La historia detrás del Roscón de Reyes

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Ana Vega "Biscayenne"
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Roscon de Reyes-historia

Aunque la receta del Roscón de Reyes tal y como lo conocemos hoy es bastante moderna, tenemos que remontarnos a la antigüedad para descubrir el origen del haba o sorpresa. Igual que la fiesta de Navidad, la de Epifanía se ubicó en el calendario cerca de las antiguas saturnales romanas, o fiesta de los esclavos, esas en las que se alteraban las normas sociales y los esclavos eran servidos por sus amos.

Durante esas festividades, celebradas en honor a Saturnos, el Dios de la Agricultura, se repartían unos pasteles redondos de frutos secos, que evolucionaron después en unos panes o bollos (siempre circulares) en los que se introducía un haba. El afortunado que encontraba el haba en su porción de pastel era elegido rey de la fiesta y reinaba por un día.

Unos orígenes que quedaron olvidados cuando la Iglesia, a lo largo del siglo IV, institucionalizó el Día de Reyes como una fiesta cristiana.

El Roscón de Reyes es francés

Durante la Edad Media la Iglesia intentó acabar con la fiesta de los locos, otro jolgorio invernal de origen pagano en el que se elegía a suertes un rey de los tontos u obispo de mofa. Estas antiguas prácticas han perdurado de algún modo en dos elementos de nuestra Navidad actual: las bromas del Día de los Inocentes y la sorpresa del roscón del Día de Reyes.

Durante el Renacimiento francés, la costumbre de comer este postre el día de la Epifanía –6 de enero–, se convirtió en una popular tradición entre la aristocracia y la realeza gala. Las familias se reunían para tomarlo juntos y ver quién era el afortunado al que le salía la preciada legumbre, celebración que fue acuñada con el nombre Le Roi de la Fave (El Rey del Haba).

Un niño dividía el Roscón –llamado el gateau de roi (pastel de rey)– en trozos iguales para cada uno de los habitantes de la casa, señores y sirvientes juntos. Al quien le tocaba el trozo que contenía el haba era nombrado Roi de la Fave, el Rey del Haba, y durante ese día era el protagonista de una fiesta donde se comía y bebía en abundancia. Cada vez que el rey bebía de su copa, todos los asistentes debían gritar “el rey bebe, el rey bebe”; como tituló el pintor flamenco Jacob Jordaens a su famoso cuadro en el que retrató la fiesta de la Epifanía.

Más tarde, en el siglo XVIII, cuando el rey francés Luis XV era todavía un niño; un cocinero de la corte quiso agasajarlo introduciendo como sorpresa en el roscón una moneda de oro (hay quien dice que en realidad fue un medallón de oro y rubíes). La idea se extendió y desde ese momento, el haba pasó a ser olvidada, ya que el premio deseado era el que tenía más valor económico.  

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Le gâteau des rois, 1744. Jean-Baptiste Greuze

 

El 4 de nivoso del año tercero de la República –lo que viene siendo el 24 de diciembre de 1792–, el alcalde de París Nicolas Chambon prohibió la elaboración y venta de roscones por ser antirrevolucionarios. Creía que los pasteleros que osaran hacer semejante dulce no tenían más que intenciones liberticidas, mientras que los compradores sin duda debían de querer conservar la supersticiosa costumbre de la fiesta de los Reyes en nombre de los déspotas absolutistas. Los revolucionarios mezclaban churras con merinas y a Melchor con Luis XIV, pero la verdad es que el pobre roscón tuvo que recibir durante unos años el nombre de gâteau des sans-culottes.

El Roscón de Reyes llega a España

Felipe V (1683-1746), primer Borbón español y nieto de Luis XIV, trajo consigo la costumbre de celebrar la Epifanía igual que en su país de origen, Roscón de Reyes incluido. Fue ahí donde, por primera vez, se cubrió el pan con frutas escarchadas y se escondió un pequeño muñeco de porcelana en su interior como representación lúdica del episodio de la huida y el necesario encubrimiento de Jesús para evitar que cayera en manos de Herodes.

Julio Caro Baroja señala en su obra Los Vascos (1972) que el rey de la faba es mencionado en varios documentos navarros del siglo XIV, pero al parecer la costumbre se perdió después, o no llegó a extenderse en toda España, porque a mediados del XIX el mismísimo Madrid no sabía lo que era el haba ni el roscón. El día de Epifanía se tomaban distintos postres como el dulce de Reyes Magos, una especie de flan hecho con compota de manzanas y huevos.

En los primeros días de enero de 1848 varios periódicos de la capital recogían una información que hablaba de “los usos y costumbres de diferentes países de Europa” según los cuales “suelen reunirse varias familias o amigos con objeto de comer un gran bizcocho que llaman torta de Reyes. Se introduce una almendra en dicha torta, y aquel a quien le toca se llama rey […] y paga una comida o merienda a todos los concurrentes”.

La pastelería La Mallorquina trajo en torno a 1868 a un pastelero francés para “lanzar al consumo, por primera vez en España, de los famosos gateaux” (El Fígaro, 6 de enero de 1919). Esta afirmación coincide con las fechas de las primeras citas que hemos visto de la torta de Reyes, así que la vamos a dar por buena.

En los años siguientes el pastel de Reyes se fue introduciendo en las fiestas de la élite y ya en 1887, el periódico La Época decía que la “torta de Reyes” iba ganando prosélitos en nuestro país.

El 6 de enero de 1889, el mismo medio ampliaba la información dando alguna pista sobre el origen del roscón: “La torta de Reyes, indjspensable en Francia, ha tomado carta de naturaleza también en nuestras costumbres, de tal modo, que seria interminable la lista que pudiéramos formar de las casas en donde se comerán esta noche los ricos gâteaux des rois, cuyas escondidas habas designarán como reyes de la fiesta á los felices mortales á quienes la suerte otorgue la fortuna de su posesión”. Y pasa a contar cómo el gâteau des rois francés (“pastel de reyes”, no confundir con la galette de rois), una especie de pan dulce en forma de rosco, era tan popular en el país vecino que había sido capaz de sobrevivir a la Revolución.

En un largo artículo dedicado al roscón, el diario Fígaro cuenta cómo “en Madrid cada año la fabricación aumenta. Y poco a poco la costumbre se extiende a las provincias, donde a la vuelta de unos años seguro que se habrá aclimatado. De todos los dulces que en los hogares se saborean, ninguno tan familiar como el roscón de Reyes. Contribuye a ello la costumbre […] del obsequio de los fabricantes, cuyos regalos van siendo más importantes cada vez, desde la sencilla haba o el diminuto muñeco de porcelana hasta la moneda de oro triunfal”. Prosigue el texto citando a varias de las pastelerías que hacían roscón en 1919, como la primigenia La Mallorquina, la confitería Prast (hogar del Ratoncito Pérez), La Suiza, La Villa Mouriscot o Viena Capellanes, que vendió ese año unos 65.000 roscones a un precio de entre 1 y 5 pesetas.

Se suele asumir que el bolo do rei portugués, muy similar al roscón de Reyes, es de origen español, pero igual que el nuestro es de padre galo: comenzó a hacerse alrededor de 1870 en la pastelería lisboeta Confeitaria Nacional con una receta traída de Francia. En 1900 aparecía ya la receta en El Arte Culinario de Adolfo Solichón, antiguo repostero de la Casa Real, y se hacía igual que ahora, con harina, huevos, azúcar, levadura, leche, ron, agua de azahar, mantequilla y corteza de limón y naranja, adornado por encima con azúcar y calabaza confitada. 116 años después, seguimos sin comernos las frutas escarchadas, pero que a nadie se le ocurra quitarlas: la tradición es la tradición.

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Receta de Roscón de Reyes o pastel publicada en El Arte Culinario, ca.1900. Adolfo Solicón.

 

Hoy en día, en España el Roscón de Reyes lleva en su interior las dos cosas: la persona que encuentre la figurita tendrá buena suerte todo el año y el que descubra el haba deberá pagar el dulce.

Fuente: El Comidista, La Vanguardia

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Ana Vega "Biscayenne"