Souvenir, memorias gourmet

Creado: Dom, 20/05/2012 - 18:15
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Por: Elena Castillo
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Souvenir, memorias gourmet

Todo viaje implica un descubrimiento, una búsqueda, una aventura hacia el mundo externo, o hacia nosotros mismos. Disímiles pueden ser los propósitos, innumerables los móviles que nos hacen desandar caminos más allá de nuestro terruño, del raigal espacio que de siempre conocemos.
Sin embargo, en ese transitar hacia las afueras de nuestra cotidianidad un recuerdo constante queda (o se lleva) como memoria nítida de lo vivido, de lo disfrutado. Es justamente allí donde la elección, la incitación o la cultura marcan el destaque y dicho souvenir no irremediablemente alude a piezas históricas, de vestuario, de la artesanía tradicional; la identidad se extiende más allá y colma los espacios de la gastronomía, asumiendo incluso nítidos matices gourmet.
Así, podría decirse que en general todo el que parte siempre regresa con un placer en las valijas, una muestra de lo mejor de los campos, las cocinas o la sapiencia de las gentes oriundas de los territorios visitados, “descubiertos”.
Cercano ejemplo es sin dudas el exquisito Jamón Serrano, joya insigne de la culinaria española, junto a sus seductores vinos, sus aceites, su orujo y qué decir de sus turrones, símbolos de por sí de las valencianas Jijona y Alicante.
Y Europa, por supuesto, sigue ofreciendo más deleites, de Suiza viajan los chocolates; Portugal entrega impetuosa sus Oportos; e Italia, pródiga, nos sitúa ante un debate entre la tentación y el peso del equipaje, con su vasta diversidad: ya sean quesos como el Parmesano, jamones como el Prosciutto o, quienes gusten de las libaciones, optarán, además de sus excelentes vinos, por la Grappa y el Limoncello.
Grecia nos convida a estupendos aceites, su característico licor Ouzo y a lo mejor de los quesos de oveja con su Feta. Alemania ratifica el legado de su cerveza, sus suculentas salchichas, su gusto por el buen hacer. Francia establece una franca seducción mediante su excelsa tradición culinaria, distintivos quesos, la pastelería y, en especial, los vinos con la reconocida D.O. Champagne. Mientras, Inglaterra propone su ginebra, expandida al mundo y, que después de tantos años de historia, aun lidera ventas y consumos internacionales.
Bebidas también impetuosas, personalísimas trascienden otras tierras europeas para expandirse más allá de sus orígenes y rememorar en manos del viajero o sus afectos lo mejor de la producción foránea. Quién no piensa en Rusia cuando de Vodka se habla, o en tierras escocesas envuelto en los efluvios del poderoso whisky.
Asia milenaria, de gustos arraigados, perceptibles y muy internacionalizados, guarda todo un caudal. Allí está la India para aderezar con sus especias los platos del mundo. Del arroz proviene el Sake, destilado de los japoneses, ancestral como su cultura. Y el té es un cálido lazo con el que se envuelve toda la región para placer de los que llegan, para sorpresa grata de quienes lo reciben.
En los tórridos, voluptuosos entornos del Caribe y las Américas, las ansias igualmente encuentran pretexto y respuesta para quienes buscan atesorar, degustar memorias. Humeantes, muy apetecibles, se alzan las tazas del café venido de Colombia o Costa Rica. México le pone tono de fuego a lo que toca con su chile y al sur del continente Brasil alienta a los voluntariosos con su Cachaça, mientras otro destilado, no de la caña, pero no por ello menos autóctono, deviene símbolo del Perú: el Pisco, que ya tiene estampa en la ruta global.
Chile y Argentina marcan paso fuerte en la cultura contemporánea con el poderío de sus vinos de maravilla. Así, Nuevo y Viejo Mundo se reencuentran entre simientes espectaculares, terroirs únicos con un resultado inigualable, certeza de delicia siempre.
Fuerza, mieles, historia y armonía van de la mano en Cuba, donde geografía y sabiduría han dado luz a goces tales como su ron de azúcar de caña, sus exquisitos habanos, excelentes café y cacao.
Para el viajero ahí está el mundo todo. Cultura, identidad y pasión marcan el ritmo de cada pueblo y su gastronomía. No solo de pasos está hecho el camino, sino también de sus placeres, de esos que se guardan para compartir con amigos, para invitar o consolar al que esta vez no pudo acompañarnos, para, sobre todo, no olvidar.
El equipaje, incluso cuando no se piensa, también lleva una estela. De lo más conocido a lo más peculiar se hace la huella, por eso el recorrido no termina en lo más mentado, sino en lo poco descubierto. Distintivo primero, segura evocación después, quizás aquello que usted compre sea, ¡oh sorpresa!, un verdadero souvenir gourmet.  
 

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