Para contar esta historia, tenemos que echar la vista atrás. En concreto, doce meses atrás. En septiembre de 2019, el Grupo Excelencias organizó la en La Habana. La gastronomía de ida y vuelta y, con ella, eso que nos une a uno y otro lado del Atlántico, fue el hilo conductor de una experiencia enriquecedora, que recuerdo con gran cariño (y con nostalgia, en estos tiempos en que viajar se ha convertido en más aventura que nunca).
Coincidimos en este evento diferentes profesionales del mundo del turismo, la hotelería y la hostelería —compartí escenario, vivencias y conocimiento con buenos amigos como Rafael Ansón, José Carlos de Santiago, Nella Ruggiero, Julio Valles, Guillermo Cruz, Lala Canella, Martin Eccius, Pere Castells o Diego Panesso- para participar en varios actos, entre los que disfrutamos de visitas culturales, gastronómicas y sesiones de conocimiento. Los días en los que se desarrolló el encuentro estuvieron perfectamente organizados y coordinados por un equipo humano que planificó al detalle para que todo fuera un éxito.
Turismo A.C.: Viajar y vivir antes del Coronavirus
Tomé un avión unos días antes del inicio del Seminario para poder disfr cxutar de unos días de desconexión previos. Al aterrizar, un amable guía me facilitó un transporte seguro hasta la casa donde me alojé. En ella, una encantadora familia lo dispuso todo para que mi estancia fuera cómoda y, además, me propusieron planes interesantes que hacer en la ciudad. Recordé mis anteriores visitas tomando unos daiquiris en El Floridita, unos mojitos en La Bodeguita del Medio y volví a disfrutar de la paladar La Guarida y de los atardeceres mágicos en el malecón.
Utilicé para desplazarme por la ciudad los divertidos cocotaxis y no pude resistirme a alquilar uno de esos maravillosos y pintorescos taxis privados, los coches propiedad de particulares que cuentan con licencia gubernamental para prestar este tipo de servicios.
Desayuné en el hotel Nacional, comí langosta en la terraza de un simpático restaurante de la Habana Vieja e incluso asistí a varios espectáculos musicales en El Gato Tuerto, el Buenavista Social Night y en la Sociedad Cultural Rosalía de Castro, disfrutando del talento de los músicos que nos trasladaron a ese dulce estado caribeño de música y buen rollo entre comida cubana, cervezas y ron.
Cuando empezó el evento, tras mis días de desconexión y una vez instalados en el hotel Saratoga, la agenda de actividades diarias previstas para los conferenciantes y acompañantes fue maravillosa y me permitió descubrir la paladar San Cristóbal, visitar los lugares más icónicos de la ciudad en la comodidad de un autobús y, como te decía, participar en las sesiones del Seminario en el cabaret más famoso del mundo, el Tropicana, convertido en un salón de convenciones perfectamente preparado y con un estupendo equipo humano que garantizó que todo saliera de 10. Allí subí al escenario para hablar de negocios Sostenibles, Solidarios, Saludables y Satisfactorios, frente a una audiencia que compartía mesa, comida… y cercanía.
Disfrutamos en grupo de esta ciudad bordeada por las aguas del mar Caribe, que existe formalmente desde 1519 y que, detenida en el tiempo, vive al son de la música y la cultura del tabaco, entre una arquitectura histórica de iglesias, sedes gubernamentales o museos, y con una cultura muy propia que la convierte en un destino turístico que atrae a más de cuatro millones de turistas al año. Y nuestra visita dejó, por un lado, un estupendo impacto económico en la ciudad y, por otro y gracias a la fantástica organización, un impacto emocional en todos nosotros que hace que sigamos hablando maravillas de La Habana y animemos a nuestros contactos y seres queridos a visitarla y descubrirla.
Esta maravillosa aventura sucedió, como les decía, en septiembre de 2019, cuando ni por asomo podíamos prever la situación actual. Apenas seis meses más tarde, en marzo de 2020, cambiaron el tablero y las reglas del juego y la mayoría de los grandes eventos mundiales quedaron en cuestión. Nos quedamos con un calendario suspendido en el aire, sin fechas marcadas. Sin encuentros entre personas.
Nos quedamos sin abrazos
En mi trayectoria profesional he diseñado y dirigido muchos eventos. Lo he hecho como directora del departamento de eventos del Hotel Ritz de Barcelona, co-creando con otros equipos como en el caso de Port Aventura (el mayor parque temático de España), o con mi agencia, para varios clientes privados y de empresa en la Riviera Maya. Además, desde hace 5 años dirijo el congreso Horeca más grande de Europa (en la última edición recibimos a más de 35.000 asistentes, durante 3 días en los que fomentamos el intercambio de conocimiento y el networking profesional).
Cuando organizo eventos, mi objetivo es generar la máxima conexión entre las personas, en un entorno inolvidable y a través de la vivencia de experiencias memorables. Este planteamiento hace que los eventos permanezcan en la memoria de los asistentes, sin importar cuánto tiempo ha pasado desde que participaron. En esa generación de experiencias memorables la cercanía física, el contacto humano, el mirarse a los ojos, el saludarse con un abrazo… son un componente fundamental. Y entonces llegó la COVID-19.
Desde casa, sin contacto con prácticamente nadie, fuimos testigos de cómo los mayores eventos mundiales programados a partir de marzo de este año se cancelaban, con más o menos inmediatez. El gran evento deportivo global, los Juegos Olímpicos de Tokio, se pospuso a 2021. El popular festival de Eurovisión, que debía celebrarse en la ciudad neerlandesa de Rotterdam, se canceló a menos de 60 días de la final, prevista para el 16 de mayo.ç
Durante las siguientes semanas cayeron titanes de la escena musical como el mítico Burningman -un festival anual de siete días que se celebra desde 1986 y que se desarrolla en la “ciudad” de Black Rock (Nevada, USA), un espacio físico que solo existe durante esa semana (es una instalación temporal construida por los participantes) y que reunió en su edición de 2019 a más de 60.000 personas; Tomorrowland, el festival de EDM (Electronic Dance Music) considerado oficialmente como el más grande del planeta, que se celebra desde hace 15 años en Boom (Bélgica) y que contó en su última edición con más de 400.000 asistentes de casi 200 nacionalidades; o Coachella (California, USA), que desde 1993 es cita ineludible para disfrutar de música rock, pop, indie, hip hop o EDM, así como de instalaciones de arte, y que solo en su primer fin de semana reunió a más de 200.000 personas en 2019.
Junto con los festivales, en todo el mundo se han sucedido desde marzo las cancelaciones de carnavales, celebraciones religiosas o celebraciones sociales como la Gay Parade, que se celebra en grandes ciudades. Incluso el campeonato mundial de Pokemon, que se celebra anualmente desde 2004, sucumbió a la pandemia. Nos quedamos sin festivales musicales en los que bailar compartiendo cielos estrellados, sin atletas a los que animar, sin fiestas mayores de pueblo en las que volver a conectar con nuestra comunidad familiar, sin pokemon a los que perseguir para competir. Nos quedamos huérfanos de espacios comunes en los que compartir nuestras inquietudes profesionales, nuestras aficiones y pasiones. Nos quedamos sin abrazos.
Y pospusimos o cancelamos todo el MICE (el acrónimo en inglés para Meetings, Incentives, Congresses and Events), un subsector que abarca eventos que se celebran con la finalidad de que empresas y profesionales expongan sus productos y/o servicios, o aquellos eventos privados de una organización dirigidos únicamente a sus equipos, así como los que reúnen a profesionales involucrados en una determinada materia para intercambiar información y conocimiento o aquellos en torno a una temática en particular con el objetivo de intercambiar información en cuanto a avances, situación y visiones, como son ferias, convenciones, exposiciones, viajes de incentivos, congresos o jornadas y seminarios.
Turismo D.C.: MICE, pandemia y reinvención
El MICE, al igual que muchos encuentros lúdicos o deportivos, no solo beneficia directamente a los organizadores de estos eventos y empresarios turísticos: promueve la desestacionalización de muchos destinos y aumenta la demanda de servicios locales como hoteles, restaurantes, tiendas y espectáculos y un sinfín de actividades complementarias. Supone un impacto económico más amplio para el destino, por el volumen de servicios complementarios asociado a los eventos profesionales.
El MICE está formado por una compleja y fascinante estructura integrada por Convention Bureaus -también conocidos como DMO (Destination Marketing Organization)- que se encargan de impulsar un destino concreto como sede MICE; los recintos, instalaciones y sedes para la celebración de eventos; las DMC (Destination Management Companies), empresas que prestan servicios relacionados con cuestiones logísticas, siendo los tours, el catering, las actividades o el transporte algunos de los más habituales; las PCO (Organizadores Profesionales de Congresos); y toda una industria que proporciona los servicios necesarios para su realización, como son agencias de protocolo, de equipos audiovisuales, de tecnología, de servicios de entretenimiento,
de montaje de stands…
La actividad relacionada con el turismo MICE se ha convertido en un importante elemento dinamizador de destinos con vocación turística. Los turistas del sector MICE no contribuyen a la masificación, ya que esta industria hace un uso mínimo del espacio de la ciudad: la mayor parte de la jornada están reunidos trabajando, y los eventos MICE rara vez se celebran en los meses de mayor afluencia turística. El turista de negocios genera el doble de impacto económico que un turista de ocio y es un gran prescriptor en su lugar de origen.
Como decía, la mayoría de los eventos se han cancelado o pospuesto. Durante la crisis sanitaria que vivimos y hasta que podamos garantizar la seguridad, la limitación actual de movilidad entre países o la limitación en el número máximo de asistentes, harán que el sector se concentre en espacios más reducidos, con operativas Business Safe y en nuevos formatos que exploren las posibilidades de las experiencias híbridas entre lo físico y lo digital, en lo que llamamos blended events. Ante la cuarentena o las restricciones de aforos y movilidad por la COVID-19, muchos eventos corporativos están dando un giro para convertirse en experiencias 100% digitales. Porque la tecnología -que ha ido ganando peso en los últimos años y que con el confinamiento ha experimentado un significativo empujón- se ha convertido en la principal alternativa para paliar el vacío que deja la ausencia del trato presencial y la necesidad de compartir .
Y sin embargo… Queremos, deseamos, volver a vernos para compartir presencialmente nuestras inquietudes profesionales y compartir nuestro conocimiento y experiencias. Deseamos que esto transcurra en lugares especiales que generen experiencias humanas. El objetivo del IX Seminario de Excelencias Gourmet no era únicamente celebrar un evento de contenido orientado a nuestro sector, sino también crear sinergias humanas y permitirnos descubrir y apreciar un destino turístico desde otra perspectiva. Porque necesitamos los abrazos.
Y, mientras no podamos darlos ni recibirlos en persona -al menos no de forma masiva y no en eventos como los que estábamos acostumbrados a celebrar- estamos llamados a transformar un subsector que supone no solo una inyección económica fundamental: supone la celebración de nuestra esencia. Compartir para vivir… con o sin pandemia.