La población mundial crece y con ella la demanda de alimentos de origen animal, haciendo necesario el incremento de las fuentes para su obtención.
Ante el desafío de buscar alternativas que garanticen las necesidades de consumo y a la vez disminuyan el impacto sobre el medio ambiente, resultan cada vez más necesarias las estrategias de producción sustentables; así como introducir cambios en la dieta humana, con el aumento del consumo de aquellos alimentos que tienen menor impacto en el planeta.
Son muchos los que consideran que una solución viable es la producción y crianza de insectos para la alimentación de humanos y animales (entomofagia), una práctica considerada ancestral en diversas partes del mundo.
Los insectos tienen como componente principal a las proteínas, en un alto y variado contenido; también son ricos en aminoácidos esenciales, poseen grasas, fibras, minerales, antioxidantes y vitaminas.
Su consumo puede realizarse de diferentes formas: enteros, triturados, deshidratados, molidos o como harina, que es una de las materias primas emergentes más utilizadas para la alimentación de animales y el hombre, de la cual existen muchas variedades. Las investigaciones muestran su impacto positivo en la prevención de enfermedades como la hiperglucemia (concentraciones altas de azúcar en sangre) y la hiperlipidemia (exceso de grasa en sangre).
Entre las múltiples opciones que contienen harina de insectos se incluyen barras de cereal, pastas, golosinas para niños, snacks, cereales, platos a base de leguminosas y vegetales, premezclas para productos horneados, bebidas, entre otras muchas elaboraciones.