Si bien las aplicaciones de las ondas electromagnéticas eran conocidas desde 1864, después de que el físico escocés James Clerk Maxwell postulara su existencia, el microondas se inventó por azar y tardó mucho tiempo en popularizarse en las cocinas.
Fue el ingeniero norteamericano Percy Spencer, que trabajaba para la empresa de radares Raytheon Corporation, quien comprobó en 1946 cómo la chocolatina que llevaba en el bolsillo de la bata se le había derretido mientras probaba un dispositivo llamado magnetón.
Intrigado por lo que había pasado, Spencer decidió realizar un experimento: dejó un puñado de granos de maíz para hacer palomitas cerca del "magnetón", y al cabo de un par de minutos empezaron a saltar por el laboratorio.
Desde este experimento hasta que empezó a fabricarse el primer horno microondas apenas pasó un año, sin embargo, los primeros artefactos no eran muy prácticos, pues medían dos metros y pesaban 250 kilos, aparte de valer más de 5.000 dólares.
Entre los primeros clientes de aquellos gigantes microondas estaban los restaurantes y los hospitales, los cuales los utilizaban para recalentar comidas. De hecho, fue un restaurante de Boston el pionero en incorporarlo a su cocina.
Pero hubo que esperar 20 años para conseguir los primeros hornos domésticos, los cuales comenzaron su vida primero como "palomiteros" en Estados Unidos, en 1975, desde donde poco a poco comenzaron a extenderse por el resto del mundo.
