La más colada de las piñas

Creado:
Autor:
Credito
Jorge Méndez Rodríguez-Arencibia
Categoría
Piña Colada

Ahora que por doquier se habla de las más atractivas combinaciones de bebidas a partir de la declaración de La Habana como Capital Iberoamericana de la Coctelería, Excelencias se acerca a los secretos de la que más enorgullece a Puerto Rico y embriaga todo el mundo: la Piña Colada. Cada 10 de julio se celebra el Día de este coctel, famoso a nivel internacional. Comencemos, entonces, por los orígenes.

El auge comercial de la llamada coctelería tiki tuvo sus inicios a mediados de la década del 30 y principios del 40 del siglo XX. Fueron precursores Don the Beachcomber y Victor Jules Bergeron, un emprendedor estadounidense que abrió su primer bar-restaurante en su natal California y continuó fomentando por diversas partes del mundo un peculiar tipo de establecimientos con diseño, ambientación y gastronomía que recreaban las culturas polinesias.

Tal fue su expansión que se constituyó en la franquicia Trader Vic’s y llegó a contar con alrededor de 40 instalaciones en diferentes países. Componentes característicos de esta gama de cócteles son los rones –como ingrediente principal– combinados con frutas y jugos, así como otros licores. Entre los más famosos, y que prevalecen en el tiempo, se encuentran Aku-Aku, Honolulu, Mai-Tai (se atribuye a una franquicia Trader Vic’s de Oakland, California, en 1944) y Zombie. Posteriormente surgieron Coconut Grove, Blue Hawaiian (su primera versión se le adjudica al barman Harry Yee del hotel Hilton Hawaiian Village, en Waikiki, 1957, por demás conocido como Piña Colada Azul), Coco Linda, Love Potion 69 y Pantera Rosa, todos con piña y licor de coco.

Detrás de la paternidad de la Piña colada

Cuentan que un pirata de origen puertorriqueño nombrado Roberto Cofresí y Ramírez de Arellano (1791-1825), infundía ánimo en su tripulación suministrándole una bebida a base de ron, coco y piña. Luego varias versiones históricas coincidieron en reconocer la autoría del cóctel Piña Colada a Ramón «Monchito» Marrero, barman del hotel Caribe Hilton de Puerto Rico, en el año 1954, aunque dicha paternidad fue disputada por el español Ramón Portas Mingot, del restaurante Barranchina (ubicado hasta nuestros días en el Viejo San Juan), quien alegaba haberla creado en 1963. Lo afirma hasta una placa conmemorativa empotrada en una pared de dicho establecimiento que así lo atestigua (vale acotar que el empleo del coco en comidas y bebidas es típico de las naciones caribeñas. De hecho, en Puerto Rico también existe el Coquito como trago de celebración: se elabora dentro de medio coco seco con ron y varios tipos de leche).

Por su parte, el barcelonés Ricardo Gracia también entra en la porfía, fundamentándose en haber concebido la composición del Coco Loco (vodka, tequila, ron y piña, vertida en un coco fresco como recipiente natural). Todo coincidió con una interesante época para el desarrollo de la coctelería a nivel mundial, quizá a modo de continuidad del contemporáneo boom de la tiki.

En 1978, la Piña Colada fue declarada bebida nacional de Puerto Rico. Y un año después el cantautor británico-norteamericano Rupert Holmes colocaba en las listas de éxito de Billboard (el último hit número 1 de la década del 70) su antológica Escape, más conocida como La canción de la Piña Colada, probablemente por la reiteración del nombre de este cóctel en cinco de las siete estrofas que componen dicha pieza perteneciente a su quinto álbum, Partners in Crime, y que dice en una de sus partes:

Si te gustan las piñas coladas,
y que te sorprenda la lluvia.
Si no te gusta hacer yoga,
si tienes medio cerebro,
si te gusta hacer el amor a medianoche,
entre las dunas de un cabo,
eres el amor que he estado buscando,
vente conmigo, y fuguémonos.

Emblema del buen beber

Es la Piña Colada, en suma, emblema del buen beber que identifica a los contextos geográficos y culturales del Caribe insular, y al mismo tiempo señal de hospitalidad otorgada por quienes lo habitan. Porque ese inseparable adjetivo colada no solo debe ser interpretado como acción de tamizar partes sólidas –que, lamentablemente, no pocas veces son consideradas molestas al paladar, restando nutriente naturalidad a las preparaciones–, sino también tomarse en su sentido más humanamente figurado y sin temor a hiperbolizar. La expresión colarse, en el habla coloquial de Cuba, equivale a calar sentimientos y convertirse en algo afectivamente imprescindible, una vez conocido. ¿Qué espera, entonces, para probarla?  Ah, y no se asombre si le proponen añadirle a su trago canela o granadina, al gusto: hasta para amar, los cubanos son pródigos y exagerados.

Cada maestro tiene su librito

Una larga lista de disímiles recetas patentiza la universalidad de este caribeñísimo trago y las pretensiones de adecuación a infinitos tipos de gustos.

Te proponemos esta receta para que degustes este delicioso y refrescante coctel.

Credito
Jorge Méndez Rodríguez-Arencibia