Cohiba, de mito a leyenda

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Hasta 1982 solo Jefes de Estado, delegaciones de alto rango y personalidades mundiales tuvieron el privilegio de degustar los legendarios Habanos Cohiba, una marca que surgió con la Revolución, en 1966, hace ya 55 años. Pero fue cuando pasó a la red comercial internacional que el mito se convirtió en leyenda, la referencia más valorada a escala global en el universo de los puros Premium.

Mucho influyó en que todos quisieran poseerla el hecho de que su consolidación estuviera estrechamente vinculada con el Comandante Fidel Castro. Fumador de corazón en las décadas iniciales del proceso revolucionario, se dice que incluso acostumbraba a catar ligadas de diferentes vitolas.

Con frecuencia se ha contado la historia del nacimiento de este estandarte de la industria tabacalera llamado Cohiba, pero no por ello deja de ser apasionante. Tiene como protagonista, además, a Bienvenido Pérez Salazar (Chicho).

Cohiba: Un poco de historia

Según ha trascendido, ocurrió que un día Pérez Salazar, quien se desempeñaba como jefe de escoltas, decidió encender uno de los Habanos que le había obsequiado su amigo Eduardo Rivera Irizarri, de la etapa en que ambos trabajaban en la fábrica Por Larrañaga, entonces calificada como «la Universidad» de ese oficio. Lo hizo para dar tiempo a que Fidel se montara en el auto que quedó impregnado de un aroma tan especial, que no pasó inadvertido para el líder de la Revolución cubana.

Tanto le impresionó que quiso saber de dónde lo había sacado, y su hombre de confianza sacó, como respuesta, otro de los puros torcidos por Eduardo y se lo ofreció. Después de disfrutarlo con total satisfacción, Fidel empezó a interesarse muy seriamente por el creador y por aquel puro de carácter único.

Amigos desde la juventud, nacidos ambos en Palma Soriano, Chicho volvió en busca de Eduardo a la fábrica La Corona, donde laboraba en ese momento, con un encargo que le cambiaría su destino.

Era la época en que el mundo entero tenía fijada la imagen, profusamente difundida por la prensa internacional, de Fidel saboreando un elegante Habano, de dimensiones y apariencia poco comunes, desprovisto de las famosas anillas de identidad. Muy pronto la nueva vitola se convertiría en la más envidiada por los aficionados, que se interrogaban cómo poder obtenerla.

Camino a la gloria

Bajo la dirección de Eduardo se puso en marcha, el 19 de octubre de 1965, el proyecto que logró que en breve aparecieran los lotes iniciales de la vitola denominada Laguito 1. Una vez certificada la calidad de una producción en serie, no demoró mucho en expandirse a los cuatro vientos el reconocimiento de los anónimos tabacos que Fidel acostumbraba a fumar y obsequiar, mas se hacía necesario un nombre, una marca, la definitiva fe de bautismo.

Fue Celia Sánchez Manduley, «la Flor más autóctona de la Revolución», quien rescató para siempre la denominación de las propias raíces de su historia para designar a este producto supremo, expresión de una cultura desarrollada a lo largo de cinco siglos y ya casi 30 años, convertida en tradición que ha sido transferida de padres a hijos, lo mismo en la vega que en la fábrica.

Tomó su nombre de la antigua palabra con la cual los indios Taínos, pobladores originarios de Cuba, llamaban las hojas de tabaco enrolladas que fumaban; un hábito en el que enseguida reparó Cristóbal Colón cuando pisó esta tierra en 1492. De ese modo los europeos conocieron de su existencia y de ese modo se desencadenó a su alrededor una verdadera pasión.

Desde sus inicios, Cohiba, con todas sus líneas y vitolas que aparecerían paulatinamente, empezó a elaborarse en la prestigiosa fábrica El Laguito, en La Habana. Se trata de una hermosa mansión de los años 20 del siglo XX del barrio de Siboney, en la zona residencial de Cubanacán.

De dos plantas, entre sus salones, adaptados para estos fines, atrae poderosamente la atención la galera, el espacio donde realizan su faena grandes maestros torcedores, en su mayoría mujeres, dedicados a moldear, totalmente a mano, las hojas seleccionadas entre las mejores vegas de San Juan y Martínez (D.O.P) y San Luis (D.O.P), en la zona de Vuelta Abajo (D.O.P) de la región de Pinar del Río (D.O.P).

La exclusividad se la otorga, además, ser la única marca en la que tres de los cuatro tipos de hojas que participan en la elaboración (seco, ligero y medio tiempo), experimentan una fermentación adicional en barriles de cedro, en un cuarto oscuro, donde eliminan toxinas, como tartrato, y parte de la nicotina, y desprenden amoniaco, con lo que desaparece el tufo y presta el olor a tabaco puro.

De esa maravilla sale la gran familia de Cohiba: la Clásica, desarrollada entre 1966 y 1989; la 1492, presentada en 1992 coincidiendo con los cinco siglo de la llegada de Colón a Cuba, y que exhibe con orgullo una vitola como Siglo VI, referencia esencial en el mundo del tabaco; la Maduro 5, que vio la luz en 2007 con tres nuevas vitolas que añadieron una capa madura añejada durante cinco años (Genios, Mágicos y Secretos); y la renombrada Cohiba Behike, que data de 2010.

Los Lanceros son considerados los clásicos de Cohiba, pues constituye el formato original que prefería Fidel, y del cual se derivó posteriormente toda la marca. Al decir de expertos y aficionados, su fuma constituye una experiencia inolvidable. Muchos aseguran, también, que son ideales para añejar durante varios años, pues adquieren más complejidad en su sabor con el paso del tiempo.

De 1966 a 2021, han transcurrido 55 años en la existencia de la marca más emblemática de Habanos, y, sin discusión, la más afamada del mundo. Sin embargo, los expertos, los verdaderos conocedores, auguran que hasta la eternidad seguirá siendo un privilegio acariciando los labios.

Fuente: Revista Excelencias Turísticas del Caribe & Las Américas No.184

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