Yogur, alimento milagroso

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Patry Hernández
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Natural o saborizado, cremoso o líquido, de aperitivo o simplemente como ingrediente de una receta, el yogur ha devenido uno de los elementos esenciales de nuestra dieta diaria, gracias a sus propiedades nutritivas e inconfundible sabor.

Aunque no se conoce con exactitud el momento en que este manjar lácteo apareció por primera vez, se dice que su consumo es incluso anterior al comienzo de la agricultura.

Algunos lo ubican entre el quinto o cuarto milenio a.n.e. en Sumeria, región que formaba parte de la antigua Mesopotamia, actual Irak. Otros países que se disputan su origen son Turquía, Bulgaria y algunos estados de Asia Central.

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Cuentan que las tribus nómadas, al transportar en sacos de piel de cabra la leche fresca que obtenían de los animales, notaron que se transformaba en una masa semisólida y coagulada debido al contacto del líquido con el material y el efecto del calor.

Cuando el producto blanquecino contenido en aquellas bolsas se agotaba, estas se rellenaban nuevamente con leche fresca, que terminaba fermentándose una vez más gracias a los residuos precedentes.

Por su facilidad de transporte y conservación, rápidamente el yogur se convirtió en un alimento esencial en la dieta de algunos pueblos. Según los historiadores, el célebre guerrero mongol del siglo XII, Genghis Khan, obligaba a sus tropas a beber la leche coagulada para fortalecerse y tener una salud envidiable.

En la India, el yogur fue bautizado con el nombre de "dahi" y se consideraba alimento de dioses. Plinio El Viejo, escritor, científico, naturalista y militar romano, lo llamó alimento milagroso; mientras que Galeno, médico griego del siglo II, destacó su efecto beneficioso para los problemas del estómago.

Dioscórides, también médico, lo recomendaba contra los males del hígado y tuberculosis, y como depurativo general. A pesar de su éxito, no fue hasta el siglo XX que el yogurt se popularizó en todo el mundo. Fue gracias al microbiólogo ucraniano Élie Metchnikoff, Premio Nobel de Medicina en 1908, quien descubrió el  mecanismo de acción de las leches fermentadas y sus efectos beneficiosos en el organismo humano.

En otras palabras, demostró que la fermentación del yogur era posible por la acción de bacterias (lactobacilos), capaces de convertir el azúcar de la leche en ácido láctico. Los estudios de Metchnikoff revelaron que la sustancia resultante impedía el desarrollo de bacterias dañinas en el intestino derivadas de la descomposición de los alimentos, además de ser una fuente nutricional por su alto contenido de vitaminas del grupo B.

Yogur: Propiedades nutritivas y medicinales

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El yogur es uno de los pocos alimentos recomendados para cualquier régimen alimentario, y está indicado para todas las edades, especialmente para quienes no toleran la leche. La acción sobre el sistema digestivo lo convierte en una auténtica defensa natural contra todo tipo de infecciones y enfermedades.

Además, reduce el colesterol, contribuye a la rápida absorción de grasas, controla los posibles casos de diarrea y estreñimiento, y protege al estómago de la erosión que producen ciertos medicamentos.

Como si eso no fuese suficiente, también cabe destacar su significativo contenido de calcio, que lo convierten en un aliado imprescindible para fortalecer huesos y dientes. Asimismo, sus proteínas, grasas e hidratos de carbono suministran energía suficiente al cuerpo como para afrontar la ardua jornada de trabajo.

Y, para los que están bajo una estricta dieta de adelgazamiento, hay también buenas noticias. Las variedades desnatadas de yogurt suministran energía y nutrientes básicos, y al mismo tiempo aportan muy pocas calorías.

Las vitaminas del tipo A y B, el ácido fólico, y el contenido en fósforo, magnesio, zinc, potasio y yodo completan el contenido nutricional de este refrigerio.

¿Y en la cocina?

Sería injusto decir que el yogur es apenas un postre que combina, como ningún otro, con frutos secos, miel, azúcar, frutas, cereales o mermelada. Cuando se habla de sus bondades culinarias, hay que decir también que es un perfecto ingrediente para bizcochos, tartas, helados y todo tipo de postres de componente lácteo. Además, aporta un sabor único a numerosas salsas como las de aguacate, champiñones, menta o tomate, que se usan para condimentar pollo, ensaladas, jamón cocido, así como pescados y mariscos. Si no quiere ponerle límites a su imaginación en la cocina, atrévase a preparar estas dos recetas protagonizadas por el yogur.

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Patry Hernández