¿Viñedos en Londres y mangos en Italia? Así es la nueva geografía de los cultivos

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Gabriela Sánchez
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Las señales de alarma que lanza el medio ambiente han cambiado el mapa de la agricultura mundial. El alza de las temperaturas, los cambios en los patrones de precipitación y la proliferación de nuevas enfermedades se han tornado caldo de cultivo para una modificación sorprendente de la producción de frutas y hortalizas. Así, lo que antes se consideraba una zona ideal para ciertos alimentos, hoy son poco viables, mientras que regiones tradicionalmente frías parecen tener oportunidad con cultivos tropicales.

Según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), estas alteraciones han impactado en la producción agrícola de América y Europa. Ejemplo de ello resultan México, Brasil y Perú, los cuales han experimentado descensos significativos en el cultivo de frutas como el mango, mientras países como Italia y Reino Unido han incrementado su idoneidad climática para ellos, cítricos, uvas para vino y garbanzos. 

Nuevas regiones, nuevos cultivos

En materia de estadísticas, Italia ya ha registrado el doble de las plantaciones de mango en los últimos años. De forma similar ha sucedido con el aguacate que ya parece empezar a reemplazar cultivos emblemáticos como el olivo y el limón.

Siguiendo la misma línea, un estudio publicado en la revista Climate Resilience and Sustainability proyecta que, para 2080, países del centro y norte de Europa podrían cultivar productos típicamente mediterráneos como la soja o las naranjas. 

En el otro lado se hallan las naciones tropicales donde son tradicionales, que al enfrentar cada vez más mayor aridez, no prosperan igual. 

No obstante, el fenómeno también ha significado una mayor vulnerabilidad de las cosechas pues trae consigo episodios extremos como sequías, olas de calor e inundaciones que reducen el rendimiento agrícola y la seguridad alimentaria. Esta transformación, aunque representa un reto para los agricultores, también significa una oportunidad para diversificar los sistemas agrícolas y hacerlos más resilientes ante el cambio climático.

De ahí que la nueva realidad implique mayor adaptación de los productores para garantizar la sostenibilidad del sector a partir de la implementación de estrategias resilientes.

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