Cócteles, la alquimia misteriosa

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Amable Miranda
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Cocteles-origen

Síntesis de arte, improvisación y ciencia, los cócteles son mezclas que parecen estar signadas por nacimientos y hasta existencias controversiales, pero terminan por asumir una autoctonía que les otorga una tipicidad y singularidad deslumbrantes.

Sobre el origen y las recetas de algunos cócteles

Si a alguno de los "coctelmaníacos" de este mundo le mencionan el famoso Mojito cubano, tal vez lo primero que venga a su mente, contradictoriamente, sea la imagen de un célebre escritor norteamericano. "My mojito in La Bodeguita, My daiquiri in El Floridita", era la placentera consigna etílica de Ernest Hemingway.

No es poca la contradicción que se acuna en la existencia de esa refrescante liga de ron, jugo de limón, azúcar, soda, hielo y hierbabuena: El mojito —según la receta preferida de Hemingway—, al ser cubano es caribeño, pero la hierbabuena procede del Mediterráneo y la angostura de Trinidad y Tobago.

No faltan quienes afirman que dichos ingredientes no pueden pertenecer en absoluto a la receta de origen. Solo que estos últimos ignoran, según estudiosos, que en la época en que el cóctel fue inventado La Habana era una de las más importantes urbes portuarias del mundo. En sus radas atracaban embarcaciones de los más diversos confines para vaciar sus bodegas, y la hierbabuena es bendecida por las fértiles tierras cubanas.

Un nacimiento no menos borrascoso tiene el cubanísimo Daiquirí, elevado a la alcurnia de "trago de Hemingway". Aunque su bautizo está rodeado de diversas versiones, en el libro de José Alfonso Castro Gómez,  "Ron, cocteles y cantineros de Cuba", se refiere que en junio de 1898 las tropas norteamericanas participantes en la guerra hispano-cubano-americana desembarcaron en las playas de Siboney y Daiquirí, cerca de la oriental ciudad de Santiago de Cuba. Los soldados, ataviados con uniformes de invierno, prácticamente se deshidrataban. La salvación sería nada menos que la Canchánchara, una refrigerante bebida brindada por las tropas independentistas isleñas, compuesta por ron, agua, miel y limón.

En el texto se explica que la idea fue copiada por otro norteamericano, Jinning Cox, administrador de una mina de hierro en la región, quien eliminó el agua y le añadió unos cubitos de hielo, bautizándolo como “ron a la daiquirí”.

El administrador compartió con el comandante italiano del Ejército Libertador Francisco D. Pagluichi el crear y beber el primer Daiquirí. Luego de terminar una charla mezclaron jugo de limón criollo, ron Bacardí, azúcar y hielo, y los batieron hasta servir bien frío.

De allí la mezcla saltó al hotel Venus y su conocido Bar Americano, frecuentado por ambos personajes, quienes le ofrecieron la receta al barman, el cual la replicó para los presentes.

Después de popularizarse en Santiago de Cuba llegaría a La Habana, donde también se expandió, bajo los auspicios de Constantino Ribalaigua, barman y propietario del bar Floridita, quien decidió asumirlo y transformarlo, creando varias combinaciones, hasta obtener el Daiquirí Frappe. Ribalaigua mantuvo el nombre de Daiquirí, aunque creó un nuevo cóctel de fama internacional, cambiando las proporciones de los ingredientes, la forma de elaboración y de servir. Además de agregar el marrasquino y sustituir el limón por la lima.

Pero las controversias sobre cuáles criterios usar para definir la autoctonía de los deliciosos cocteles no terminan en las fronteras del archipiélago cubano, algunos de cuyos preparados están entre los más encumbrados internacionalmente.

Un clásico de esta polémica podría ser el Bloody Mary, María Sanguinaria, cuyo nacimiento algunos ubican en la populosa ciudad norteamericana de Nueva York, pero cuya bebida de fondo es el disputado vodka —de origen ruso—, acompañado de otros ingredientes, no siempre estadounidenses, y con un nombre que se asocia históricamente nada menos que a la reina María I de Inglaterra.

Más conocido por su nombre en inglés, Bloody Mary, este cóctel es apreciado entre los mejores remedios para la resaca, y no faltan quienes afirman que fue inventado en la fantasía mágica de París, aunque sirva de recuerdo trágico de la Tudor inglesa.

Quienes sostienen esta teoría explican que nació en la década de los años 20 del siglo pasado en el distinguido Harry’s Bar. Lo cierto es que la Tudor persiguió con saña a los protestantes. Los abusos de su padre convirtieron a esta soberana en una amargada que envió a la hoguera a toda persona que no profesara su religión y fuera descubierta.

Ello le merecería el sobrenombre de Bloody Mary (María La Sanguinaria). No es casualidad que en este coctel prevalezca el color rojo, en referencia a la sangre derramada por los protestantes. Síntesis de arte, improvisación y ciencia, los cócteles parecen estar signados por orígenes y hasta existencias controversiales, aunque terminan por asumir una autoctonía auténtica, que les otorga una tipicidad y singularidad deslumbrantes.

Al final, los cocteles llegan a obtener una inexcusable identidad. Tal vez lo mejor sería asumir, para evitar mayores controversias sobre los orígenes, que estas bebidas ostentan en conjunto el honor de haber sido unas adelantadas en la mixtura, las mezclas y los maridajes que caracterizan a la globalizada e interconectada contemporaneidad.

Su espíritu hay que remontarlo a aquella agua vital o agua de la vida, nombre que también se le daba en sus orígenes al whisky, que era el producto milagroso entre los perfectos mezcladores que fundaron las primeras boticas y farmacias. De ellas se escalaría al aguardiente, primero como remedio medicinal para aliviar los dolores del cuerpo, y luego a los licores para atenuar los dolores del alma y elevarnos a la mayoría del placer.

En esos espacios comenzó el estupendo trayecto que nos trajo hasta los modernos cocteles y combinaciones de esta época, no por más industrial menos romántica, soñadora y emprendedora. Lo que casi nadie se atrevería a contradecir es que la coctelería devino en arte. Se convirtió en la pieza primorosa, exquisita, delicada y fina de cualquiera de los bares que pueblan este mundo.

Exóticos y tropicales, elegantes y sofisticados, divertidos y extravagantes, son tan variados como los países donde aparecieron, los personajes que los crearon o los inspiraron, y las influencias que los alimentaron. Un mundo alquímico, misterioso y sorprendente.

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Amable Miranda