Hay platos y recetas tan arraigados a la cultura de los pueblos que son su mejor bandera al mundo.
Así, si se habla de alfajores enseguida pensaremos en Argentina, de ceviche en Perú o Ecuador, de jamón serrano en España y de arepas en Colombia o Venezuela, por solo citar algunos de los emblemas más típicos de la gastronomía iberoamericana. Pero, no es necesario tomar un vuelo hasta sus tierras para degustarlo. Como buenos símbolos de cultura, a menudo devienen carta de presentación en ferias y eventos internacionales.
Sean de orden culinario o no, la gastronomía siempre es de las expresiones preferidas de orgullo nacional. La bienvenida con una receta típica en mano es un gesto de cortesía que invita a quien asiste a adentrarse en la cultura del otro, como si fuera la propia casa.
Muestra de su esencia más genuina que no solo sirve para fortalecer identidades sino también para descubrir e intercambiar la de otras latitudes.
La gastronomía como narrativa universal
Cuando una gastronomía local llega a una feria internacional, lo hace como embajadora de su tierra. Los ingredientes, las técnicas culinarias y los sabores reflejan las tradiciones y los valores de una comunidad. Estos espacios logran construir así una plataforma para compartir no sólo sus productos, sino también sus costumbres y a la vez de aprendizaje.
La creatividad es la palabra de orden. Por lo que cada bocado viene a menudo acompañado por cubiertos, envases o rutinas propios.
Pero si lo miramos desde la perspectiva económica y turística los beneficios también son notables. Los pequeños productores, artesanos y chefs encuentran en estas ferias un escaparate que impulsa tanto exportaciones como las visitas.
Sin embargo, llevar la cocina local a una feria internacional no está exenta de retos. A menudo a modo de tapas, los platos suelen simplificarse o modificarse perdiendo autenticidad en el proceso. Por otro lado, muchas comunidades pequeñas, ricas en tradición culinaria, carecen de recursos para participar en estos eventos, lo que limita su representación en el panorama global.
En cada feria, los sabores se transforman en narrativas universales, recordándonos que, aunque las fronteras nos dividan, las experiencias compartidas, como disfrutar de una buena comida, siempre tienen el poder de unir.