un añejo blanco, antes de pasar a palabras mayores.

-¿Hay, entonces, una escuela cubana de maestros roneros?

-Una escuela como tal no. Los conocimientos se transmiten, a lo largo de los años, de maestros a discípulos, quienes no solo deben demostrar conocimientos, sensibilidad para la cata, sino también una buena dosis de humildad, de respeto y amor por una tradición de siglos, que va más allá del dinero o la gloria.

“Un maestro ronero es, ante todo, un apasionado de su oficio, una persona incapaz de traicionar los secretos que a él se confían, ni de renunciar a la responsabilidad de hacer perdurar la tradición. Es un científico, pero ante todo un artista”.

-¿Artista? ¿Un ronero?

-Sí, porque el hacer un ron es un proceso de creación, como pintar, componer, escribir. Cuando yo me siento a idear un ron pienso, ante todo, en qué se quiere transmitir con él. No en cifras o mercados, que son importantes, sino en sentimientos, en sensaciones que deben paladear las personas cuando lo degusten.

“Por eso el ron cubano es genuino y único, porque es hijo de un clima especial, de las mieles de cañas de Cuba, pero a su vez de una tradición, de un quehacer. Y también por eso nadie ha logrado copiarlo, por mucho que se haya querido tergiversarlo”.

-Entonces para usted el ron es tan cubano como las palmas, como el habano…

-Yo diría que es eso y mucho más, es una síntesis de cubanía en cada trago, no solo por el clima especial, sino por el método único de producción de todos los rones, pero en especial del insignia de Cuba, el Havana Club, que implica un envejecimiento muy lento, en barricas de roble blanco, que pueden tener entre cuatro y ochenta años de antigüedad, y cuyo resultado después se mezcla con diferentes fórmulas para formar los rones de las diversas denominaciones.

“Es algo así como las `ligadas´ que componen los habanos, los cuales para mí son como el perfume de Cuba, mientras que el café, el cacao, pero en especial el ron es su sabor concentrado, una sinfonía que varía entre el dulce y lo seco, lo fuerte y lo ligero; un ron cubano en boca es siempre joven y, sin embargo, transmite tanto de sabiduría y antigüedad.

-¿Podría toda esta tradición estar en peligro con el crecimiento que han experimentado las ventas de rones cubanos y en especial de Havana Club?

-La tentación de cambiar cantidades por calidad nunca nos ha afectado. Los maestros roneros y Havana Club en especial siempre han defendido la importancia de mantener una tradición que garantiza la exclusividad de nuestro producto.

“Te pudiera decir que en cifras pero también en barricas ya está mucha de la producción de Havana Club de los próximos años, la cual se ha ido incrementando e incluso pudiéramos aumentar mucho más sin afectar ni un ápice la calidad, pues para ello nos hemos preparado durante mucho tiempo, aunque quizás los actuales maestros roneros no veamos el fruto de lo que actualmente almacenamos en nuestras bodegas.

“Pero ese es, precisamente, la exclusividad y la magia que atrapa a quienes laboramos para crear el ron cubano. Nosotros `sembramos´ hoy para que mañana, cuando ya no estemos, sean las futuras generaciones las que saboreen el fruto de lo que soñamos”.

“El Havana Club Máximo resume la tradición acumulada por los maestros roneros durante más de cien años de culto al ron cubano”.

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