Cuando el médico y científico francés Louis Pasteur dijo que el vino es la más sana e higiénica de las bebidas, estaba muy lejos de sospechar la magnitud que esa frase adquiriría para la historia.
Pasarían años para que el hombre en su afán para lograr una mejor calidad de vida descubriese las virtudes de esa ancestral bebida la cual, además de los placeres sensoriales que nos brinda, nos aporta mucha salud.
LA PARADOJA FRANCESA
Para ponderar los aspectos beneficiosos del consumo moderado de vino me gustaría partir del concepto de paradoja francesa. Esta expresión cobra fuerza a principios de la década de los 90 del pasado siglo y se basa en un estudio realizado en la población gala la que, a pesar de tener un consumo elevado de alimentos de riesgo como las grasas saturadas, tiene incidencia de enfermedades coronarias menor que en los países del este de Europa. Se vincularían estos resultados de vida al consumo habitual de vino de los franceses, aspecto cultural básico al contar con la mayor tradición vinícola en el mundo.
De hecho, se podría extender la paradoja a todos los países de la cuenca mediterránea cuyos habitantes gozan, por su particular forma de vida y alimentación, de similares ventajas que los franceses.
BENEFICIOS DEL VINO
Entre las fortalezas de consumir dos copas diarias (una en el caso de las féminas, ya que estas poseen un menor grado de tolerancia al alcohol) están:
• Efectos cardiovasculares: Disminuyen el riesgo de infartos, previene la formación de trombos, disminuye el riesgo de arterioesclerosis.
• Efectos anticancerígenos: El contenido en resveratrol puede prevenir o reducir la probabilidad de desarrollar diversos cánceres (piel, colon y próstata).
• Efectos metabólicos: Los vinos secos mejoran la tolerancia a la glucosa en diabéticos.
• Efectos nutricionales: Aporta hierro e iones de sodio y potasio. Compatible con las dietas de adelgazamiento (una copa de vino blanco es igual a 70 Kcal.).
• Efectos neurosiquiátricos: Mejora el estado de ánimo. Disminuye las inhibiciones. Disminuye el estrés y los estados depresivos. Favorece la socialización. Disminuye la probabilidad de desarrollar demencia senil o alzheimer. Es analgésico.
Pero estos no son los únicos. Cada día se revelan nuevas propiedades curativas. Hoy se asume su acción antiespasmódica y antibacteriana, la activación de la secreción biliar, el efecto antihistamínico que atenúa las reacciones alérgicas, el papel protector de las paredes arteriales, su aporte de minerales y oligoelementos como magnesio, zinc, litio, calcio, potasio, y otros. Incluso se hace énfasis en que actúa contra una enfermedad muy de moda: la anorexia o falta de apetito, al estimular los órganos olfativos y gustativos.
Todos estos aciertos se deben a algunos componentes que se encuentran en la semilla y el hollejo de las uvas, como la quercetina (sustancia colorante del fruto), las flavonas, los taninos y los polifenoles, entre ellos principalmente el resveratrol, sustancia desarrollada por la uva para defenderse de algunas infecciones comunes, como la botrytis, poseyendo un importante efecto antioxidante.
El vino tinto, por tanto, es más beneficioso que el blanco; y se plantea que las variedades tintas de uva cabernet sauvignon y nebbiolo contienen más polifenoles que el resto de las uvas. Pero es un tema que conllevaría a otro trabajo sobre el asunto.
Las investigaciones sobre las propiedades del vino que actúan sobre la salud continúan. Y los resultados serán cada vez más sorprendentes.
Reflexionado sobre las tantas bondades de esta maravillosa fruta, cierro mis ojos y me veo caminando por los pasillos de la prestigiosa universidad parisina de la Sorbona, y en un encuentro con Pasteur ambos levantamos nuestras copas y brindamos por ese milagro: el vino.
