Este último viernes de octubre, la industria del vino le tiende una alfombra roja al champagne. Y es que no hay mejor manera de celebrar su Día internacional que haciendo gala de la elegancia y glamour que desbordan sus burbujas. A esta denominación de origen francesa, a menudo considerada símbolo de lujo y fiesta, hoy le sobran motivos para descorchar botellas y celebrar.
Los orígenes del espumoso remiten a siglos de tradición en la región de Champagne, al noreste de Francia. La bebida se elabora a partir de uvas como chardonnay, pinot noir y meunier, con el método champenoise. El resultado es un vino versátil y refrescante que, aunque tiene varios rasgos en común con otros espumosos como el cava español y el prosecco italiano, para muchos no hay mejor elección que el Champagne. Pero, ¿qué lo hace tan especial? ¿qué lo diferencia de estas denominaciones? Atento a las próximas líneas.
Champagne, cava, prosecco: tres copas, una misma base
Uno de los aspectos fascinantes del Champagne es su versatilidad pero también su larga crianza en clima frío. A diferencia del cava, que se produce en regiones de clima mediterráneo como el Penedés en Cataluña, el espumoso francés se elabora en condiciones climáticas más extremas, donde la temperatura varía drásticamente, lo cual otorga una acidez natural distintiva. De ahí que muchos lo consideren un vino de mayor complejidad y profundidad en sabor, mientras, al cava se le atribuye un tono más afrutado.
En cuanto a la crianza, el champagne precisa al menos 15 meses, y en algunos casos como los vinos de cosecha millésimes necesita tres años. Por su parte, el cava reserva oscila entre los 9 y 36 meses de crianza, lo que implica menos complejidad que el Champagne. En el caso del prosecco el tiempo mínimo son 18 meses.
Ahora bien, tanto el Champagne como el cava siguen el método tradicional de segunda fermentación en botella, mientras el prosecco apuesta por los tanques de acero (método charmat) para su segunda fermentación, por tanto, el sabor deviene afrutado, ligero y con menos burbujas.
También suelen diferenciarse en el tipo de uvas. Para el cava se suele recurrir a la Parellada, la Macabeo y la Xarel·lo, el champagne apuesta por las chardonnay, pinot noir y meunier y el prosecco, son principalmente la Bianchetta, Perera, Verdiso y Glera larga.
Si hablamos de sabor y textura, el Champagne muestra una estructura cremosa, con abundantes burbujas. De ahí la autenticidad de la experiencia sensorial que regala. Hoy es la oportunidad perfecta para vivirla. Alza tu copa y… ¡Santé!