Nuestro cuerpo revela los excesos de las vacaciones. Algunos kilos de más acumulados gracias a la ingesta de alimentos ricos en grasas y azúcares, al sedentarismo, al cambio en los hábitos del sueño, son factores que hacen que el cuerpo no metabolice los alimentos de la forma adecuada. El idílico verano es maravilloso, pero su paso es como un tornado en nuestra belleza y salud.
Por lo general, los cambios de alimentación que hacemos durante las vacaciones nos acarrean consecuencias nocivas para nuestro peso, pues como es un periodo en el que queremos relajarnos de todo y disfrutar, nos permitimos el lujo de comer desordenadamente y evitar el ejercicio. Lamentablemente, al volver de vacaciones nos podemos encontrar con una ingrata sorpresa en la pesa.
Con una alimentación sana y equilibrada, la ingesta de abundante líquido y una rutina de ejercicios diaria, todo esto se hubiera evitado.
Sin embargo, ahora en septiembre, y como cada año, comienzan los lamentos y arrepentimientos. Una buena tabla de ejercicios, además de una dieta adecuada, pueden ponernos a tono en muy poco tiempo.
Es importante no tomar medidas drásticas. Primero que todo debemos lograr un peso saludable, empezar poco a poco, sin cambios bruscos. Así, tanto el cuerpo como la mente se adaptarán a la temida vuelta al trabajo y al fin de las vacaciones.
El primer paso es olvidarse de las comilonas. Es importante que cada tres o máximo cada cuatro horas consumir pequeñas cantidades de alimento, con el debido énfasis en desayuno, almuerzo y cena, aunque, si no podemos comer en esos tiempos, es suficiente con cinco comidas al día.
Comer poco, pero con frecuencia, no solo facilita la absorción de los nutrientes, sino que es fundamental para estimular el metabolismo y favorece la sensación de saciedad, lo que evita que lleguemos a las comidas importantes con mucha hambre.
Correr, nadar o dar paseos largos y a buen ritmo es un ejercicio importante. Para que cualquier dieta funcione, es necesario poner el cuerpo en movimiento. En el sofá no se consigue nunca nada.
También es importante disminuir considerablemente la ingesta de carbohidratos, azúcares y grasas. De estas últimas existen dos tipos:
Los ácidos grasos saturados, que se encuentran principalmente en la grasa animal, pero también en productos vegetales como la crema de cacao y el aceite de palma, cacahuete y coco, que cuando se consumen en exceso pueden dar origen a problemas cardiovasculares, por lo cual definitivamente son llamadas grasas malas.
Por otro lado, las grasas insaturadas o grasas buenas son las que ayudan a bajar el colesterol en la sangre, siempre que se utilicen en lugar de las grasas saturadas. Sin embargo, también tienen muchas calorías, de tal manera que es necesario limitar su consumo.
Consumir pescados y carnes magras a la plancha o asadas es un aporte importante de proteínas, además que mantenemos nuestro cuerpo sano. Igualmente se deben ingerir frutas y vegetales en grandes cantidades, las cuales no contienen ningún tipo de grasa y son fuente inagotable de vitaminas y minerales.
¿PIEL CANELA?
Muchas veces es nuestra piel y cabellos los que se sienten más afectados por la combinación explosiva de rayos del sol y agua salada. El fotoenvejecimiento, el melasma, (hiperpigmentación de algunas partes de nuestro rostro), las molestas esfelides (pecas), son algunas de las secuelas indelebles que nos puede dejar el verano específicamente por la exposición extrema a los rayos del sol sin protección, sin dejar de mencionar lesiones malignas como melanomas o carcinomas de piel, ya con una implicación mayor en nuestra salud.
Nuestra piel tiene memoria y nunca dejará pasar por alto los daños a los que la sometemos. La solución está en protegernos del sol siempre, nunca olvidarnos que en el verano este castigará nuestro cuerpo.
Hay cinco tipos de rayos emitidos por el sol y tres son los que dañan la piel. Los ultravioleta C son los más peligrosos, pero en su mayor parte son absorbidos por la capa de ozono. Los ultravioleta B enrojecen nuestra piel según nos da el sol, provocando un bronceado inmediato. Estos son los que desencadenan la aparición de melanomas y las lociones protectoras son las únicas que nos protegen de ellos.
Por último, los rayos ultravioleta A causan el envejecimiento y otro tipo de cáncer de piel llamado epitelioma. Los rayos UVA procuran un bronceado menos inminente que surge a partir de la tercera o cuarta sesión de su exposición al sol y que dura hasta que cambiamos de epidermis.
El uso de protectores solares con FPS (factor de protección solar) de más de 30 y algunos cuidados del rostro, una buena mascarilla, y como costumbre lavar la cara de día y de noche, además de aplicar una crema hidratante justo después, son algunos cuidados que mejoraran el daño que ha dejado el verano en nuestra piel.
Muchas veces tenemos al alcance de nuestras manos productos naturales que ayudarán a nuestra piel y cabello a eliminar los daños del verano. Según el Ayurveda, la ciencia médica más antigua de la India, lo que no te puedas comer, no lo apliques sobre tu piel. No se trata de embadurnar la cara con salsas y pastas, pero sí de sacarle más partido a los alimentos que tenemos en la despensa.
La “cosmeto-food” es una tendencia en auge y no hay nada más suculento que servirse de las propiedades de las frutas, verduras y aceites vegetales para embellecer la piel o erradicar algunos problemas, como la piel seca,
El aguacate es un fruto de riqueza inigualable para hidratar pieles secas. Su alto contenido en vitamina E, además de antioxidante y con propiedades antienvejecimiento, forma una barrera protectora que impide que la humedad se esfume de la epidermis para mantenerla jugosa durante mucho tiempo.
Los expertos recomiendan extender sobre el rostro la pulpa del aguacate dejándola actuar durante una media hora y aclararla con agua tibia. Para un extra de nutrición en pieles muy secas, se puede mezclar la pulpa del aguacate con aceite de oliva virgen o aceite de onagra o borraja.
Muchas semillas y cereales tienen la capacidad, entre otras, de retener el agua en la superficie de la piel rellenándola e hidratándola, reduciendo la aparición de arrugas y surcos, como la harina de avena, con la cual se puede preparar una mascarilla natural con harinas integrales de avena, arroz, germen de trigo, centeno, cebada... y un poco de leche en polvo. A la mezcla, se le echa agua hirviendo, remueve bien y cuando se haya formado una pasta consistente, se aplica con cuidado sobre la piel durante media hora antes de retirar con cuidado. El resultado es una piel aclarada, lisa, suave y muy luminosa.
Cada vez son más los productos de belleza que incluyen ácido láctico y bífido-bacterias en sus fórmulas, por su capacidad para estimular el propio sistema de defensa natural de la piel, purificarla y mantenerla sana.
El yogur natural, aplicado como una pasta gruesa sobre la piel, la deja fresca y tersa, sin dejar de mencionar nuevamente las compresas frescas de leche de vaca y su efecto hidratante.
Estos apenas son algunos consejos para sanar cuerpo, piel y cabellos tras unas vacaciones desmedidas, aunque lo mejor sería que aún cuando disfrutemos de unos días de descanso en el verano, evitemos los excesos para no tener que llegar después a las lamentaciones.