A grandes vitolas, grandes vinos

Creado: Mar, 01/03/2011 - 20:23
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Por: Sommelier Julio C. García
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Saber apreciar el tiempo es realmente clave a la hora de armonizar habanos y bebidas. Para lograr una verdadera satisfacción sensorial entre estos dos elementos, hay que tener en cuenta el paso del tiempo, ente virtual que todo lo transforma.

Si el maridaje está mal concebido el tiempo puede convertir la sensación de placer en acto ilusorio, trivial y sin sentido.

Cuando acompañamos vitolas de largo recorrido o fumada, entre ellas Grandes Coronas, Prominentes y Julietas con una Bebida Espirituosa, Fortificada o Licorosa, por muy certero que sea el maridaje de sus complejidades, generalmente el fumador nunca llega a saborear el tercer tercio del habano con sus papilas gustativas en plenitud de facultades.

Si la armonizamos con un Oporto meloso o un clásico Licor, nuestros sensores se rinden tras la segunda copa ante la sensación excesiva de dulzor.

Si la maridamos con un excelente Cognac, Whisky o Ron espirituoso, el alcohol nos desborda los sentidos, y nos separa del buen juicio antes de arribar a la mitad de la hora que necesitaremos para acabar nuestro habano.

Sucede que ni el alcohol excesivo ni el dulzor atroz llenan las expectativas hedonistas de un fumador que desee contemplar en toda su magnitud la majestuosidad incomparable de un habano de formato largo.

Que diferente se siente en el paladar un vino robusto, equilibrado, expresivo, que copa tras copa crece en sensaciones, de bouquet meloso y alcohólico, pero en la justa medida que perdura en el postgusto y espera por las bocanadas finales de ese habano hecho para el deleite total.

Es cierto que al igualar taninos y fortalezas se logra un buen maridaje de bebida y habano, sin embargo solo compensando el bouquet evolutivo, es decir el conjunto de sabores y aromas que afloran con el tiempo en ambos elementos, se logra una experiencia verdaderamente placentera y exclusiva.

Con grandes vitolas, se deben beber grandes vinos. El verdadero placer en el disfrute de un buen habano de largo recorrido está en la habilidad de dejarlo expresarse y en la capacidad de saber acompañarlo con una bebida que propicie un ambiente mágico, único y sensual. Para estos formatos un buen Borgoña o un Ribera del Duero que ni empalagan ni empobrecen los sentidos, solo tienden la mano, para convertirse en testigos excepcionales del encuentro final entre lo humano y el habano.

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