Da igual si son rellenas de jamón, pollo, pescado o verduras, probablemente muchos dedicarían, si existiera, un altar gastronómico a la croqueta. En cambio, su popularidad se hace notar al encabezar los clásicos favoritos de la cocina de todos los tiempos. De ahí que aunque no sea su día, volver a su receta es una necesidad para quienes amamos ese binomio que nunca falla de crujiente por fuera y suave por dentro.
Especialmente, en la cultura occidental, la croqueta es un producto estrella bien como aperitivo o plato principal. Su origen se ubica en Francia, como una creación refinada del chef francés Antonin Carême. De ahí entonces que su nombre responda al vocablo “croquer”, que significa “crujir”.
De su consumo solo por las élites, pasó a convertirse en un plato para todas las clases, que lo mismo se encuentra a pie de calle, hogares o en un restaurante. Así, ha ido conquistando países hasta llegar incluso al hemisferio oriental con sus propias adaptaciones.
Las croquetas de la abuela
Aunque pudiera parecer muy fácil, lo cierto es que las croquetas caseras tienen un je ne sais quoi que las hace ganarse el paladar de las mayorías pero también un secreto en su receta. La bechamel es la clave. A partir de esa base se mezclan los ingredientes elegidos para luego hacer pequeñas bolitas o cilindros que se rebozan en huevo y pan rallado, y por supuesto freírlas.
Aquí va un paso a paso:
Ingredientes:
100 g de jamón serrano picado (o la carne que elijas)
50 g de mantequilla
50 g de harina
500 ml de leche
Sal, pimienta y nuez moscada al gusto
Pan rallado y huevo para rebozar
Preparación:
En una sartén, derrite la mantequilla y añade la harina.
Poco a poco, añade la leche sin dejar de remover, hasta obtener una bechamel espesa.
Incorpora el jamón y ajusta con sal, pimienta y nuez moscada al gusto.
Una vez lista la masa, deja enfriar en la nevera por al menos dos horas.
Forma las croquetas, pásalas por huevo y luego por pan rallado, y fríelas en aceite caliente hasta que estén doradas.