Para muchos existe la creencia que los vinos de lujo deben guardarse lo más posible, e incluso cuando estos se abren hay quienes no quieren beberlo de un tirón y optan por guardar la botella abierta, creyendo que así disfrutarán más el vino.
Olvidan que desde el momento en que abrimos una botella de vino, este comienza a evolucionar, a cambiar. Al principio, para bien, pero llega un momento que lo hace para mal.
Abrir una gran botella es todo un ritual, que debe comenzar por asegurarse que la temperatura del vino sea la adecuada, no olvidando que en regiones cálidas los tintos deben refrescarse un poco para evitar que pierdan propiedades.
Otro elemento primordial es la comida acompañante del vino, para lo cual es importante conocer sus características de antemano en busca del cuál será el maridaje perfecto.
En el caso de los grandes tintos, hay que tener cuidado con las salsas: Si esta es muy cremosa o muy fuerte, hecha a base de mantequilla o crema de leche, opacará al vino y nos dejará la sensación de un vino delgado y sin cuerpo.
La comida ideal es la delicada, con una salsa no fuerte, y cuyos productos y no la forma de mezclarlos sea la que maride directamente con el vino.
Este elemento a veces se olvida del todo y dejamos el papel del maridaje a las salsas acompañantes, olvidándonos que estas no son la clave del maridaje, si no más bien muchas veces actúan como un elemento en contra de este.
