La felicidad a cucharadas en el Día Internacional del Helado

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María Carrasco
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Helados

La llegada del carrito de los helados es el mayor símbolo de felicidad de cualquier niño en verano; atiborrarse a helado cuando te rompen el corazón; tomar helados cuando uno enferma de la garganta… El helado es el postre por excelencia. Es principal, es acompañante, pero sobre todo, llena de felicidad a todo el que puebe su sabor favorito.

Hace tiempo que el helado dejó de ser un postre estacional. No se puede negar que en verano este dulce helado es un manjar, sin embargo las heladerías pasan abiertas todo el año sin penurias. En el Día del Helado, cada 12 de abril, los golosos, los calurosos, los disfrutones, y en definitiva, cualquiera, puede tener un día de lo más rico.

Tan solo algunos lo celebran, pero todos lo disfrutan: la Historia del Helado

Este Día Internacional se celebra en Argentina, Chile, Estados Unidos y Canadá, mientras que en Europa la fecha es distinta. Este momento fue acuñado por la Asociación Internacional de Productos Lácteos para conmemorar el aporte de la crema helada a la vida de la población, el bienestar que trae comprar y comer un helado, o hacerlo incluso, y el valor económico de la industria heladera a las reservas monetarias de las naciones. En algunos países, como en Argentina, el helado es una parte importante de la identidad gastronómica nacional gracias al aporte de los migrantes italianos que se instalaron en el país durante los pasados siglos y que aún hoy obtienen especial relevancia en diferentes aspectos.

El helado es un alimento que ha estado presente casi desde que el tiempo tiene memoria. Llegó a Europa en el siglo XVI y aún más tarde a América, sin embargo, nació en Oriente hace más de tres milenios. La leyenda popular dice que en China se comía una especie de pasta de arroz con hielo, que ayudaba a la conservación de la comida cuando esta era escasa. Como casi todas las comidas que se precien, nace de la cocina de aprovechamiento para luego convertirse en un delicada y extendida exquisitez.

A pesar de no encontrarse pruebas documentales, la tradición oral cuenta que Marco Polo lo importó a Europa tras sus expediciones por Oriente, entrando por Italia y llegando a los Medici, con grandes influencias en el resto del continente. A partir de aquí, el italiano Bernardo Buontalenti creó el gelato a final del 1500 al mezclar estos granizados con crema de leche y huevos obteniendo una textura suave y sabrosa al congelar la mezcla con un poco de fruta y otros sabores. Buontalenti tenía un apellido que ni pintado le hubiera quedado mejor.

La historia del helado es una sucesión de éxitos internacionales. En el siglo XIX se abrieron las primeras tiendas especializadas en helado en París, que hoy llamamos heladerías y podemos encontrar en casi cada ciudad del mundo. En Italia se comenzaron a producir las casattas o copas de helado, y en Viena se inventó el helado de chocolate y el café helado. Haga frío o calor, el helado se extiende hasta ser típico en todas las regiones del globo. La primera heladería se fundó en 1686 en la capital francesa, donde la corte de Luis XIV congratulaba al siciliano Franceso Procopio por su maravilloso producto de leche, crema, mantequilla y huevos mezclados en la primera máquina de helados del Café Procope.

En Argentina, hoy en día, se llega a celebrar la Copa Argentina del Helado Artesanal. Este país rioplatense acoge el concurso gracias a FITHEP, la Feria Expoalimentaria Latinoamericana 2024 que tendrá lugar a principios de junio en Buenos Aires.

Verdad o reto con el Helado de Menta

Los sabores más consumidos a nivel mundial son los de vainilla, chocolate y nata. En Argentina se han realizado estudios que ponen al chocolate con almendras, al dulce de leche granizado (granizado y cremoso) y al sambayón en el top 3. En Chile son más tradicionales, con chocolate y vainilla a la cabeza, mientras en Uruguay brilla la originalidad de la menta granizada.

Hablemos de sabores polémicos, entonces. Parece que en la actualidad más actual existen cada vez sabores más inverosímiles. Aunque puede ser que no llegues a creerlo, se han creado helados que van desde el jamón ibérico y la cerveza hasta el más fino caviar. Probablemente, no puedan probarse en heladerías de calle, pero sí en restaurantes elegantes, asumiendo una originalidad absoluta y acompañando caros platos de estrella Michelín.

Pero, ¿cuál es el sabor de helado más discutido de la historia?

Efectivamente, el helado de menta. Te encanta o lo odias. Casi no existe un punto medio. Se trata del sabor con más detractores del mercado, pues el odio, al final, siempre es el más resonado. Mientras que unos lo asumen como el más refrescante, otros dirán que sabe a dentífrico. Muchas veces, se trata de un sabor que hay que entender.

helado

Tiene un gusto muy intenso, difícil de combinar, pues se come al resto de sabores y opaca el dulzor típico del helado. Por eso, una de las mejores mezclas es la del chocolate amargo con la menta. Se complementa en pequeños trozos repartidos por la base de verde del helado de menta o en la forma del no tan extendido chocomenta, un helado de chocolate, más dulce o más amargo, con gusto mentolado.

Generalmente, quien detesta el helado de menta es porque no puede con el gusto de esta hoja en general, en mayor o menor medida. Sin embargo, se trata de un sabor que es muy popular entre los niños de entre 9 y 12 años, según una investigación que impulsó la AFADHYA (Asociación de fabricantes artesanales de helados y afines). Parece que hablamos de una sensación asociada a la infancia, porque es el momento en el que se desarrolla físicamente el sabor mentolado en las papilas gustativas, y cada cual lo desenvuelve en medidas distintas.

El color es otro factor determinante. El verde no es un color primario, por lo que la vista no lo traduce de forma automática como un visual agradable, al no considerarlo natural. Y aun así, recientemente, parece que hay otros verdes que sí que entran por los ojos como es el casi canónico pistacho, que últimamente se encuentra en casi todas las elaboraciones.

El helado de menta, con chocolate o solo, no es a gusto de todos, pero no es obligatorio que lo sea. “A gustos: colores”, nunca mejor dicho.

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María Carrasco