Chile: Las clases de cocina gourmet son la nueva obsesión en este país

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Por: Débora Gutiérrez / Mercurio

Preparar una albacora glaceada con salsa de anguila, espuma de sésamo y papas hilo, a primera vista asusta a los comensales del Restaurante Word Delicatessen (WD). Pero el grupo de clientes se esmera en cortar las papas con ínfimos cortes, batir la espuma y preparar la salsa. Lo logran. Y como premio, el chef Giancarlo Mazzarelli, dueño de este interactivo espacio culinario, les muestra cómo "montar" la receta para convertirla en un verdadero y delicioso plato gourmet.

"Empezamos con esta idea en diciembre de 2008, y la respuesta de la gente ha sido muy buena. La experiencia de preparar un plato de alta cocina y luego degustarlo atrae mucho. Recibimos, incluso, grupos que celebran su cumpleaños cocinando con nosotros", cuenta el chef.

Grato ambiente

La tendencia, que los expertos en artes culinarias llaman cocina social, gana rápidamente adeptos en Chile. No importa dónde o el tiempo que se necesita para aprender estas finas preparaciones; la idea es disfrutar la cocina y conocer los trucos más sabrosos que entregan reconocidos chefs del país.

¿El objetivo? Pasar un buen rato con los amigos o sorprender a los familiares en su propia casa. Los precios de las clases varían. Por ejemplo, WD y Verónica Blackburn cobran por sesión entre $20.000 y $30.000. La Escuela Internacional de Artes Culinarias (Culinary), en cambio, realiza cursos extensos (9 semanas) y sosfisticados a un precio que bordea los $300.000.

Catherine Cristi, subgerenta de Marketing de Megavisión, es una asistente habitual de las clases de cocina de WD, y cuenta que le gustó tanto el ambiente que se genera en torno a las clases de cocina, que ahora una vez al mes invita a sus clientes simplemente a cocinar.

La diseñadora de vestuario Ksenia Rojic es otra seguidora de esta tendencia: "Tengo cinco hermanas, y todas cocinan bien. La competencia en las reuniones familiares es tremenda, así que debo prepararme", dice, risueña. Esta semana las sorprenderá con sofisticados postres que aprendió con Verónica Blackburn.

La buena mesa

Los amigos Adolfo Momares (empresario) y Jorge Campos (ingeniero) se inscribieron juntos a las clases que imparte Culinary. "Obviamente nos encanta la cocina, pero también lo tomamos como una forma de relajarnos y pasarlo bien", dice Adolfo, mientras asa pimentones con una maestría digna de un profesional.

Este año, entre los inscritos en Viña y Santiago para clases de cocina no profesional en Culinary suman más de 160 personas; un aumento de la demanda de 60% en comparación con 2008. Eso ocurre, opina Blackburn, porque la cocina en la actualidad es sinónimo de entretención. Por eso ideó las clases Club de Tobi: "La verdad es que, más que a cocinar, los hombres vienen a compartir un buen rato con sus amigos".

"Pero no se trata sólo de aprender una receta", concuerdan Ignacio García y Griselle Durant, quienes se esmeran en elaborar un ratatouille , popular plato francés sugerido por la chef internacional Patricia Luna. "La idea de asistir a estos cursos es aprender técnicas de cortes y los secretos de la alta cocina que marcan la diferencia entre un plato de comida y una cena gourmet", puntualiza Ignacio.

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Por: Débora Gutiérrez / Mercurio