"¿Sabes cuál es la diferencia entre la industria alimentaria y la mafia? Que la mafia tiene poco dinero". Esta afirmación la escuché una vez en un diálogo de cierta película polaca bastante desechable, pero la sentencia me pareció tan ingeniosa, que nunca la olvidé. Pues, aunque nos cueste admitirlo, no hay nada más cercano a la verdad.
Es así que grandes transnacionales como Nestlé, Coca Cola, Nutella, Mc Donald’s, Pringles y un extenso etcétera, nos han convencido de que sus productos son tan deliciosos que deben consumirse como si no hubiera un mañana y que incluso, no todos son dañinos. Por razones como esta, escritores y nutricionistas de todo el mundo le han declarado la guerra a la industria alimentaria intentando desmitificarla en sus publicaciones. Entre ellos Michael Pollan, profesor y periodista norteamericano que ha alcanzado gran popularidad por su peculiar modo de acercarse al tema de la comida chatarra.
"Saber comer. 64 reglas básicas para aprender a comer bien" es uno de sus más recientes libros. En esencia, se trata de años de trabajo y conocimientos en la esfera nutricional resumidos en 64 principios que ayudan a diferenciar comestibles de alimentos realmente saludables. Algunos de ellos son:
- Evita productos que contengan ingredientes que un ser humano normal no guardaría en su despensa.
Existen muchos alimentos que tienen entre sus ingredientes algunos que más bien parecen componentes de destupidores de caños y no de comida. Sucede porque son químicos que le alargan la vida a ciertos comestibles y hacen que visualmente se vean frescos. Ejemplo al azar: sulfato de amoníano… Realmente espero no tengas algo así en tu despensa.
- Evita productos que contengan entre sus tres primeros ingredientes principales cualquier forma de azúcar o endulzante.
- Evita productos que contengan ingredientes que un niño de primaria no pueda pronunciar.
- Evita todo aquello que tenga por todos lados los adjetivos "light", "sin grasas", etc. Tienen más manipulación química que su contrapartida "normal".
Eso de que la Coca Cola Zero sabe igual que la original, pero es menos dañina porque no tiene azúcar… No estamos para juzgar, pero saque sus propias conclusiones al respecto.
- Evita productos que pretendan hacerse pasar por lo que no son.
¿Realmente crees que la margarina es similar a la mantequilla?
- Evita los alimentos que anuncian en televisión.
El marketing es siempre una estrategia infalible si de mercado del consumo se trata. Es un gran negocio, un lujo caro, por lo que solo las grandes empresas pueden anunciarse en televisión. Por esta razón, generalmente la publicidad de alimentos que vemos a diario no suele ser de alimentos saludables, sino de la popular "comida chatarra".
- Consume cosas que tarde o temprano tengan un proceso de descomposición natural.
No hay nada natural en productos que compraste hace meses y no se han deteriorado.
- No comas alimentos que se hacen en sitios donde los que lo fabrican deben llevar guantes, gafas y mascarillas protectoras.
- Come frutas dulces tal y como las encontrarías en la naturaleza.
El durazno en almíbar está muy lejos de ser una opción saludable.
- No comas cereales para desayunar que cambien el color de la leche.
- Come despacio.
Esta máxima suena a consejo de la abuela, pero desde el punto de vista neurológico es muy cierta. Al comer más lento, das tiempo al cerebro para que procese la ingestión de alimentos y así el hipotálamo activa el centro de la saciedad, lo que hace que te sientas satisfecho más pronto. Ni por un segundo duden de los abuelos ¡son unos genios!
No obstante estas buenas recomendaciones, Saber comer no es una Biblia de la alimentación. Tiene puntos discutibles, pero en su mayoría es una excelente guía que, desde el ingenio y lo didáctico, nos hace reflexionar en aspectos del arte de comer saludable que muchos ignorábamos.
Y pese a todas estas trampas tóxicas del mercado, tampoco es necesario convertirnos en monjes de la nutrición. En uno que otro momento se puede caer en tentación y permitir que el consumismo nos consuma. Pero que esos momentos sean los menos, ¿sí?