
El camino a la estrella de Manu Franco comenzó el día en que nació. Él mismo lo dice, ha trabajado siempre como si su estrella ya fuera una realidad, mucho antes de que Michelin se la concediera en 2025. Desde Bar Manolo, el establecimiento de sus padres, a La Casa de Manolo Franco, su restaurante actual, ha pasado toda una historia, por eso el propio chef cuenta que él hace cocina de recuerdo. Hoy su casa se ha trasladado desde Valdemorillo hasta HIP 2025.
A La Casa de Manolo Franco la preceden una estrella Michelin y un sol Repsol. Para abrirlo, el sueño de Franco pasó por abrir un espacio gastronómico en la Sierra de Madrid. Todos sus platos se componen de alguna forma de las hierbas y los árboles de la Sierra Norte. Su éxito se refrenda en los dos meses completos de reservas que recoge el restaurante.
Actualmente, ofrece un menú cocinado con sabor, historia, belleza y emoción. La temporada pasada este recibía el nombre de menú “Cerrar los ojos”, hoy va al revés: “Abrir los ojos” es la misión. Franco es consciente de que maneja la utopía en la cocina y en la vida: “ser felices, haciendo felices a los demás”.
Un relato comestible
El menú que trajo a HIP 2025, fue un “relato de viaje”, un paso por la historia de Manu, su familia y su restaurante:
Chocolate con churros de los tíos Pichi y Ricardo (los primeros churreros del pueblo).
Capuccino de verduras de invierno, pera y queso manchego y eclair de carrillera ibérica, chocolate blanco y caviar.
Angulas de la Sierra. Franco controla también la ironía con sus platos. ¿Angulas en la Sierra? El tesoro de la tierra: seta de cardo de pie y almendras. Una “serendipia”, como nombra Franco a su creación.
Ceviche de pez limón con tierra de pistacho y jalea de abeto; porque el mar no riñe con la montaña en esta casa.
Arroz de cordero de leche, humo de encima, hierbabuena y aire de mantequilla avellanada.
Postre del recuerdo: un jabón de manos de lavanda, con el auténtico sabor de esta bella y muy aromática flor que transporta a la infancia y a un ambiente ciertamente relajado.
Cuando lo único que había que hacer era tener la idea y hacerlo… se hizo
“Hemos conocido la esencia de una familia, hemos abierto los ojos para emocionarnos y encontrar la utopía de la felicidad, hemos contado la historia de una utopía, la de transformar un bar de pueblo en un restaurante que transformó las piedras en el camino en soles y estrellas. Es hora de despedirnos, de volver, de seguir trabajando en un sueño. Un lugar repleto de alma y magia llamado La Casa de MANOLO FRANCO, tienen su casa, allí les esperamos... GRACIAS”
Se despedía, con emoción visible y agradecimiento resonado, Manu Franco, para volver a la sierra y seguir trayendo las ideas al mundo terrenal, al de las hierbas y los árboles de Madrid.
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