El “secreto cóncavo” de las botellas de vino

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Gabriela Sánchez
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Si eres poco amante de los vinos o despistado quizás ni siquiera hayas reparado en el fondo de una botella de vino, pero, los más curiosos de seguro habrán notado que no es llano. Una hendidura cilíndrica da forma al final del envase y no se trata de una cuestión estética…¿Por qué? Sigue leyendo.

Lo primero para ir esclareciendo el misterio es empezar a llamar a las cosas por su nombre. El hueco se llama picada y acompaña la estructura de las botellas de vino desde el siglo XVIII como una solución funcional que ha devenido símbolo de tradición y elegancia.

El origen de la picada

Aunque el vino es mucho más antiguo que la botella en sí, antes del vidrio su conservación no tenía igual duración. Por eso cuando apareció este material  empezaron a fabricarse artesanalmente por sopladores de vidrio. 

Al no ser un proceso industrializado, lograr bases completamente lisas era un reto, ya que el vidrio tiende a deformarse cuando se enfría. En aras de ganar estabilidad, los fabricantes optaron por hundir el fondo, un diseño que pronto demostró ser mucho más que una práctica muy funcional.

El diseño cóncavo proporcionaba mayor resistencia, reduciendo las probabilidades de que se rompieran durante el transporte o almacenamiento, puesto que esa forma ayudaba a soportar y distribuir uniformemente la presión interna generada por el dióxido de carbono. Así, se volvió la forma de envase predilecta de los espumosos como el champán o el cava.

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Otro beneficio de la picada es contrarrestar la presencia de sedimentos propios de la maduración al servir. El fondo hundido ayuda a que estos se acumulen en los laterales de la botella, lo cual mejora la experiencia de degustación y su presentación. Aunque si de elegancia se trata, los sumilleres suelen aprovechar el hueco de la base para agarrar la botella con mayor estabilidad y precisión. 

Por otro lado, hay una creencia que asocia el tamaño de la picada con la calidad del vino. No obstante, lo cierto es que no existe ninguna relación. Su profundidad varía según el tipo de bebida y necesidades específicas. Los vinos jóvenes, por ejemplo, no necesitan una picada pronunciada, mientras que los envejecidos o espumosos requieren un diseño más marcado.

El fondo cóncavo de las botellas de vino es un matrimonio perfecto de tres entre tradición, ciencia y funcionalidad.

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Gabriela Sánchez