Mucho más que paella, comer en la Comunidad Valenciana

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María Carrasco
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gastronomia

De una tierra bañada por el Mediterráneo y mecida por el Levante, brota un pueblo afortunado: la Comunidad Valenciana. Donde la naturaleza despliega todos sus atributos y uno puede tumbarse en una playa de arena blanca, bañarse en aguas turquesa, navegar por aguas con la marea más tranquila o descubrir una cala escondida, donde el sol pica, la humedad empapa pieles doradas y allá donde mires hay campos de naranjas, se encuentran tres provincias hermanas que celebran, entre pólvora, su identidad.

Pero es que la Comunidad Valenciana despliega, queriendo y sin querer, todos sus encantos para atraer a todos a que vayan a pasar un buen rato y se impregnen de cultura, una que, con muchas cualidades, destaca por una gastronomía impecable y todoterreno, como la misma tierra.

Excelencias Gourmet, te muestra una ruta gastronómica por la cocina valenciana más típica, que es mucho más que la paella, ese grandioso héroe gastronómico que abandera España. Vamos, entonces, a sumergirnos en la cultura real de la gastronomía valenciana.

De ruta entre Els Ports y Baix Segura

Entre Valencia, Alicante y Castellón, la cultura gastronómica es extremadamente rica gracias a la suerte de materia prima que crece del suelo y recoge del mar y de la marisma que baña sus costas. De aquella zona donde crece el famoso arroz de Valencia, la Albufera, se recogen y pescan exquisitos productos que componen platos tan típicos como su “All i Pebre”, un guiso de olla de pescadores y arroceros valencianos, cuyo ingrediente principal es la anguila de l’Albufera. También lleva patatas, ajos, guindillas, pimentón y una picada (o “picaeta”) de almendras y pan. Además, nada le gusta más a un valenciano del interior que el folklore de cocinar en olla de barro y beber del porrón. Aunque si eres algo más moderno, no debes decir que no a un “agua de Valencia”.

Viajando por las sinuosas carreteras que cruzan las 34 comarcas, nos podemos encontrar en cualquier bar del interior de Alicante con que, con el refresco, te ofrezcan un plato de “espencat”. Este entrante frío se compone de berenjena, cebolla y pimiento asados en las brasas que restan de haber cocinado una paella. Algunos le añaden un poco de bacalao salado o un poco de ajo, pero es indispensable que esté bien regado en aceite de oliva de la tierra.

Allá donde el arroz no falta

Desde allí, puedes emprender el viaje hacia la costa, donde pedirás un clásico “Arròs a banda”. Si lo traduces del catalán valenciano, te encontrarás con un “arroz aparte”. ¿Cómo? Sí, arroz separado. Porque primero se come el pescado con el que se ha cocinado el fumet para el arroz, con patatas y un espeso “allioli” casero de mortero y más tarde, cuando piensas que vas a reventar, llega el camarero con una paella “pelada”. Está hecha, literalmente, para “comer y callar”, ya que si ya has comido el pescado, no tienes que frenarte mientras disfrutas de una paella marinera sin más tropezones que sepia y gambas peladas que decoran el paellón.

Más vale descansar en alguna de las maravillosas playas valencianas entre Gandía y Altea, donde lo que nunca falta es una relajante brisa mediterránea, para disfrutar, darse un baño y emprender de nuevo la ruta.

Un dulce para acabar el menú

Entonces, cruzarás Valencia en un par de horas para llegar a Castellón, donde te espera el postre. Aquí te recomendamos probar la coca de llanda o mal feta. Coca es lo que vendría a significar bizcocho en español y, de hecho, es simple: azúcar, huevos, limón, leche, aceite y harina componen un pastel muy esponjoso que se puede comer solo o decorado con manzana, almendra o nueces, por ejemplo. Mejor es aun si la mojas en una taza de chocolate o de café. Y si te animas, incluso la horchata te permite que lo hagas.

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María Carrasco