Cómo preparar kombucha casera: una bebida viva y serena

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Ya hemos hablado en diversas ocasiones de la kombucha y los secretos que aguarda sobre la longevidad en unas gotas. Sin embargo, este té fermentado es tan beneficioso como sencillo de preparar, aunque cualquier milagro no viene sino con algo de esfuerzo, por mínimo que sea.

La kombucha es, tradicionalmente, una bebida artesanal. Como decimos, es fácil de preparar pero hemos de tener en cuenta que está viva, gracias a las bacterias y levaduras en su interior. Estos hacen una bebida especialmente saludable gracias a sus propiedades probióticas, así como refuerza también la resistencia mental y la paciencia, ya que requiere de un buen tiempo desde su aceleración hasta la consumición.

Para hacer kombucha en casa debes tener tiempo y ganas. Entendemos que hoy en día las prisas nos abruman y cuando los estímulos no son constantes el cuerpo y la mente reaccionan con ansiedades. En parte, sin embargo, puede contrarrestarse con una alimentación natural y de calidad, como esta kombucha.

Necesitamos: 

  • 1,5L de agua. Es importante que no lleve cloro, por lo que puedes usar agua filtrada.
  • 4 bolsitas de té verde o negro. Igualmente, el requerimiento es que te guste su sabor y que sea un té con taninos, para poder llevar a cabo la fermentación, preferiblemente de la familia Camelia sinesis.
  • 70 gr de azúcar. Cuanto menos refinada, mejor, ya que la necesitamos para la fermentación.
  • 1 disco de SCOBY como mínimo.
  • 500 ml cultivo iniciador. Hablamos del líquido de té de kombucha de la tanda anterior.

Utensilios:

  • Recipiente de vidrio grande y boca ancha
  • Un paño de algodón
  • Una cuchara de madera (muy importante que no sea de metal)

¿Qué es el scoby?

El SCOBY es la madre de la kombucha. Hablamos de un disco de grosor variable y una textura gelatinosa. Su color es beige o marrón claro, que, aunque no es muy apetecible, debes fiarte de él.

Debido a que su fermentación es aeróbica, requiere de espacio en el recipiente donde prepares la kombucha para poder alimentarse del oxígeno, por eso lo tapamos con un paño y no con una tapa. Además, al SCOBY le gusta la sacarosa y la necesita para fermentar, por lo que siempre requiere de azúcares fáciles de digerir como el de caña o el de remolacha. Otro consejo para el SCOBY es que los tés de los que se alimenta deben ser con teína, por lo que está “prohibido” usar rooibos.

Elaboración: 

  1. Calentar un litro y medio de agua sin que llegue a hervir.
  2. Infusionar el té en el agua durante un buen rato. Puedes comprobar que esté hecho probándolo y comprobando que esté muy amargo. Unos 10 minutos deberían ser suficientes.
  3. Añadir el azúcar.
  4. Dejar enfriar completamente. El calor mata las bacterias, por lo que si pusiéramos el SCOBY ahora, echaríamos nuestra kombucha a perder. Podemos esperar unas horas para asegurarnos. Comienza el juego de la espera y la impaciencia.
  5. Añadir el SCOBY y el líquido iniciador. Debemos ver el SCOBY vivo, es decir, debe flotar en la superficie o por el recipiente durante el tiempo que esté cerrado. Puedes activarlo removiendo el líquido con la cuchara de madera a los varios días. Si no se mueve o se queda al fondo, deberás reemplazarla o empezar de cero, lo siento.
  6. Tapar el recipiente de cristal con el paño y ajústalo con una goma.
  7. Esperar muuuucho. Hay que dejar reposar la kombucha unos 7-8 días, no solo para que fermente sino para que también se elimine el alcohol de la fermentación y rebaje el azúcar. Si prefieres una kombucha poco o nada dulce, debes dejarla fermentar hasta 3 semanas, aunque siempre debemos añadirla para activar la fermentación.
  8. Reserva el SCOBY y el 20% del líquido conservador para la próxima tanda de kombucha. A este 80% restante le puedes añadir frutas, verduras u otros sabores.
  9. Pásalo a una botella y espera unos días más para que ocurra la carbonatación natural, es decir, el proceso por el que aparece el gas de la bebida. Si piensas que tiene demasiadas burbujas puedes meterla en la nevera para que el frío frene la fermentación.
  10. Ahora sí, por fin: beber.

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