El Ron Cubano en su aniversario 150

Creado: Dom, 22/07/2012 - 12:11
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Por: Juan Carlos González Delgado, Maestro del Ron Cubano
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El Ron Cubano en su aniversario 150

Estamos próximos a celebrar el aniversario 150 de la creación del ron ligero en su ciudad natal de Santiago de Cuba. Plasmar la visión y el significado de este acontecimiento para un hombre con más de 35 años en la industria podría parecer fácil pero, confieso, me es extremadamente difícil hacerlo.

Como Maestro del Ron Cubano, este aniversario representa no solo el advenimiento de un nuevo tipo de ron y un salto tecnológico en su fabricación, consecuencia de un largo camino iniciado casi al momento mismo de convertirse nuestra Isla en colonia española, y debido a condiciones socioeconómicas propias de esos tiempos fundacionales.

También es el nacimiento y evolución de una tradición ronera que ha marcado nuestra cultura, influenciando a otras y  que se ha convertido en parte del patrimonio de nuestra nación, ha penetrado en el alma de los hombres y mujeres encargados de darle continuidad en el tiempo, y genera a su vez una significación histórica y social que va más allá de lo puramente comercial.

Lo anterior explica la popularidad del ron cubano en nuestro país, donde comenzó a tener connotación social desde finales del siglo XIX, aunque su demanda se ha incrementado gracias a los artistas, intelectuales y la población en general,  porque le han cantado poetas y músicos y es invitado permanente en toda celebración, ya sea de tristezas o de alegrías, donde se consume solo o en forma de cóctel.

Además, provoca una atracción en el resto del mundo solamente explicada por su altísima calidad y su conexión con el espíritu cubano.

La significación que tiene el ron cubano se refleja también en la gran variedad de marcas que se fabricaron a lo largo y ancho de nuestro país a través del tiempo, y en las que actualmente se producen, todas de excelente factura, donde destacan Havana Club, nuestra marca líder, así como Santiago de Cuba, Cubay, Caney, Varadero, Legendario, Arecha y otras más, perfectamente distinguibles entre sí y que ponen a disposición del mercado una amplia gama de diferentes surtidos, entre los que se destacan los tipos carta plata, silver dry, refino, palma, carta blanca, carta oro, añejo, y los denominados extras, donde se agrupan los grandes añejos como Máximo Havana Club.

Toda esta variedad de marcas y tipos de rones tienen como bien común las especiales cualidades sensoriales del aguardiente de caña cubano, hijo exclusivo de las melazas que se obtienen de la caña de azúcar que se cultiva en nuestro suelo, y que a través de una cuidadosa fermentación y destilación que lo hacen único, brinda unas características organolépticas incomparables que, sometido a las sucesivas etapas de un complejo proceso tecnológico, traen como resultado final el poder brindar a los consumidores una amplia cascada de tipicidades sensoriales diferentes, donde será posible identificar al aguardiente de siempre pero, evolucionado exquisitamente por la magia del añejamiento natural en barriles de roble y el arte centenario de los maestros roneros, depositarios estos de una larga tradición, herederos de sus antecesores, continuadores de la misma y a su vez trasmisores a las nuevas generaciones.

Explicar esta magnífica combinación de historia, tradición, ciencia, tecnología y arte que es el ron cubano, reflejada en el proceso tecnológico de su fabricación, no sería posible si no conociéramos la propia historia y formación del pueblo cubano, fruto de una compleja y exquisita mezcla de razas, culturas e idiosincrasias.

Este proceso tecnológico único, fascinante desde el inicio, se sustenta en la inigualable cosecha de la caña de azúcar producto de las condiciones de nuestro suelo y clima, continúa con nuestro modo de fabricar el azúcar y su impronta en la calidad de las melazas y termina con una extraordinaria combinación de variables tecnológicas, asumidas unas, modificadas posteriormente y creadas otras que van desde el diseño de la fermentación, los equipos de destilación y la forma de conducir la misma, hasta una complicada combinación de mezclas de aguardientes y etapas diferentes de añejamiento, donde en cada una de ellas toman protagonismo barriles de roble rigurosamente seleccionados por sus cualidades particulares, que brindan diferentes aportes en cada una de estas etapas y permiten a los maestros diseñar casi infinitas combinaciones de mezclas, para obtener finalmente la amplia variedad de surtidos  que se presentan al mercado y tener además a su disposición todo un arsenal de reserva para enfrentar las demandas futuras.

Todo este entramado tecnológico y la amplia gama de surtidos y marcas no es más que el reflejo de la propia formación de la nacionalidad cubana, significado por la asimilación, mezcla y modificación de culturas e idiosincrasias que generaron un abanico de gustos y preferencias a los que la industria nacional del ron ha tenido que dar satisfacción.

Finalmente, al hablar, o mejor dicho, escribir del ron cubano en este aniversario necesariamente trae a la memoria a los compañeros de siempre, los que aún están y a los que ya no nos acompañan que tan generosamente enseñaron el camino, a los largos años de arduo trabajo de tantos hombres, mujeres e instituciones para producir, proteger y desarrollar un producto que, más que un artículo comercial es un bien patrimonial de nuestra nación, que más allá de su valor económico intrínseco representa una parte —quizás pequeña— pero de algo tan entrañable y de incalculable valor como es la cultura de la nación cubana.
 

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Por: Juan Carlos González Delgado, Maestro del Ron Cubano