Alimentación y luz solar: cómo afecta el cambio de hora al cuerpo

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Maria Carrasco
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cambio de hora

En España, hay un fenómeno cronológico dos veces al año: se cambia la hora para adaptarse al curso europeo de la luz. Es bien sabido, que las distintas culturas crean sus rutinas en relación con el sol que reciben. En este caso, los españoles mantienen días prolongados debido a las largas horas de sol. Sin embargo, a partir de la madrugada del 26 al 27 de octubre, "se gana" una hora, es decir, se adelanta el reloj una hora. O cómo en esta parte del mundo se considera el evento: comienza el horario de invierno.

El cambio de hora lleva sucediendo desde 1974 debido a una decisión de adaptar España a un horario "más europeo". El reloj corporal que regula algunas necesidades fisiológicas se puede ver alterado durante unos días, lo que implica que se debe readaptar la dieta para un funcionamiento óptimo del aparato digestivo.

El cuerpo humano suele regir los horarios de comidas según la temperatura corporal, entre muchos otros factores. Los españoles viven una especie de jet lag dos veces al año, provocando un par de días de constante somnolencia, falta de concentración, mal humor o incluso malestar al variar el horario de comidas y, por consiguiente, de sueño.

No supone una complicación mayor que acostumbrar al cuerpo a mantener la rutina con una hora menos de sol, aunque también es de un ejercicio de empatía, entender que, para un país esencialmente mediterráneo, puede suponer un cambio algo más complicado.

Dieta equilibrada, ligera y adaptada a la luz para evitar los cambios en el organismo

El apetito es una de las sensaciones que mantienen una complicación por el cambio horario. Lo más importante entonces sobre la alimentación es adaptar la hora de comer a los ritmos de luz y oscuridad. De la misma forma, para mantener un sueño más saludable, es relevante hacer las comidas más pesadas antes de la oscuridad (que comienza a caer a las 6 de la tarde durante gran parte del invierno) e ingerir alimentos más ligeros o en menor cantidad una vez entrada la noche.

Algunos especialistas apuntan a que el cansancio tiende a hacernos elegir ingredientes más grasos o calóricos para suplir la falta de energía, lo que puede inducir en el consumo excesivo de bebidas energéticas como el café o derivar en enfermedades como la diabetes o la obesidad.

La nostalgia de los españoles ante el verano tampoco pasa desapercibida, cuando debido al calor el apetito se esfuma y la cena se alarga hasta entrada la noche sobre las diez e incluso once de la noche y las tardes de aperitivo ganaban el terreno. El problema es que si nos adaptamos a esos patrones de forma regular, el ciclo del sueño también se puede ver alterado y, con él, el aparato digestivo se puede dañar debido a la respuesta del estómago con acidez a las comidas pesadas de la noche.

Lo importante es mantener la idea de comer equilibrado, no tanto como restringirse unos alimentos u otros. Esto quiere decir que frutas y verduras, lácteos, proteínas y cereales siempre deben estar presentes en la dieta, independientemente de los cambios que se puedan sufrir con el cambio de estación.

La falta de luz ya no es excusa para el mal humor

Por otra parte, nutricionistas dan una pista sobre la afectación del cambio de hora al humor, pues al frenar esa generación de melatonina debido a la falta de sol, es común que se rebajen los niveles de serotonina (la "hormona de la felicidad"). Para paliar estos efectos, podemos consumir alimentos ricos en triptófano como lácteos, legumbres, frutos secos, huevos, carne magra y marisco. Igualmente, se recomienda tomar alimentos como el cacao en cantidades medidas.

Algunos suplementos alimenticios también pueden ayudar a regular el organismo de nuevo. El magnesio es uno de los grandes aliados, aunque siempre es mejor tomarlo de forma natural en alimentos como los cacahuetes, las lentejas o los espárragos, antes de acudir a la farmacia.

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